Benito Pérez Galdós: Realismo, Obra y la Novela Miau

Biografía de Benito Pérez Galdós

Benito Pérez Galdós (1843-1920) nació en Las Palmas de Gran Canaria y falleció en Madrid, ciudad donde pasó la mayor parte de su vida. Fue una figura central de la novela realista española, destacando no solo como novelista, sino también en el ámbito político y periodístico, siendo diputado en varias ocasiones. Tuvo, además, una notable relación amorosa con otra escritora de la época, Emilia Pardo Bazán.

Galdós escribió una extensa obra narrativa, que incluye 32 novelas, 46 Episodios Nacionales, 24 obras de teatro e infinidad de prólogos, artículos, cuentos y críticas literarias.

Sus novelas, que siguen las etapas del Realismo en España, están inspiradas en el noble ideal de que la literatura puede modernizar la sociedad y que la educación es el instrumento más importante para el progreso del país.

Comentario de la Novela Miau

Contexto de Miau

Miau es una de las novelas más importantes de Galdós. Pertenece al grupo de las llamadas “novelas españolas contemporáneas”. Fue publicada en 1888 y se centra en la figura de un cesante, Ramón Villaamil, funcionario de Hacienda que —como solía suceder— se ha quedado en la calle como consecuencia de un cambio político. A lo largo de la novela se observa una degradación del personaje, que va enloqueciendo hasta suicidarse. Además de reflejar cómo era la burocracia de la época, la obra muestra una vida apagada y frustrada; Villaamil es un personaje vulgar que vive en una España mediocre.

Estructura y Narración

El fragmento que vamos a comentar pertenece al capítulo primero. El retrato del personaje muestra la habilidad que tiene Galdós para describir. Villaamil está en su despacho, que el autor describe de forma rápida y precisa (“un aposento próximo a la entrada de la casa”), seleccionando aspectos de gran fuerza plástica (“Como la luz del día era ya tan escasa, apenas se veía dentro del aposento más que el cuadro luminoso de la ventana”). Es un entorno familiar, en el que irrumpe Pura, la esposa de Villaamil, que acude a la llamada de este para llevarle la luz que pide, porque ya está anocheciendo.

Así, en el texto, tenemos narración propiamente dicha, con un narrador externo que señala, en tercera persona, qué sucede (“De un aposento… salió una voz…”, “Doña Pura fue hacia el comedor…”), dónde (“penetró en el llamado despacho”), cuándo (“la luz del día era ya tan escasa…”), y a quién (“se destacó un sombrajo larguirucho, que al parecer se levantaba de un sillón…”).

Personajes y Diálogo

Los personajes que aparecen son Villaamil y su mujer, que le lleva la luz que necesita. Las intervenciones en estilo directo, de diálogo, ponen de manifiesto su relación familiar, porque ese es el registro empleado:

“Pero, mujer, no se te ocurre traerme una luz.”

Por lo tanto, el diálogo es también un elemento caracterizador.

Descripción y Simbolismo

Y, por último, hay descripción. El autor pinta con palabras el escenario “pieza de poco más de tres varas en cuadro, con ventana a un patio lóbrego” y al personaje protagonista, a Villaamil, que se había levantado de un sillón como “si se desdoblase”, “desperezándose”, que hablaba con “temerosa y empañada voz”, y que con la llegada de la lámpara de petróleo, salió de la oscuridad “como algo que se crea surgiendo de la nada”.

Galdós comienza retratando al hombre como “Alto y seco”, al estilo de Don Quijote, pero enseguida se centra en lo más revelador de su cabeza: un busto ajado por el tiempo y las desgracias, que es un grotesco vestigio de lo que fue (“un tigre que… después de haberse lucido en las exhibiciones ambulantes de fieras, no conserva ya su antigua belleza”). Es magnífica la imagen del tigre “viejo y tísico”, de “pintorreada piel”, que evoca la piel amarilla, surcada por pliegues oscuros, de Villaamil. Lo que sugiere es una gran decadencia. Por ello, a lo largo de todo el fragmento se suceden palabras evocadoras de la muerte:

  • “una voz cavernosa y sepulcral”
  • “ojos grandes y terroríficos”
  • “el cráneo liso y de color de hueso desenterrado, como si acabara de recogerlo de un osario para taparse con él los sesos”

Recursos Estilísticos

Los recursos estilísticos, presentes en los ejemplos entresacados previamente, son:

  • El empleo de adjetivos muy precisos, dispuestos de dos en dos o de tres en tres:
    • “un tigre viejo y tísico
    • “las orejas transparentes, largas y pegadas al cráneo
    • “la barba corta, rala y cerdosa
  • Las comparaciones:
    • “se levantaba de un sillón como si se desdoblase
    • “salieron de la oscuridad como algo que se crea surgiendo de la nada
    • “las rayas de sombra parecían manchas
  • La apreciación expresiva de las cosas mediante sufijos:
    • “un sombrajo larguirucho

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