El Sentido del Honor en Crónica de una Muerte Anunciada
La acción de Crónica de una muerte anunciada se desarrolla en un ambiente de casualidades, equivocaciones y contradicciones, que es lo que posibilita la tragedia. Hay dos puntos claros y firmes: el asesinato de Santiago Nasar y la creencia de todo el pueblo en la validez de su código de honor. El valor de la honra, visto de esa manera, solo puede ocasionar tragedias.
Cuando Bayardo San Román devuelve a la novia a sus padres por no ser virgen, está condenando a muerte a alguien. Se aplicará el código de honor que dice que la honra solo se recupera con la muerte. Este es un precepto tradicional desde el romancero y el teatro del Siglo de Oro hasta La casa de Bernarda Alba de Lorca. El sentido de la honra es el desencadenante de la tragedia. Este sentido, unido al honor, es otro de los grandes ejes temáticos.
El Honor en la Literatura Clásica y su Evolución
En la literatura barroca, el honor tenía tanto valor como la vida misma. Su pérdida exigía la inmediata reparación mediante la venganza. En los dramas de adulterio, el honor familiar se depositaba en la virtud de la mujer. El marido, padre o hermano lo vengaban. Así ocurre en El pintor de su deshonra de Calderón y en Peribáñez y el Comendador de Ocaña de Lope de Vega.
Con el paso del tiempo, este concepto de honor-honra se ha transformado. Hoy, la idea de la honestidad de la mujer y la influencia social de la mujer ha evolucionado. Todavía quedan restos de ese cerrado código del honor, tal y como se refleja en algunas obras literarias actuales. La intervención de esta fuerza es la clave que permite entender la muerte de Santiago Nasar.
La Venganza Colectiva y el Código Social
En la obra, los hermanos Vicario y el pueblo entero toman la venganza. El sentido de la palabra honor está en relación con la esfera del amor, entendido como virginidad y fidelidad. Nadie en el pueblo parece dispuesto a estorbar la pretensión de los vengadores. Cumplir como hombre es vengar la deshonra de la hermana, que es la deshonra de toda la familia.
La mayoría de los habitantes del pueblo acepta el código del honor, entre otras cosas porque los exculpa por no haber impedido un crimen. Los hermanos Vicario son los señalados inexcusablemente por las circunstancias para ejecutar al ofensor, pues el padre es viejo y ciego, incapaz de actuar. Se conjuga en esta muerte una venganza particular y una ejecución pública. Digo lo último porque el sentimiento de honor arraigado en el pueblo es atacado y, por tanto, es necesario castigar la ofensa para ejemplo de futuros ofensores.
El código social del honor es suficiente para explicar un crimen. A este código tampoco escapa el marido defraudado. La altanería de San Román se derrumba cuando descubre la verdad. Después de esto, sale del pueblo en estado lamentable, dejando la imagen de una víctima ante todos. En esta obra, el pueblo se adelanta a la acción judicial: el ofensor es su ofensor y al pueblo le corresponde castigarlo para restaurar el orden social. Independientemente de la opinión del juez, los ejecutores se sintieron inocentes.
La Fatalidad: Un Eje Central en Crónica de una Muerte Anunciada
La fatalidad es uno de los aspectos más importantes de esta novela. El título contiene ya todos los elementos básicos de la fatalidad: la muerte, una muerte anunciada, decretada desde un tiempo atrás. La novela empieza fatalmente. El personaje está condenado de antemano fatalmente. No tiene arreglo posible.
Luego, otro factor importante es el destino que domina la historia hasta hacer de ella una tragedia de sentido fatal. A diferencia de la tragedia clásica, aquí no son los dioses quienes deciden por los hombres, sino que este es labrado por las persistentes torpezas humanas. La obra encierra de entrada una contradicción fundamental: que todo el pueblo sepa que los Vicario van a matar a Santiago Nasar, menos él, que no se entera hasta el final y no entiende nada.
Contradicciones y Ambigüedades
La contradicción se presenta como una realidad de la trama, la torpeza humana. Notamos que los asesinos anuncian con insistencia la muerte. Al pregonar sus intenciones, consiguen el efecto contrario: la mayoría no toma en serio sus palabras o cree que Santiago ya lo sabe.
La segunda gran contradicción es que en una sociedad cerrada y puritana, donde además todos se enteran de todo, Ángela Vicario hubiera podido perder la virginidad con un joven del pueblo y que tal hecho no se supiera. A estas contradicciones se suman fatídicamente el resultado de ciertas ambigüedades. Son muchos los hechos que ni personajes, ni lector ni el narrador consiguen despejar.
La obra está organizada en la ambigüedad de quién cometió el crimen de honor del que es víctima Ángela Vicario. La sensación que queda al lector es de que Santiago Nasar fue asesinado por algo que no cometió. Pero cuando Ángela años después ratifica que fue él, pero nadie la cree. Vemos otra vez ahí esa ambigüedad. Santiago Nasar es un juguete del destino, muere sin entender lo que ocurre.
Casualidades Fatales que Sellan el Destino
Aquellos que intentan evitar esta muerte fracasan, porque las casualidades fatales se imponen. Las casualidades son unas cuantas:
- Visto el episodio del obispo desde la muerte de Santiago Nasar, es evidente que la visita de aquel hubiera podido evitarla o, cuando menos, retrasarla.
- El sobre que advierte del peligro y que nadie advierte en casa de Santiago Nasar.
- La búsqueda infructuosa de su amigo Cristo Bedoya.
- La actitud de la cocinera de los Nasar y la de su hija.
- La costumbre de entrar a casa de los Nasar por la puerta de atrás y no por la principal.
- Los olvidos y actuaciones irresponsables de dos fuerzas vivas del pueblo: el Coronel Lázaro Aponte y el Padre Amador.
- El cierre de la puerta de casa de los Nasar por parte de la madre de Santiago.
- Los sueños de Santiago Nasar antes de morir adquieren después categoría de presagios.
El tema de la fatalidad o del destino del hombre es uno de los grandes temas de la literatura de todas las épocas. En el Barroco fue tratado por Calderón en La vida es sueño y por Tirso de Molina en El condenado por desconfiado.
