El Teatro Español de Posguerra: De la Comedia Burguesa al Realismo Social y la Vanguardia (1940-1975)

El teatro de los años cuarenta

Tras la Guerra Civil, el teatro español entró en crisis. Persistieron los problemas anteriores (como la presión comercial e ideológica), pero con más fuerza: la censura era muy estricta y los empresarios solo buscaban agradar al público burgués. Muchos grandes autores habían muerto (como Lorca), estaban exiliados (como Casona o Alberti), o ya eran figuras del pasado (como Benavente). En este contexto, no surgían voces nuevas. Además, el cine, que ofrecía más diversión, le quitaba público al teatro. Las obras extranjeras eran muchas, pero de baja calidad. El teatro se estancó y perdió fuerza como arte renovador.

Aun así, en los años 40 y principios de los 50, algunos autores españoles lograron producir obras destacables, donde destacan dos líneas:

A. La comedia burguesa o «teatro de la continuidad sin ruptura»

En España se desarrolló una comedia burguesa influida por el teatro de Benavente. Era un teatro bien construido, con diálogos cuidados y estructuras clásicas, que ofrecía una visión amable de la sociedad, defendiendo valores tradicionales como el amor, la familia y el hogar. Tenía un tono humorístico y tierno, sin plantear conflictos profundos, y reflejaba los gustos de un público burgués. Destacaron autores como:

  • Pemán
  • Luca de Tena
  • Calvo Sotelo
  • Ruiz Iriarte

En los años 60, este tipo de teatro siguió teniendo mucho éxito, con autores como Alfonso Paso o Jaime de Armiñán, que empezaron a incluir una crítica social suave, posible gracias a una censura algo más permisiva.

B. El teatro cómico renovador

En el teatro cómico de posguerra, destacan Jardiel Poncela y Miguel Mihura, que intentaron renovar el humor introduciendo lo inverosímil y el absurdo. Su estilo, con toques disparatados y poéticos, se considera un antecedente del teatro del absurdo. Sin embargo, tuvieron que moderar su originalidad porque el público no aceptaba fácilmente esa novedad.

Enrique Jardiel Poncela (1901-1952)

Fue un gran renovador del humor en los años 20, influido por Gómez de la Serna. Su humor era inverosímil, con toques surrealistas, basado en el ingenio verbal y en situaciones extrañas. Tenía un enfoque crítico y nihilista, que ridiculizaba ideas y costumbres sociales. Entre sus obras más conocidas están Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Eloísa está debajo de un almendro y Los ladrones somos gente honrada.

Miguel Mihura (1903-1979)

Desarrolló un humor más suave que Jardiel, mezclando lo absurdo con ternura y toques sentimentales. Jugaba con lo ilógico y lo incongruente para provocar la risa. Su obra más destacada es Tres sombreros de copa, escrita en 1932 pero estrenada en 1952. Luego escribió otras comedias como Sublime decisión, Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia y La bella Dorotea. Aunque sus historias tienen finales felices y personajes entrañables, en el fondo reflejan una visión pesimista de la vida.

El realismo social de los años cincuenta

En esta etapa, junto al público burgués, surge un nuevo público juvenil y universitario que pide otro tipo de teatro. La censura se suaviza un poco, permitiendo enfoques más críticos. Surge así el realismo social, con autores como Buero Vallejo y Sastre. El teatro de ambos es inconformista y comprometido, pero sus enfoques difieren:

  • Buero, siguiendo el «posibilismo», critica sin ser tan directo, tratando de hacer reflexionar al público sin llamar demasiado la atención de la censura.
  • Sastre, en cambio, veía el teatro como un medio para inducir a la acción social, no solo a la reflexión. Fue un gran impulsor del teatro social en los años 50.

Alfonso Sastre (1926-2021)

Comenzó su búsqueda de un teatro renovador en 1945 con el grupo Arte Nuevo, desarrollando una doctrina teatral de inspiración revolucionaria, que se expresó en su Manifiesto del Teatro de Agitación Social. Su producción se divide en tres etapas:

  1. Los años 40: Escribe teatro metafísico, con una inquietud existencial evidente, en obras como Uranio 235, Ha sonado la muerte y Comedia Sonámbula.
  2. A partir de 1950: Se dedica al teatro de crítica social, que se va radicalizando con el tiempo. Su obra más destacada de esta etapa es Escuadra hacia la muerte (1953), un drama antimilitarista profundo, seguido de La mordaza, una obra que condena oblicuamente la dictadura franquista. Otras obras, como Guillermo Tell tiene los ojos tristes, no se estrenaron hasta después de la restauración de la democracia.
  3. Tercera etapa: Su teatro se convierte en una tragedia compleja que fusiona el estilo grotesco de Valle con el distanciamiento objetivista de Bertolt Brecht. Obras como Crónicas romanas y La taberna fantástica (1985) representan esta fase.

El teatro de Sastre es directo y violento, con un lenguaje crudo y contenidos que abordan temas como muertes, suicidios y abusos, buscando generar una reflexión profunda sobre la sociedad y sus problemas.

Antonio Buero Vallejo (1916-1999)

Es considerado el autor dramático más importante de la segunda mitad del siglo XX en España. A lo largo de su carrera, escribió unas treinta obras que tuvieron gran éxito de crítica y público, a pesar de las difíciles circunstancias durante la dictadura. Su teatro se puede dividir en tres grupos:

  1. Crítica y denuncia de la sociedad española: Obras como Historia de una escalera, Hoy es fiesta, Las cartas boca abajo y El tragaluz ofrecen una mirada crítica a la realidad española.
  2. Obras simbólicas: En obras como La tejedora de sueños, Casi un cuento de hadas y La fundación, Buero explora temas más abstractos y simbólicos.
  3. Obras de fondo histórico: Buero también abordó temas históricos, como Un soñador para un pueblo (sobre el motín de Esquilache), Las Meninas (sobre Velázquez), El concierto de San Ovidio (situado en el siglo XVIII), El sueño de la razón (1970, sobre Goya), y La detonación (sobre Larra).

El teatro de Buero es profundamente trágico y se caracteriza por un fuerte compromiso ético y social. A través de su obra, aborda temas universales como la naturaleza humana, la injusticia social, la defensa de los débiles, la libertad, la tolerancia y la lucha por los valores humanos. Utiliza efectos de inmersión en su teatro para lograr que el espectador se sienta parte de la obra.

Tras Buero y Sastre, aparecen otros autores como Carlos Muñiz (El tintero, 1961) y Lauro Olmo (La camisa, 1962), que tratan temas concretos como la deshumanización de la burocracia, la situación de los obreros y la injusticia social, adoptando una postura de protesta o testimonio. Junto a este teatro de crítica social, también existe un teatro comercial que satisface al público burgués.

El teatro desde los años sesenta hasta 1975

En los años 60, el teatro realista y social seguía siendo apoyado por algunos críticos como el más adecuado para la situación del país. Sin embargo, hacia 1970, surgió una nueva vanguardia teatral que rompió con el realismo e incorporó influencias del teatro del absurdo, Brecht y Artaud. Autores como José María Bellido, Luis Riaza y Francisco Nieva fueron parte de este movimiento. Su teatro, crítico y experimental, chocó con la censura y se alejó de los escenarios convencionales, convirtiéndose en un «teatro soterrado» menos accesible al público mayoritario.

Fernando Arrabal (1932) optó por continuar su carrera en el extranjero, alcanzando gran reconocimiento. En España, Antonio Gala (1936) fue el único éxito rotundo, mientras que otros dramaturgos como Martínez Mediero y Francisco Nieva ganaron notoriedad en los años 70.

Este teatro sigue siendo de protesta, centrado en temas como la dictadura y la injusticia. Lo más innovador es su enfoque dramático, que abandona el realismo y adopta formas simbólicas o alegóricas, usando la farsa, lo grotesco y lo onírico, con un lenguaje poético y recursos extraverbales. Francisco Nieva desarrolló dos tipos de teatro: el «Teatro furioso» y el «Teatro de farsa y calamidad», con un estilo influenciado por Valle-Inclán.

Los grupos de teatro independiente, como Los Goliardos, Tábano, Els Joglars y La Fura dels Baus, jugaron un papel clave en esta renovación. Aunque el teatro de vanguardia no tuvo gran éxito de público, la comedia burguesa de evasión dominó en los años 60, con autores como Alfonso Paso y Jaime Salom.

Tras la transición a la democracia en 1975, se suprimió la censura, lo que permitió una mayor libertad de expresión en el teatro, pero las obras que triunfaron en los escenarios seguían siendo mayoritariamente comerciales. A pesar de ello, algunos autores consagrados, como Buero y Gala, continuaron creando. Sin embargo, algunos dramaturgos comenzaron a abordar temas contemporáneos con un enfoque más renovador. Entre ellos, Domingo Miras, José Sanchis Sinisterra (con obras como ¡Ay Carmela!) y José Luis Alonso de Santos (con Bajarse al moro), destacaron por sus propuestas que, aunque en su mayoría seguían una estética realista, incluían elementos oníricos, fantásticos o sobrenaturales, y una moderada renovación formal. Fermín Cabal, con Esta noche gran velada, también fue parte de este movimiento.

La llegada de la democracia renovó las expectativas en el teatro; se destacó la adaptación de grupos independientes a públicos más amplios tras la llegada de la democracia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *