1. Introducción
Mientras en el resto del mundo se produce una honda crisis económica provocada por la crisis del petróleo, en España, tras la muerte de Franco en 1975, se da paso a la Transición hacia la democracia. Los partidos políticos fueron legalizados, se aprobó una nueva Constitución y, a pesar del Golpe de Estado de 1981, España ingresa en la Comunidad Europea y en la OTAN, integrándose en el contexto internacional política, social y económicamente.
Los importantes cambios políticos y sociales de los años posteriores a la muerte de Franco hicieron surgir una nueva forma de pensamiento conocida como posmodernidad, una visión del mundo escéptica y que tiende al hedonismo, al individualismo y al consumo. Su influencia en la literatura se ha dejado ver en la diversidad de tendencias y la fusión de géneros.
Durante la Transición, la narrativa experimenta un gran cambio debido a tres factores: en primer lugar, la desaparición de la censura; en segundo, un alejamiento del experimentalismo y del mero juego literario (en la “novela experimental” de los 60 predominaban lo onírico, lo absurdo y lo antirrealista); y el crecimiento del sector editorial (Bruguera, Planeta, Austral, Salvat, Cátedra, Destino, etc.).
Hay una vuelta al interés por la historia, por el argumento, por la intriga (lo que se ha dado en llamar “regreso a la narratividad”); pero no por ello se vuelve al realismo del siglo XIX, ni al realismo social con intención crítica de la década de los 50. Aunque en ocasiones se toman como modelo, el realismo decimonónico y el social están superados y la ambientación realista solo sirve de marco verosímil a las preocupaciones estrictamente individuales de los personajes, una temática intimista y existencial, donde están muy presentes los sentimientos del protagonista, la memoria y la identidad. No se cuestiona la realidad social que presentan ni se trata de universalizar las preocupaciones e inquietudes de los personajes, sino que los personajes son individualizados y únicos.
No obstante, la novela de los setenta hasta hoy es, pues, deudora en gran medida de los recursos técnicos de décadas anteriores y de los géneros del siglo XX (novela negra, histórica, de aventuras, epistolar, de espías, novela rosa, relatos autobiográficos, etc.) en las que la intriga se halla cuidadosamente dosificada y en muchos casos aderezada con toques de humor.
Predomina el relato en tercera persona, aunque es frecuente también la narración en primera persona subjetiva y el monólogo interior, o se recurre a la segunda persona para reflejar la conciencia y la psicología del personaje.
En cuanto al tiempo narrativo, se recupera el relato cronológico y lineal frente a la descomposición temporal de la novela experimental, si bien en ocasiones se recurre al desorden cronológico de acciones (fragmentarismo, simultaneidad), incluso conviviendo en una misma novela.
Los primeros títulos publicados en la década de los 70 (La saga/fuga de J. B. de Torrente Ballester, La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza y Los mares del Sur de Manuel Vázquez Montalbán) tienen una muy buena acogida por parte del público que, una vez acabada la Dictadura, tiene mayor acceso a la cultura y la literatura. Se produce así un desarrollo de la literatura, especialmente de la novela, en función de los gustos del público y de la necesidad de la industria editorial de publicar nuevas creaciones para un público cada vez más amplio. No obstante, la novela como producto de consumo no impide que se publiquen gran variedad de obras de calidad y un desarrollo de la novela en particular, y de la literatura en general, considerable.
En este contexto, la industria editorial satisface al consumo pero también lo crea o estimula, recurriendo al reclamo publicitario para atraer la atención del público; así, es significativa la proliferación de premios literarios (Premio de la Crítica, Premio Planeta, Premio Herralde, etc.), publicación de listas de títulos más vendidos, ferias del libro, firmas de autores en grandes almacenes e, incluso, incorporación a la literatura (sobre todo a la novela) de conocidos periodistas o presentadores de televisión.
En este contexto, la industria editorial satisface al consumo pero también lo crea o estimula, recurriendo al reclamo publicitario para atraer la atención del público; así, es significativa la proliferación de premios literarios (Premio de la Crítica, Premio Planeta, Premio Herralde, etc.), publicación de listas de títulos más vendidos, ferias del libro, firmas de autores en grandes almacenes e, incluso, incorporación a la literatura (sobre todo a la novela) de conocidos periodistas o presentadores de televisión.
2. Panorama General de la Narrativa del 75 a la Actualidad
En la etapa comprendida entre 1975 y la actualidad se incluye una nómina muy extensa de novelistas, cuyas obras se pueden clasificar en uno o varios subgéneros. Aunque hay rasgos comunes para agruparlos por generaciones, cada novelista presenta características propias y definitorias.
El periodo se inicia a partir de la publicación de dos novelas de gran relevancia: La saga/fuga de J. B. de 1972, con la que Torrente Ballester parodia la novela experimental y supone el final del género, y La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, publicada en 1975, en la que se combina la herencia narrativa con nuevas técnicas (simultaneidad de acciones, intertextualidad, perspectivismo) y con la que definitivamente se entra en una nueva etapa de la novela en España, etapa en la que se distinguen cinco generaciones de novelistas:
Generación del 36
Novelistas que comenzaron su carrera en los cuarenta y que continúan publicando hasta finales del siglo XX o principios del XXI: Miguel Delibes (El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, El hereje), Torrente Ballester (La saga/fuga de J. B.; Crónica del rey pasmado), Ana María Matute (Solo un pie descalzo; El verdadero final de la Bella Durmiente) y Camilo José Cela (Oficio de tinieblas, 5; Mazurca para dos muertos; Madera de boj).
Generación de Medio Siglo
Comienzan su carrera en los 50 con el realismo social: Jesús Fernández Santos (Extramuros), Luis Goytisolo (Reivindicación del conde don Julián; Paisajes después de la batalla), Caballero Bonald (Ágata ojo de gato), Juan Benet (El aire de un crimen, Volverás a Región), Carmen Martín Gaite (Caperucita en Manhattan) y Rafael Sánchez Ferlosio (Guapo y sus isótopos), entre otros.
Generación del 68
Novelistas que comienzan su carrera literaria en los 70: Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán, Lourdes Ortiz, Luis Mateo Díez, Ana María Moix, Juan José Millás y Juan Marsé, entre otros.
Generación de los 80
Novelistas que se incluyen dentro de la llamada posmodernidad: Luis Landero, Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Rosa Montero, Arturo Pérez-Reverte, Almudena Grandes, Julio Llamazares y Antonio Muñoz Molina, entre otros.
Narrativa Última
Novelistas que comienzan a publicar en la década de los 90: Elvira Lindo, José Ángel Mañas, Ray Loriga, Lucía Etxebarria, Lorenzo Silva, Belén Gopegui, Manuel Vicent y Maruja Torres, entre otros.
3. Características Generales, Autoras/es y Obras
Generación del 68
Con este término se agrupa a una serie de novelistas que publican coincidiendo con el final de la novela experimental y el poco interés que suscitaba este género narrativo entre el público.
Se vuelve a la necesidad de narrar, de contar historias, construyéndose personajes complejos que ven una realidad desde el “yo subjetivo”. Se distinguen tres subgéneros: la metanovela, en la que destaca Carmen Martín Gaite (El cuarto de atrás); la novela policiaca (representada por Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta, Manuel Vázquez Montalbán con Yo maté a Kennedy y Lourdes Ortiz con Picadura mortal, novela en la que aparece por primera vez una mujer detective); y la novela histórica (Lourdes Ortiz; Lo que es del César).
Generación de los 80
Con la publicación de Bélver Yin en 1981 de Jesús Ferrero se inicia la llamada “posmodernidad”, concepto por el cual se define un nuevo tipo de novela que, considerando esencial que la novela relate historias (narratividad), trata de transgredir de nuevo los moldes tradicionales y acentúa la tendencia introspectiva de los personajes.
En la narración se combinan elementos populares (personajes, diálogos, escenas) con elementos cultos (recursos, diversidad textual), creando una suerte de collage, muy cercano al pastiche, cuyo estilo se ve influenciado por movimientos artísticos o sociales del momento como el cine de Almodóvar o la Movida madrileña.
La metaliteratura, combinada con dosis de novela psicológica, tiene continuidad en esta década con El desorden de tu nombre de Juan José Millás (1988), coincidiendo con la aparición de un nuevo subgénero, la novela lírica, en la que prosa y lírica se unen para dar como resultado una narración entre sugerente y evocadora. Julio Llamazares con La lluvia amarilla, en la que reproduce un inmenso y emotivo monólogo del último superviviente de un pueblo abandonado, y Javier Marías con Corazón tan blanco, son sus representantes más destacados, aunque también son relevantes las novelas de autores de etapas anteriores como La cólera de Aquiles de Luis Goytisolo o Gramática parda de García Hortelano.
Lo testimonial y la novela de tesis aparece en varias obras de Rosa Montero, novelista y periodista, en cuyas primeras novelas (Crónica del desamor, Te trataré como a una reina y Amado amo) conjuga voluntad de denuncia y crítica con introspección emocional de los personajes.
En su obra se aprecia cierta evolución hacia otros géneros como la novela existencial (La hija del caníbal), sentimental (La ridícula idea de no volver a verte) o ciencia ficción (Lágrimas en la lluvia).
Novelistas destacados de esta generación son también Luis Landero que, junto a Luis Mateo Díez y José María Merino, son autores en cuyas obras se aprecia la huella cervantina o de la narrativa clásica, en cuanto a la expresión a través de una prosa clara y equilibrada. Destaca Juegos de la edad tardía de Landero, en la que el realismo ha sido calificado de imaginario por su cervantina propuesta para escapar de la vulgaridad por la vía de la imaginación.
En esta época, gracias a determinados premios como “La sonrisa vertical”, resurge la novela erótica, género representado por Almudena Grandes con Las edades de Lulú y La vieja sirena de José Luis Sampedro, novelista que había iniciado su trayectoria literaria en la posguerra y en 1985 consigue un gran éxito literario (de crítica y público) con La sonrisa etrusca.
Otros autores importantes de este periodo, además de Almudena Grandes, Arturo Pérez-Reverte y Antonio Muñoz Molina, son Terenci Moix (No digas que fue un sueño) y Luis Antonio de Villena.
Narrativa Última
Entre finales de siglo y principios del XXI se ha producido un cambio significativo en la comunicación y, particularmente, en la comunicación literaria. Las redes sociales facilitan la interacción entre productor y consumidor de literatura e, incluso, el receptor se puede convertir en emisor de literatura a través de las diferentes redes, bien como crítico/a, bien autopublicando sus obras (poesía, relato corto, cuento, monólogo, etc.). Esto no solo amplía la producción literaria, pues a lo que se publica en papel hay que añadir lo que se publica en redes, sino que dificulta su estudio, análisis y clasificación.
Así y todo, y aun con la falta de perspectiva para el estudio de la novela desde finales de los 90 hasta la actualidad, pueden establecerse varios subgéneros vigentes hoy en día: novela negra, novela histórica, realismo sucio, relato corto, microrrelato, novela comprometida, novela intimista, novela gráfica, novela fantástica y de ciencia ficción, novela infantil y juvenil y libros de viajes.
En la novela policiaca destaca Lorenzo Silva con El alquimista impaciente, novela en la que aparece el sargento Bevilacqua, protagonista de una serie de novelas.
La novela histórica está representada por dos autoras, Almudena Grandes con la serie Episodios de una guerra interminable y Dulce Chacón con La voz dormida, y por Javier Cercas con Soldados de Salamina.
Realismo sucio: Término que se toma del realismo sucio norteamericano (William Burroughs, Charles Bukowski) y que se desarrolla bajo la influencia de estos autores y los de la Generación Beat (Kerouac, Ginsberg). Son novelas en las que se reflejan realidades que giran alrededor del alcohol, las drogas o la marginalidad. Representantes de esta narrativa son José Ángel Mañas (Historias del Kronen), Ray Loriga (Héroes) y Lucía Etxebarria (Beatriz y los cuerpos celestes).
Durante esta etapa toma también cierta relevancia el relato corto, género que aparece publicado en antologías. También pueden aparecer incluidos como serie de relatos, presentados a caballo entre el relato corto y la novela, como Los girasoles ciegos de Alberto Méndez.
En el microrrelato, género en auge en la actualidad gracias a su transmisión en redes sociales, se reducen al mínimo los elementos narrativos (personajes, acción, tiempo, espacio, narrador), con los que el autor/a demuestra su ingenio narrativo.
La llamada novela comprometida de este periodo es una novela en la que se recupera la necesidad de criticar la realidad en cuanto a determinados comportamientos (corrupción, machismo, injusticias laborales y sociales, etc.) o reivindicar derechos sociales e individuales (dependencia, feminismo, homosexualidad, etc.). Son novelistas representativos de esta tendencia Rafael Chirbes (Los viejos amigos), Belén Gopegui (El padre de Blancanieves), Álvaro Pombo (Contra natura) o Luis Antonio de Villena (El charlatán crepuscular).
En la novela intimista, novela en la que sus personajes se describen como reflejo de sus autores/as, se abordan temas como la soledad, la identidad, el fracaso o la ambición. Cultivan este subgénero novelistas como Manuel Vicent (Tranvía a la Malvarrosa) o Maruja Torres (Un calor tan cercano).
Actualmente ha crecido el número de publicaciones de distintos géneros nuevos como la novela gráfica, género a caballo entre la novela y el cómic, proliferando últimamente incluso la adaptación al cómic de grandes obras universales, o tradicionales como la novela infantil y juvenil, destacando en este género autores como César Mallorquí (Las lágrimas de Shiva, La isla de Bowen), Jordi Sierra i Fabra (El asesinato de la profesora de lengua), Carlos Ruiz Zafón (El príncipe de la niebla, El palacio de medianoche) o Andreu Martín y Jaume Ribera (Todos los detectives se llaman Flanagan). La novela de ciencia ficción en castellano ha tenido una menor incidencia en el panorama literario, aunque cabe destacar la novela de Ana María Matute, Olvidado rey Gudú.
Por último, cabe mencionar la obra de Carlos Ruiz Zafón, El Cementerio de los Libros Olvidados, obra inclasificable por cuanto que combina diferentes tipos de técnicas (perspectivismo, simultaneidad, diversidad textual, subjetivismo, intertextualidad, etc.) y géneros (metaliteratura, novela histórica, policiaca, gótica y epistolar). La tetralogía está formada por La sombra del viento, El juego del ángel, El prisionero del cielo y El laberinto de los espíritus.
