El Teatro Español del Siglo XX: Resistencia, Renovación y Vanguardia

El Teatro Español en el Siglo XX: Resistencia y Evolución

Durante la Guerra Civil, el teatro fue un instrumento utilizado en uno y otro bando como arma de agitación política. Las Guerrillas del Teatro republicanas o el Teatro de la Falange son prueba de ello.

A lo largo de los años cuarenta, el teatro fue el género que más sufrió las consecuencias de la dictadura. Nuestros mejores dramaturgos habían marchado al exilio, mientras que en España se mantuvo la censura hasta 1977 y el aislamiento impidió que entrasen las innovaciones del teatro europeo. Por ello, solo se representaban obras a gusto del público, entre las que destacan el drama burgués y el teatro de humor, de tono absurdo, reflejo de un pensamiento existencial.

En los años cincuenta irrumpe un grupo de jóvenes dramaturgos que intenta cambiar el panorama teatral del país con obras que reflejaran la situación por la que atravesaba España con una clara intención crítica. Se trata de un teatro comprometido para remover conciencias: un teatro realista y social.

La tímida relajación de la censura y el comienzo del aperturismo provocó la entrada en los años sesenta de un movimiento de renovación caracterizado por el acercamiento al teatro extranjero y por la posibilidad de introducir un teatro vanguardista que apenas pudo ver la luz casi hasta el final de la dictadura. Seguiremos hablando, pues, de un teatro soterrado, que no llega a pisar las tablas.

Muchos de los grupos vanguardistas creados en los sesenta se afianzan en los setenta como grupos estables que, asentados sobre las premisas de la improvisación, la creación colectiva y la ruptura de las convenciones escénicas, cambiaron de un modo radical y duradero el teatro en nuestro país.

El Teatro en los Años 40: Drama Burgués y Teatro de Humor

La Guerra Civil dejó un panorama teatral desolador. Valle-Inclán y García Lorca murieron en 1936 y muchos escritores (Alejandro Casona, Max Aub…) y técnicos teatrales emigraron a lo largo de la contienda. Los autores anteriores a la guerra apenas pueden estrenar y están condicionados por la precariedad económica y la censura, tanto oficial como eclesiástica, muy estricta con las artes escénicas, pues solo le importaban como herramienta de propaganda del nacionalcatolicismo imperante.

Nos encontramos, por tanto, con un teatro muy poco interesante en el que sobresalen dos tendencias:

  • El drama burgués, continuador de la comedia benaventina, con representantes como José María Pemán, Edgar Neville (El baile) o Joaquín Calvo Sotelo (La muralla).
  • El teatro de humor, que intenta renovar el teatro español por la vía del absurdo y de lo inverosímil, con autores como Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada) y Miguel Mihura (con Tres sombreros de copa, estrenada en 1952, veinte años después de ser escrita. En ella emplea situaciones irracionales para satirizar las costumbres absurdas de la burguesía, crítica que luego fue suavizando).

A grandes rasgos, estas son las características del teatro de los años cuarenta:

  • Espectáculo de entretenimiento y ocio de la burguesía.
  • Fiel a las técnicas del teatro de Benavente (sentimental y crítica leve).
  • Conservador (pone en escena los dilemas morales de la vida cotidiana burguesa).
  • Diálogos ingeniosos, cuidadosamente elaborados.
  • Dosificación del conflicto y la intriga hasta llegar a un final a gusto de todos.
  • Escasa penetración psicológica de los personajes.
  • Transmisor de ideales franquistas: valoración de las tradiciones, la familia, la religión, la patria o el trabajo (drama burgués).
  • Humor cercano al absurdo: situaciones inverosímiles y juegos de palabras (teatro de humor).

El Teatro Realista de Protesta y Denuncia de los Años 50

La década de los cincuenta se abre con el estreno de dos obras fundamentales: Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Estos autores parten de posiciones existencialistas para derivar después a preocupaciones sociales.

El primer aviso lo dio un grupo de jóvenes universitarios en 1945 al publicar el manifiesto fundacional del grupo Arte Nuevo. En él, autores como Alfonso Sastre declaraban su rechazo al teatro burgués, totalmente ajeno a la realidad social, pues querían devolver a la dramaturgia su capacidad para remover conciencias, aunque fueran ignorados por empresarios y compañías profesionales. Buero Vallejo consiguió romper esa dinámica con un teatro «lo más arriesgado posible, pero no temerario» para lograr que llegase al público y cumpliese así su misión de concienciación social.

Junto con los dos mencionados arriba, otros autores importantes de esta tendencia crítica son Lauro Olmo (La camisa) o José Martín Recuerda (La llanura, Las salvajes en Puente San Gil).

Alfonso Sastre, pese a sufrir las prohibiciones de la censura, muestra siempre su compromiso con la historia, desde Escuadra hacia la muerte, de carácter antimilitarista, a otras obras como La mordaza o La taberna fantástica, estrenada esta última en democracia, tras dieciocho años de prohibición.

Antonio Buero Vallejo escribe un teatro comprometido ante los temas humanos, tanto desde el punto de vista existencial como social. Su género preferido es la tragedia, con la que busca conmover al espectador, pero sin ofrecerle soluciones, de ahí que sus finales sean abiertos. En su teatro son importantes los aspectos técnicos, con acotaciones minuciosas, junto a un diálogo preciso, de réplicas breves y carácter, a veces, coloquial. Emplea en ocasiones técnicas de inmersión para incluir al espectador en la escena que se está representando, como apagar las luces cuando actúan personajes ciegos. En cuanto a su obra, podemos clasificar sus dramas en tres grupos:

  • Sobre el ser humano, envuelto en conflictos sociales (Historia de una escalera, El tragaluz).
  • Con discapacitados que simbolizan taras morales (En la ardiente oscuridad, El concierto de San Ovidio).
  • Históricos, con argumentos aplicables a la España del momento (Un soñador para un pueblo, El sueño de la razón).

El Teatro Vanguardista de los Años 60 y 70

A pesar de los obstáculos que ponía la dictadura, la censura comenzó a relajarse a mediados de los años sesenta, lo que permitió la aparición de un tímido movimiento de renovación, que se caracterizaba por su acercamiento al teatro extranjero, sobre todo francés (teatro existencialista y del absurdo).

Surgen los grupos de teatro independiente, que se desarrollarán fundamentalmente en los setenta, junto con autores individuales, que conforman el Nuevo Teatro Español. Estos últimos deberán enfrentarse incluso a más obstáculos que los autores del teatro social, pues, además de ser fuertemente críticos con la situación social del país, incorporan novedades escénicas que no fueron aceptadas por el público de su época. Por ello, seguimos hablando de teatro soterrado o marginado, que apenas se representa, como sucedió en la generación anterior.

De este grupo de autores, destacaremos a dos:

  • Francisco Nieva, que reúne su obra en dos grandes bloques: teatro furioso, provocativo y de denuncia de la represión moral sobre el individuo (Pelo de tormenta), y teatro de farsa y calamidad, con personajes simbólicos y acción novelesca (Caperucita y el otro).
  • Fernando Arrabal y su teatro pánico (llamado así por Pan, dios griego de la broma, el terror y la fiesta), que recoge elementos de las vanguardias (especialmente el surrealismo) y del teatro del absurdo, con obras como El cementerio de automóviles o Picnic, breve pieza que parte de una situación absurda: unos padres que van a visitar a su hijo, Zapo, que está en el frente.

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