El Renacimiento
1. Marco Histórico-Cultural del Renacimiento
1.1 La expansión política
El Renacimiento fue la época de formación de los grandes Estados nacionales. La aplicación de la pólvora permitió a los reyes crear modernos ejércitos y afianzar su poder frente a la nobleza. La monarquía absoluta se fue imponiendo como forma de gobierno.
- El reinado de Carlos I estuvo dominado por la idea del monarca de crear un imperio universal bajo su mando. Este objetivo llevó a los ejércitos españoles a sostener diversas guerras en Europa, al tiempo que se emprendió la conquista de México y del Perú. Y aunque el poderío hispano impuso su hegemonía en el mundo, las continuas campañas provocaron un desgaste financiero y humano que impidió el normal desarrollo económico de la Península y sentó las bases de la decadencia española.
- Con Felipe II la crisis financiera se agudizó, y el rey tuvo que declarar por tres veces la bancarrota. El personalismo de Felipe II y la creación de un gran aparato burocrático hicieron más lenta la solución de los problemas urgentes que afectaban a España.
1.2 La organización social
La sociedad renacentista mantuvo la división medieval en tres estamentos: nobleza, clero y estado llano. La separación entre los estamentos no fue, sin embargo, tan rígida y se introdujeron además distinciones de carácter económico. Así, dentro del estamento de la nobleza se distinguía entre:
- Grandes
- Títulos
- Caballeros
- Hidalgos
según la cuantía de sus rentas. La literatura nos ofrece numerosos casos de hidalgos empobrecidos que, aun así, conservaban los privilegios propios de su estamento: don Quijote es uno de ellos.
La expulsión de los judíos en el año 1492 y las guerras de religión crearon una segunda diferenciación social. Frente a los conversos o cristianos nuevos (judíos convertidos al cristianismo) se afirmó el sentimiento de cristiano viejo, entendiendo por cristiano viejo a todo cristiano que careciera de antecedentes judíos o musulmanes. Este sentimiento tuvo tal importancia que muchos gremios exigían a sus afiliados demostrar su limpieza de sangre, es decir, su condición de cristiano viejo. Autores como Fernando de Rojas, fray Luis de León, santa Teresa de Jesús o Mateo Alemán tuvieron antecedentes judíos, lo cual pudo haber influido tanto en su concepción del mundo como en su producción literaria.
1.3 La cultura
La cultura renacentista siguió marcada por la huella que imprimieron los humanistas, de modo que continuaron los estudios clásicos, en especial durante la primera mitad del siglo XVI. La generalización de la imprenta, inventada por Gutenberg a mediados del siglo XV, procuró a estos estudios una difusión que era inconcebible en épocas anteriores. Para comprender el sentido universalista de la cultura del Renacimiento basta un ejemplo: el Lazarillo de Tormes se publicó a la vez en Burgos, Alcalá de Henares y Amberes (Bélgica).
2. La Literatura Renacentista: Fuentes y Temas
2.1 Fuentes de la literatura renacentista
La literatura castellana del siglo XVI registra influencias externas, que son un reflejo más del universalismo renacentista. Entre ellas cabe destacar las siguientes:
- La influencia italiana, patente sobre todo en la adopción de los esquemas métricos italianos (endecasílabos, sonetos…) y en la introducción de algunos subgéneros novelescos, como la novela pastoril.
- La influencia clásica, que se manifiesta tanto en los temas como en la búsqueda de un estilo armónico y equilibrado.
- La influencia de Erasmo de Rotterdam, especialmente en la prosa didáctica y en las colecciones de refranes, dichos y sentencias.
Junto a estas influencias externas hay un desarrollo de la literatura de tradición castellana, como es el caso de los libros de caballerías, que siguen el modelo del Amadís de Gaula, y surgen a la vez algunos productos genuinamente hispanos, como la novela picaresca.
2.2 Temas de la literatura renacentista
Los temas más frecuentes en la vasta producción literaria del siglo XVI son:
- El amor. El Renacimiento descubre la belleza del cuerpo humano y exalta las sensaciones placenteras, en especial las que se producen a través de la vista y del oído. Junto a la exaltación pagana del amor corporal se exaltan también el amor idealizado y el amor divino.
- La naturaleza. La acción poética o novelesca suele situarse en un paisaje muy idealizado, formado por ríos de aguas siempre cristalinas, grandes arboledas, extensas praderas siempre verdes… La soledad y el silencio de ese paisaje idílico y lleno de armonía es el marco apropiado para el lamento amoroso o el desarrollo de escenas inspiradas en la mitología.
- La mitología. El Renacimiento pone de nuevo en circulación los mitos griegos, en especial los que están al servicio de la pasión amorosa. Los bosques, los ríos y las fuentes se pueblan de ninfas y de sátiros, a la vez que diversos personajes míticos reviven en la pluma de los autores renacentistas.
- El sentimiento religioso. La paganización propia del primer Renacimiento se torna religiosidad en época de Felipe II. Los temas siguen siendo los mismos –el amor, la naturaleza–, pero ahora los escritores ascéticos y místicos los divinizan y los aplican a la exaltación del sentimiento religioso.
- La historia. Los acontecimientos del momento se convierten en fuente de inspiración para muchos autores. La justificación de la política imperial de Carlos I o el relato de los sucesos más destacados del descubrimiento y de la conquista de América dan vida a varias obras literarias.
- El mundo caballeresco. La Edad Media pervive también mediante un proceso de idealización en numerosos relatos, especialmente en la novela de caballerías y en la novela morisca.
3. Lengua y Estilo
3.1 Situación lingüística en el siglo XVI
El siglo XVI es la época de consolidación del español clásico. Los grandes reajustes que se producen en el paso del siglo XV al XVI se consolidan a lo largo de la centuria, de modo que la lengua queda fijada en el estado en que la conocieron nuestros grandes autores clásicos. De esta época proceden los actuales sonidos [z] y [j].
Subsisten, no obstante, algunas vacilaciones que afectan sobre todo al timbre de las vocales átonas. Así, se dudaba entre “aleviar” y “aliviar”, entre “cobrir” y “cubrir”, y Teresa de Jesús escribe “sepoltura”, “siguro” o “ceremonia”. Lo mismo ocurría en el caso de los grupos consonánticos: hubo escritores que los simplificaban y escribían “sinifiquen”, “acetar”, “tradutor” o “coluna”; otros, en cambio, mantenían las dos consonantes y preferían “signifiquen”, “aceptar”, “traductor” o “columna”.
Un fenómeno muy característico del español del siglo XVI fue la introducción de numerosos italianismos, en especial en el terreno de la literatura. Éste es el origen de palabras como novela, soneto, cuarteto, estancia y madrigal, entre otras.
3.2 La lengua literaria del Renacimiento
Naturalidad y selección resumen el ideal estético del Renacimiento. La naturalidad y el afán de hacerse entender fomentan el gusto por la expresión llana y sencilla, presente, por ejemplo, en el Lazarillo de Tormes o en las obras de Teresa de Jesús.
La armonía que el Renacimiento busca en la naturaleza, en el hombre y en el arte se refleja también en la literatura:
- Se busca una expresión remansada, con frecuentes enumeraciones y desdoblamientos de términos sinónimos y abundantes paralelismos.
- El epíteto adquiere un valor estilístico de primer orden.
- El hipérbaton se sigue empleando, pero pierde la violencia que tenía en los autores del siglo XV y se convierte en algo natural.
Podemos observar todos estos rasgos en estos versos de la Égloga III de Garcilaso de la Vega:
[…] A sus hermanas a contar empieza
del verde sitio el agradable frío,
y que vayan, les ruega y amonesta,
allí con su labor a estar la siesta.
La lengua literaria alcanza su mayor esplendor en la literatura mística, cuyo objeto es describir la unión espiritual entre el alma y Dios. Esta unión origina sentimientos que los propios místicos consideran inefables, es decir, que no se pueden explicar con palabras. Por eso, los místicos recurren a símbolos y sus obras se pueblan de paradojas, metáforas, comparaciones y otros recursos literarios.
A finales del siglo XVI, el poeta sevillano Fernando de Herrera critica la naturalidad expresiva de los autores renacentistas e introduce una poesía artificiosa, culta y refinada que anuncia el Barroco.
4. Los Géneros Literarios del Siglo XVI
4.1 La poesía lírica
En el Renacimiento se produce una profunda renovación de la lírica, que afecta tanto a los temas como a la forma de los poemas.
Durante el primer cuarto de siglo se sigue cultivando la poesía cancioneril y alegórica. Pero en 1526, el poeta Juan Boscán se entrevista en Granada con el embajador veneciano Andrea Navagero, quien le insta a que emplee en castellano los metros italianos. Boscán sigue su consejo y comienza a escribir sonetos, canciones, tercetos encadenados y octavas reales, empleando para ello el verso endecasílabo.
No fue Boscán el primero que empleó en castellano el verso endecasílabo. Ya en el siglo XV, Micer Francisco Imperial y el Marqués de Santillana habían intentado sin éxito adaptar al castellano las formas métricas italianas. Ahora, en cambio, el ejemplo de Boscán es seguido por Garcilaso de la Vega, quien instaura una corriente de poesía de corte italianizante que se impuso sobre la poesía tradicional castellana, compuesta a base de versos de arte menor y de versos dodecasílabos (de 12 sílabas).
Garcilaso de la Vega logró transmitir al endecasílabo castellano la musicalidad que caracterizaba a los endecasílabos italianos compuestos por Petrarca. Combinó además con acierto los versos endecasílabos con los versos heptasílabos (de 7) e inventó algunas estrofas, como la lira, que tuvieron especial fortuna durante el siglo XVI. En liras están escritos algunos de los poemas más bellos de la poesía castellana.
De Garcilaso surgen dos corrientes en la segunda mitad del siglo XVI:
- Una corriente, representada por fray Luis de León, que muestra preferencia por los temas religiosos, filosóficos y morales. Mantiene el ideal de naturalidad en la expresión propia del Renacimiento y se inclina por las estrofas cortas, en especial por la lira.
- Otra corriente, representada por Fernando de Herrera, que prefiere los temas amorosos y patrióticos. Busca una expresión brillante y culta, con numerosos epítetos, hipérboles y cultismos, rompiendo el equilibrio renacentista entre expresión y contenido, a favor de la expresión. De este modo, se intentó crear un lenguaje específicamente poético, distinto del habla habitual. Esta corriente, denominada manierismo, sirvió de preludio al Barroco.
4.2 La poesía épica
Una consecuencia inmediata del sentido nacional y patriótico que impera en la España de Felipe II es el resurgir de una épica culta, formada por obras que recogen asuntos heroicos de la época.
Los poemas épicos más destacados son La Austriada, de Juan Rufo, y La Araucana, de Alonso de Ercilla. El primero tiene por objeto ensalzar la figura de don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II y héroe de Lepanto; el segundo narra acontecimientos de la conquista de Chile, muchos de ellos escritos en el propio campo de batalla.
- Soneto: 14 versos, 11 sílabas: ABBA ABBA CDC DCD (o CDE CDE)
- Canción: número indeterminado de estrofas (estancias); cada estancia contiene un número variable de versos de 7 y 11 sílabas, que se combinan a voluntad del poeta. Una vez fijado el esquema en la primera estancia, éste se repite a lo largo de la canción.
- Octava real: 8 versos, 11 sílabas: ABABABCC
- Lira: 5 versos, 7 y 11 sílabas, rima consonante: 7a11B7a7b11B
4.3 La literatura religiosa del Renacimiento
En el siglo XVI se desarrollan dos corrientes espirituales cuyas manifestaciones poéticas entroncan con la poesía de Garcilaso, con la poesía cancioneril y con los métodos de análisis de los sentimientos que tienen su origen en la poesía de Petrarca. Estas dos corrientes son la ascética y la mística.
- La ascética es un camino de perfeccionamiento espiritual que prepara el alma para recibir los dones que proceden de Dios.
- La mística es un estado de perfección espiritual en el que el alma percibe la presencia de Dios, recibe sus dones y acaba uniéndose con Él.
Ambas corrientes son resultado de la inquietud espiritual de la España del siglo XVI y se manifiestan con especial intensidad en el segundo Renacimiento, es decir, durante el reinado de Felipe II. Es en esta época cuando las dos figuras cumbre de la mística española, san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús, intentan transmitir sus experiencias místicas mediante la literatura.
Las obras ascéticas y místicas no forman, en realidad, un género literario. Los autores ascéticos y místicos escriben tanto en verso como en prosa. Incluso, a veces, escriben comentarios en prosa sobre lo que quieren decir en sus versos. No obstante, la unidad temática de estas obras y sus peculiaridades aconsejan diferenciarlas de otras obras escritas en verso y en prosa. Por eso, suele hablarse del género de la literatura religiosa.
Según los tratados de los místicos, el alma ha de recorrer un camino de renuncia y perfeccionamiento hasta llegar a la unión con Dios. Este camino comprende tres fases o vías:
- Vía purgativa. Es la fase en la que el alma se esfuerza en lograr la perfección mediante la renuncia a los vicios y la práctica de las virtudes.
- Vía iluminativa. Es la fase en la que el alma, ya purificada, comienza a gozar de la presencia de Dios.
- Vía unitiva. Es la fase en la que Dios y el alma se funden en una unión amorosa que se expresa mediante símbolos.
4.4 El teatro renacentista
También el teatro evoluciona de forma notable durante el siglo XVI. La distinción entre teatro religioso y teatro profano sigue vigente durante toda la centuria.
- El teatro religioso continúa ligado a las festividades de Navidad y de Pascua, a la vez que se potencian las representaciones del Corpus Christi. A lo largo del siglo irán desapareciendo los contenidos profanos de las piezas religiosas, afirmándose el carácter doctrinal de estas representaciones.
- El teatro profano tuvo dos vertientes:
- Una vertiente culta, representada por las tragedias que imitaban el teatro clásico y por obras de asunto histórico o legendario.
- Una vertiente popular, que desarrolla las tendencias festivas y costumbristas ya presentes en el teatro de Juan del Encina. El representante más destacado del teatro popular fue Lope de Rueda, creador del género de los pasos.
El paso es una pieza muy breve que se incluía en la representación de obras más largas y dramáticas con el fin de avivar el interés de los espectadores. En él se presenta una situación cómica que suele estar protagonizada por un personaje simple: el bobo. Del paso surgirá, en el siglo XVII, el género del entremés.
4.5 La prosa
En el siglo XVI se produce un florecimiento de tres modalidades de prosa: la prosa didáctica, la prosa histórica y la prosa de ficción.
La prosa didáctica
Los escritores erasmistas defendieron una literatura útil y verdadera, que sirviera para educar, y criticaron las obras de ficción, a las que consideraban mentirosas e inmorales. Por ello cultivaron diálogos sobre temas diversos y colecciones de refranes, dichos y sentencias. Entre los diálogos cabe destacar el Diálogo de la lengua, de Juan de Valdés, y La perfecta casada, de fray Luis de León.
La prosa histórica
La magnitud de las empresas españolas en el siglo XVI fomentó la creación de obras de carácter histórico. Entre ellas destacan las que refieren asuntos de la conquista de América. Quienes participaron en tales acontecimientos se convirtieron a veces en historiadores espontáneos y crearon relatos llenos de viveza y de frescura. Entre los historiadores de Indias destacó Bernal Díaz del Castillo, autor de la Verdadera historia de los sucesos de la conquista de Nueva España.
La prosa de ficción
El panorama de la prosa novelesca o de ficción en el siglo XVI es muy variado. Junto a géneros que perviven de épocas anteriores, como la novela sentimental o la novela de caballerías, surgen otros nuevos, como la novela pastoril, la novela bizantina, la novela morisca o la novela picaresca.
- La novela pastoril narra asuntos amorosos entre pastores, enmarcados en un paisaje idílico. Estos pastores son en realidad cortesanos y como tales hablan y se comportan. Las principales novelas pastoriles españolas fueron Los siete libros de Diana, de Jorge de Montemayor, y Diana enamorada, de Gil Polo.
- La novela bizantina refleja el afán de aventuras de la sociedad renacentista. El protagonista emprende un largo viaje lleno de peripecias: naufragios, raptos, falsas muertes. La acción se diversifica para seguir los avatares de los enamorados, separados por el azar. Finalmente, la historia termina con el reencuentro feliz de los enamorados.
- La novela morisca es fruto de la idealización del mundo árabe, una vez acabada la Reconquista. Los protagonistas de estas obras son musulmanes adornados de todas las virtudes. La principal novela morisca del siglo XVI es la Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa, obra que apareció inserta entre las páginas de la Diana de Montemayor. También están ambientadas en el mundo árabe las novelas de cautivos, que narran el cautiverio de cristianos en el norte de África. Cervantes nos ofrece en el Quijote algún ejemplo de este género.
- La novela picaresca nace a mediados del siglo XVI con la publicación del Lazarillo de Tormes, aunque no se desarrollaría hasta el siglo XVII. En ella se narra de forma autobiográfica los afanes de un protagonista por sobrevivir y mejorar su situación social. El personaje central es en realidad un antihéroe que nos muestra el estado de la sociedad de su época.