El Teatro Español de Posguerra: De la Comedia Burguesa al Realismo Social

El teatro de los años cuarenta

El teatro de la posguerra española sufre una serie de limitaciones debido a diversos condicionamientos:

  • Comerciales: por el predominio de locales privados cuyos empresarios tienen en cuenta los gustos burgueses.
  • Ideológicos: debido a la censura, especialmente en los primeros años.
  • Estéticos: con una ausencia casi total de renovación, ya que los grandes renovadores han fallecido o se han exiliado.

Por tanto, el teatro de la década de los cuarenta es un teatro comercial que sigue la línea del teatro anterior, en el que podemos observar las siguientes tendencias:

La comedia burguesa

Es un teatro que persigue la «pieza bien hecha», ambientada en interiores lujosos. Se caracteriza por una ausencia de profundidad en las ideas y planteamientos y una dosificación de la intención crítica. Se trata de las llamadas comedias de «salón» o los dramas de «tesis».

Además de Jacinto Benavente, que estrenó obras hasta su fallecimiento en 1954, los autores más destacados fueron José María Pemán y Joaquín Calvo Sotelo.

El teatro cómico

Es un teatro evasivo que busca la diversión de los espectadores con temas triviales, escenas costumbristas y sucesos más o menos inverosímiles. Los dos autores más destacados fueron Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura.

Enrique Jardiel Poncela (1901-1952)

Su teatro se distingue por las situaciones disparatadas e inverosímiles que lo acercan, en ocasiones, al teatro del absurdo. Algunas de las obras representadas antes de la guerra son Usted tiene ojos de mujer fatal (1933). Tras la guerra escribe Eloísa está debajo de un almendro (1940).

Miguel Mihura (1905-1979)

Se movió desde niño en el ambiente teatral por la profesión de su padre, lo que, por supuesto, habría de influir en su propia trayectoria dramática. En 1941 fundó La Codorniz, célebre revista de humor que dirigió hasta. Comenzó su trayectoria dramática con Tres sombreros de copa, obra escrita en 1932 pero que no se estrenó hasta 1952. Esta obra no fue comprendida y Mihura se vio obligado a escribir un teatro más comercial, a pesar de lo cual no abandonó su tema esencial: el enfrentamiento entre los convencionalismos sociales y el individuo.

Mihura afirmó más tarde, sin embargo, que todo su teatro responde a una misma línea: «la de ocultar mi pesimismo, mi melancolía, mi desencanto por todo bajo un disfraz burlesco». Y es cierto que lo que constituye la base de su concepción de la vida está en su teatro: el choque entre individuo y sociedad, motivo radical de un descontento ante un mundo de convenciones. Otras obras importantes son Melocotón en almíbar (1958), Maribel y la extraña familia (1959) o Ninette y un señor de Murcia (1964).

El realismo social de los años cincuenta

En 1955 se produjo una evolución en el teatro español con la obra de Buero. Se orienta una nueva etapa hacia el teatro social (o de «protesta» o de «denuncia»).

Aunque siguen interesando al público las comedias burguesas y humorísticas o las zarzuelas, aparecen algunas variaciones y surge un nuevo público (juvenil y universitario, sobre todo). Además, la censura se relaja levemente y tolera algunos enfoques críticos.

Frente al teatro comercial, se consolida el teatro social.

Temas principales

Los temas son muy concretos: la burocracia deshumanizada y la esclavitud del trabajador. El tema común es la injusticia social y la alienación. La actitud del autor ante ello será de testimonio o de protesta, con las limitaciones propias del momento.

Estética y técnica

Tales obras se inscriben en el realismo. Tanto por su temática como por su actitud, estos autores representan el intento de crear un teatro comprometido con la realidad española.

Autores destacados

Los principales autores en esta década son Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre, pero tras ellos surgieron otros como José María Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa) y Lauro Olmo (La camisa).

Antonio Buero Vallejo (1916-2000)

Estudió Bellas Artes en Madrid, se dedicó al teatro y luchó en el ejército republicano durante la guerra. Es, ante todo, un trágico. Para él, la tragedia supone una mirada lúcida sobre el hombre y el mundo, pero no una mirada pesimista. Buero Vallejo muestra el inconformismo ante el mundo y la sociedad, y en sus obras se defiende la dignidad del hombre basada en una concepción humanista, entendida como defensa de los valores humanos básicos como la libertad, la justicia y la verdad.

En su teatro se muestra el conflicto entre la necesidad y la libertad. Por ello, enfoca sus obras en un doble plano: un plano existencial, con la meditación sobre el sentido de la vida y la condición humana, y un plano social y político, con la denuncia de las injusticias de las estructuras de la sociedad.

En algunas obras emplea técnicas de inmersión, como en En la ardiente oscuridad, donde los personajes son ciegos y la sala permanece casi a oscuras. Su trayectoria podríamos resumirla en las siguientes etapas:

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