La Literatura Española bajo el Franquismo: Poesía y Narrativa de Posguerra

La Literatura Española en la Posguerra: Un Panorama Desolador (1939-1960)

Tras la Guerra Civil Española se inició la dictadura franquista, años duros que configuraron un desolador panorama cultural. El país se sumió en la miseria, la represión y la censura. La literatura se hundió en un profundo aislamiento, atenazada por la censura política e ideológica. Además, numerosos exiliados en diversos países de la América hispana continuaron su labor literaria fuera de España. Un tema recurrente en su obra fue el pasado de España, el recuerdo de la Guerra Civil y una gran nostalgia, idealizando a menudo la infancia.

Para los autores que no se exiliaron, el periodo entre 1939 y 1950 representó un camino difícil para la literatura y la poesía. Sobrevivieron algunos de los miembros de la Generación del 27, como Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego, quienes continuaron su labor poética. Junto a ellos, la Generación del 36 apoyaba dos grandes revistas: Escorial y Garcilaso. Estos poetas, o bien aprobaban y aceptaban la nueva situación, o bien reflejaban la desesperanza del presente y del futuro.

La Poesía de Posguerra: Arraigo y Desarraigo

Dámaso Alonso definió dos posturas poéticas principales:

  • Literatura arraigada: Aquella que «echaba raíces» en los valores tradicionales y el orden establecido.
  • Literatura desarraigada: Aquella que reflejaba una «realidad dolorosa e injusta», mostrando una visión crítica y existencial.

A pesar de la pobreza general de la cultura durante la primera década de la posguerra, la poesía mostró una notable diversidad y riqueza artística. Un rasgo importante fue la invención de seudónimos, aunque en algunos poemas había matices que revelaban a los autores. Después de la Guerra Civil, la poesía buscó valores formales, un verso bien hecho, y evadió la cruda realidad, alejándose de la problemática existencial y social del momento. Se produjo una rehumanización de la poesía, dándole un nuevo valor al sentimiento, la intimidad y el mundo religioso.

La Generación del 36 y las Revistas Fundamentales

Los poetas que conformaron la Generación del 36, un movimiento literario situado entre 1936 y 1944, englobaban a los nacidos alrededor del año 1910 y que se hicieron populares en los años 30. Entre ellos destaca Miguel Hernández, autor de la célebre Elegía a Ramón Sijé. Estos poetas se agruparon en torno a dos revistas de gran importancia:

  • Escorial: Desempeñó un papel de primer orden en la difusión de la cultura. Un grupo de poetas, como Leopoldo Panero, Luis Rosales y Dionisio Ridruejo, estaban unidos por la amistad y por una misma conciencia política y poética. Escorial se apartó de la simple intención de propaganda de las ideas del partido y del régimen franquista.
  • Garcilaso: En 1943 surgió el Garcilasismo, que aglutinaba a un grupo de escritores jóvenes autodenominados «juventud creadora», cuyo director fue José García Nieto. Tomaron como modelo a Garcilaso de la Vega y tenían la intención de dar una visión caballeresca, amorosa e imperial de la vida, haciendo de la lírica un espacio donde predominaba el esteticismo y la búsqueda de la perfección formal. La forma del poema y el lenguaje de los poetas garcilasistas eran clásicos, puros, castizos y claros, revitalizando el neopopularismo que también se podía encontrar en la Generación del 27. Las formas preferidas eran el soneto, los tercetos encadenados y la décima. Los temas recurrentes en ambas revistas fueron: la familia, la religión, el paisaje y el amor.

Obras destacadas de este periodo incluyen Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre, así como la aparición de la nueva revista poética Espadaña.

La Poesía Social de los Años 50

Fruto de los intentos anteriores, y gracias al poemario Hijos de la ira de Dámaso Alonso, surge la poesía social de los años 50. Entre 1955 y 1960, la lírica española pasó de la preocupación existencial por los problemas del individuo a una preocupación por los problemas de la colectividad. Los principales poetas de esta tendencia fueron Gabriel Celaya, Blas de Otero, Gloria Fuertes y José Hierro.

La Narrativa de Posguerra: Ruptura y Reconstrucción

El ambiente vacío y la desorientación cultural propios de los años 40 fueron muy acusados en el campo de la novela. Se había roto con la tradición inmediata: quedaban prohibidas las novelas con contenido social o fuera de la ortodoxia católica, así como las obras de los exiliados. Fue una época de búsqueda y tanteos. Algunos autores pertenecientes al bando vencedor gozaban del favor del régimen, pero sus aportaciones fueron escasas o no tuvieron eco.

La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución literaria española por varias razones:

  • La muerte de algunos de los grandes modelos de la novela española del siglo XX (Unamuno, Valle-Inclán).
  • El exilio de otros autores que habían comenzado a destacar en la década de los 30 (Max Aub, Francisco Ayala, Ramón J. Sender).
  • La censura impidió la tendencia de novela de corte social que se venía haciendo desde la década de los 30, y una clara imposibilidad de importar textos de autores extranjeros.

Esas mismas circunstancias histórico-económicas (miseria, desigualdades, falta de libertades) hicieron que perdiera sentido la novela deshumanizada y vanguardista. La novela española en la década de los 40 tuvo que comenzar de nuevo y se rompió la continuidad con la línea del vanguardismo. Los narradores debieron crear una nueva tradición novelística que, en parte, retomó los modelos de la narrativa realista de autores como Galdós o Clarín. Los autores del momento buscaron un punto de arranque en la tradición española y volvieron a empezar la tradición narrativa. Entre ellos se encuentran los autores de la Generación del 36, como Juan Antonio Zunzunegui, Miguel Delibes, José María Gironella, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela y Carmen Laforet.

Tipos de Novela en la Posguerra

En la posguerra, estos novelistas cultivaron fundamentalmente tres tipos de novela que, en general, reflejaban una visión pesimista y existencial de la realidad y se convirtieron en el punto de partida de la nueva narrativa del siglo XX:

  • La novela ideológica o de los vencedores: Con propósito propagandístico y finalidad moralizante, trataban el tema de la Guerra Civil, donde el mundo se dividía entre vencedores y vencidos. Tenían escasa calidad literaria, preocupadas en infundir unas ideas. También intentaban ocultar la dura realidad de la España destruida por la guerra, las penurias, el hambre y el desánimo.
  • La novela realista clásica: Proporcionó los valores y sus comportamientos constituyeron un tema fundamental. Continuaron con el realismo tradicional sin introducir innovaciones técnicas y temáticas. Solía desarrollarse en un largo período de tiempo con una sucesión de hechos que daban lugar a la llamada novela río.
  • La novela de humor y fantasía: Creó mundos imaginarios y constituyó un recurso para rechazar una realidad que resultaba demasiado terrible. Intentaba la superación del realismo tradicional.

Obras destacadas de este periodo son La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela (1942), Nada de Carmen Laforet (1945) y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes (1948). Todas ellas reflejan el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista, plasmada con personajes tristes y desorientados. Sus características principales son:

  • Presentación amarga de la realidad del momento.
  • Temas recurrentes: la soledad, la desolación, la muerte.
  • Presencia de personajes angustiados.
  • Ausencia de crítica social explícita (en las primeras obras).

La Novela Social y el Realismo Crítico

Hemos de recordar que estos autores tienen una característica en común: el compromiso ético y social del escritor, la idea de que la literatura debía servir para transformar el mundo. Se trata del realismo crítico. Uno de los rasgos distintivos de la Generación del Medio Siglo era la manera en que la sociedad española se convertía en el tema central de su narrativa. Los temas abordados incluían la dura vida de los campesinos, la miseria y la degradación en los suburbios urbanos, todo ello con ánimo de denuncia, haciendo hincapié en las injusticias y solidarizándose con los más oprimidos. Se intentaba, por medio de la obra, concienciar al lector de los graves problemas que acosaban a la sociedad del momento y promover el cambio social.

Como en poesía, el precio a pagar por el peso que adquiere la denuncia en la literatura es que en muchas de las obras sociales el testimonio adquiere prioridad sobre las técnicas formales y el estilo, predominando las obras sencillas y concisas. Era habitual la narración lineal, los espacios reducidos, la abundancia de descripciones, el personaje representativo de un grupo o clase social, la rigurosa documentación de los hechos, y la importancia de los diálogos y del habla popular, evitando cualquier tipo de artificio lingüístico.

Se puede decir que se sacrificaba la calidad literaria por un lenguaje utilitario a disposición de los fines de la novela. En la novela social, el autor pretendía quedarse al margen de los hechos narrados, presentar la realidad desde una perspectiva neutral, pues entendía la novela como un testimonio de la época. Esto se alinea con la teoría conductista o behaviorismo, según la cual la literatura debe recoger solo las acciones y palabras de los personajes y los ambientes, como una cámara de filmar, sin explicar los pensamientos de aquellos. Así pues, la primera consecuencia más evidente es que el autor no aparece en la obra y se limita la importancia del protagonista. El lenguaje era coloquial, claro y prosaico. El ejemplo más significativo de estos rasgos es El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio.

Las novelas de la época suelen ser clasificadas por su falta de imaginación y por ser estilísticamente con una gran carga ideológica. Sin embargo, casi todos los escritores de esta generación evolucionaron en su escritura en años posteriores. Por otra parte, estos años son muy importantes para la tradición de la narrativa breve, constituyendo el mejor momento que ha vivido el cuento contemporáneo, la edad dorada del cuento. Nos referimos al cuento social realista, y algunos maestros de este género fueron Ignacio Aldecoa y Medardo Fraile.

Finalmente, la novela de los años 40 fuera de España, firmada por novelistas en el exilio, continuó evolucionando. Siguieron escribiendo los novelistas que ya habían iniciado su obra antes del enfrentamiento civil, como Ramón J. Sender, Francisco Ayala, Max Aub y Rosa Chacel, entre otros.

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