Durante la Guerra Civil, la poesía tiene un carácter comprometido; fue la tendencia general durante los años treinta por la situación política y social en España. Suele ser una poesía republicana, social y política; ejemplo de ello es Alberti con Poeta en la calle. Igual que otros géneros literarios, durante la contienda se convierte en arma propagandística utilizada por ambos bandos para atacar al contrario y exaltar a los protagonistas de la lucha: Antonio Machado y Alberti por un lado, y Dionisio Ridruejo y Manuel Machado por otro. Tuvo un gran auge, aunque en ocasiones sin demasiada intención literaria. Dentro de esta línea, encontramos a Miguel Hernández con Viento del pueblo. Miguel Hernández se suele incluir en la Generación del 27 por sus contactos con este grupo, por el estilo gongorino de sus primeros libros y por su compromiso con la causa republicana durante la guerra. Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente cronológico, pertenece a la generación del 36. No obstante, la originalidad y personalidad poética de Miguel Hernández hacen de él un caso único en la poesía de este periodo. Su obra lírica se verá truncada por su temprana muerte. En su trayectoria poética, estrechamente ligada a su biografía, se reconocen tres hitos fundamentales:
- El rayo que no cesa (1936). Tras Perito en lunas (1933), influido por las vanguardias y el gongorismo del 27, el autor, que abandona su Orihuela natal, experimenta una aguda crisis personal. Eso le lleva a una evolución ideológica desde el conservadurismo hacia la militancia de izquierda. El poemario está formado por 27 sonetos y tres poemas más extensos, entre ellos, la “Elegía a Ramón Sijé”. La voz poética expresa una pasión amorosa arrebatada, violenta, que se asocia metafóricamente al rayo o al toro. Se trata, sin embargo, de un deseo insatisfecho que no encuentra cauce de realización.
- Viento del pueblo. La amistad con Neruda y el estallido de la Guerra Civil llevan a Miguel Hernández a cultivar una poesía militante, cuyo tema central es el sufrimiento de los desheredados.
- Y entre 1939 y 1942, escribe Cancionero y romancero de ausencias. Condenado por su adhesión a la república, Miguel Hernández cumplió casi 3 años en prisión antes de morir allí. Los temas dominantes son la paternidad y el amor como formas de trascender el sentido trágico de la existencia y la ausencia.
La guerra civil española deja un país desolado, no solo económica o socialmente, sino también en la órbita cultural; así encontramos en el campo de la poesía un nuevo “año cero”, con la necesidad de encontrar un nuevo punto de partida para la lírica. Los poetas de la Generación del 27, aquellos que según Mainer habrían de conformar la “Segunda Edad de Oro” de las letras españolas, han visto definitivamente truncadas sus trayectorias literarias por la Guerra Civil: Lorca había muerto, Salinas, Alberti, Guillén, Cernuda, Prados, Altolaguirre, J. Ramón Jiménez y otros muchos poetas estaban en el exilio.
La poesía española había iniciado un proceso de rehumanización tras 1927 que se intensifica con las dramáticas circunstancias de los años 30. En esta dirección continuarán los poetas que escriben en España tras la guerra, destacando en sus obras la preocupación por el hombre como tema poético. Sin embargo, tras ello cabe tanto la expresión de problemas existenciales (propia de los años 40) como una visión del hombre inmerso en problemas sociales (la que se desarrolla en los años 50). Ello conduce a distinguir en la evolución de la poesía unas etapas, corrientes o tendencias, paralelas a las que, por estos años, marcaban el desarrollo de otros géneros, como la novela o el teatro de los años 40 y 50.
Así, ya desde los años 40 y comienzo de los 50, los poetas que siguen en España se orientan hacia diversos caminos que, Dámaso Alonso, con fórmulas ya consagradas, redujo a dos:
- Una poesía arraigada
- Una poesía desarraigada
a) La poesía arraigada
En su centro se halla un grupo de poetas que se agrupan en torno a la revista Garcilaso, fundada en 1943; de ahí que se les llamara también los garcilasistas. Estos poetas vuelven sus ojos hacia Garcilaso y hacia otros ‘poetas del imperio”. Han salido de la contienda con un afán optimista de claridad, de perfección, de orden. Por ello, en puras formas clásicas encierran una visión del mundo coherente, ordenada y serena. En lo que respecta a los temas, domina en su poesía un firme sentimiento religioso, junto con otros temas tradicionales: el amor, el paisaje, las cosas bellas. A tales características responde la poesía que componen por aquellos años Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, José García Nieto o Luis Rosales, entre otros.
Luis Rosales (1919-1992)
Pronto se convierte en la cabeza de la Generación del 36 y en uno de los máximos exponentes de la denominada «poesía arraigada». Su primer libro es Abril sobre temas amorosos y religiosos, donde se refleja la influencia de Garcilaso de la Vega en el poeta y en el que utiliza un lenguaje brillante y conforme a formas estróficas clásicas. Parte de su obra comienza a publicarse también en la revista Caballo verde, fundada por Pablo Neruda y que recoge trabajos de otros poetas como Vicente Aleixandre o Miguel Hernández. Su obra más relevante y de influencia en la poesía posterior es el poema unitario La casa encendida.
b) La poesía desarraigada
(existencial, pero que incluiría también la social). Se opone a la anterior en que, para quienes la cultivan, el mundo supone un caos y una angustia y la poesía una búsqueda de ordenación y ancla. La religiosidad también estará muy presente en estos poetas, pero adopta en ellos el tono de la desesperanza, de la duda, a veces; o se manifiesta en imprecaciones a Dios sobre el misterio del dolor humano. Están, pues, estos autores muy lejos de toda serenidad o armonía y su poesía se desarrolla con un estilo más sencillo y directo. Esta tendencia se inicia con la aparición de Hijos de la ira de Dámaso Alonso, Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre y la revista Espadaña, fundada por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora, todo ello en 1944. Hijos de la ira es un poemario duro, casi antipoético, reflejo del dolor, la angustia y la injusticia vital en un mundo olvidado por Dios; frente al cuidado estético, el verso medido de los “arraigados”, Alonso opta por una poesía antilírica, de verso libre, de versículo, reflejo del “desarraigo” poético, de su angustia existencial. En Sombra del paraíso, a través del surrealismo, el mundo aparece como un posible paraíso que el hombre se ha empeñado en ocultar y destruir. Y la revista Espadaña, por su parte, adoptó una postura beligerante contra Garcilaso, reivindicando una poesía comprometida con las circunstancias del hombre de su tiempo. En esta línea se incluyen poetas como Caños Bousoño, Vicente Gaos, Leopoldo de Luis, así como las primeras obras de Gabriel Celaya y Blas de Otero.
La línea dominante de la lírica española a principios de los años 50 es la llamada poesía social, de testimonio. Se pone de manifiesto la superación de la anterior etapa de la angustia existencial, para pasar a situar los problemas humanos en un marco social, pues creen que la poesía debe tomar partido ante los problemas que rodean al hombre, para así llegar a convertirse en un instrumento capaz de transformar el mundo. Este tipo de poesía supone, pues, un acto de solidaridad con los que sufren, abandonando la expresión de los problemas íntimos o existenciales. Temáticamente, cobra gran importancia la preocupación general por España. Así, dentro del propósito de llevar a cabo un “realismo crítico” se sitúan temas concretos (paralelos a los de la novela o el teatro): la injusticia social, la alienación, el anhelo de libertad y de un mundo mejor… Tales temas, y la intención crítica que los sustenta, explican las notas dominantes en el estilo. Los poetas se dirigen a la mayoría, expresan su voluntad de llegar al pueblo. Tal pretensión conduce al empleo de un lenguaje claro y a un uso sistemático del tono coloquial. Por este camino, es cierto que muchos autores caerán en el peligro de una poesía prosaica, pero también lo es que los grandes poetas acertarán a descubrir y potenciar los valores poéticos de la lengua cotidiana. Entre los poetas que siguieron esta línea se hallarán algunos del grupo del 27, como Vicente Aleixandre (Historia del Corazón, 1954); también se inscriben en la poesía social muchos de los que antes cultivaron una poesía desarraigada, existencialista como Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, Carlos Bousoño, Leopoldo de Luis y, en especial, Gabriel Celaya y Blas de Otero.
Gabriel Celaya (1911-1991)
Antes de la Guerra Civil publicó Marea de silencio (1935) y La soledad cerrada (1936), con influencia del posromanticismo de Bécquer y fruto de su estancia en la Residencia de Estudiantes. Tras la Guerra, su poesía se vuelca en la preocupación social, por lo cual es considerado el principal autor del realismo social de los años cincuenta. Escribe: “Nada de lo que es humano debe quedar fuera de nuestra obra”; “La poesía no es un fin en sí. La poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo”. Sus obras principales son Tranquilamente hablando (1947), Las cosas como son (1949) y Cantos iberos (1955).
Blas de Otero (1916-1979)
No es su producción muy extensa, pero sí está dotada de una extraordinaria calidad, de enorme fuerza expresiva, de gran profundidad temática y conceptual, y de indudables valores líricos. En su trayectoria lírica podemos establecer tres etapas:
- Primera etapa: Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951); estas dos primeras obras, que más tarde funde en Ancia (1958). En esta obra se muestra Otero como un poeta que se dirige y busca a Dios, ausente e impasible ante el clamor de su voz, ante el peso de su angustia y de su desasosiego. También a un hombre que cada vez se va acercando más al dolor y al sufrimiento de los demás hombres. Junto a las formas clásicas muy bien resueltas como los sonetos, el autor utiliza también el verso libre.
- Segunda etapa: Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1960) y Que trata de España (1964). Su poesía se hace plenamente social y solidaria, y el poeta, con un verso más sencillo, pero sin perder su conciencia artística, se dirige ya de forma decidida “a la inmensa mayoría”, a los otros, para cantar sus deseos de paz, de libertad, de justicia y para clamar por la dignidad del hombre.
José Hierro (1922-2002)
Es un autor a mitad de camino entre la poesía social, la de los años 50, y la que posteriormente se desarrollará en los 60. Ya en la década de los 50, surge el conflicto en la poesía española sobre si el fin de ésta debe ser la comunicación con los demás (lo que defienden los poetas sociales de los 50) o conocimiento, un fin más intimista, lo que caracterizará la poesía de los años posteriores. José Hierro no pertenece en exclusiva a ninguno de los dos tipos, ya que en ocasiones desarrollará una poesía testimonial, y otras veces sus poemas serán más intimistas. Entre sus obras, sobresalen: Tierra sin nosotros (1947), Alegría (también 1947), Con las piedras, con el viento (1950), Quinta del 42 (1953), Cuánto sé de mí (1958), El libro de las alucinaciones (1964), y Agenda (1975).
A finales de los años 50 se dio a conocer una promoción de poetas nacidos en los años previos a la Guerra Civil que recibe el nombre de Generación del Medio Siglo.
Ángel González (Oviedo, 1925- Madrid, 2008)
Uno de los poetas de su generación en cuyos versos late un mayor espíritu crítico y social. Sin embargo, junto a la denuncia, y el “testimonio colectivo” e histórico, hay también una poesía de firme asiento en el “yo poético”. En sus versos caben el amor, los sentimientos, la esperanza, la desesperanza, el paso del tiempo o el mismo sentido de la vida. Su estilo, que adopta a menudo un tono irónico, tiende a la sencillez. Entre sus obras destaca en 1961 Sin esperanza, con convencimiento, en la cual parte de sus recuerdos de la Guerra Civil e introduce la ironía como arma frente al pudor del recuerdo. La ironía se convertirá desde este momento en uno de los rasgos más destacados de la poesía de Ángel González. Otras obras son Palabra sobre palabra o Tratado de urbanismo.
José Ángel Valente (Orense, 1929-2000)
No es fácil clasificar la poesía del escritor gallego. Su poética es muy variada y su inclusión en esta generación se debe más a razones cronológicas que estéticas. Su poesía es renovadora y audaz, siempre abierta a influencias diversas. Su lenguaje es directo, sencillo, sobrio, centrado en el hombre y sus circunstancias. Poemas a Lázaro (1960), La memoria y los signos (1966), Siete representaciones (1967), Breve son (1968), Presentación y memorial para un monumento (1970), y El inocente (1970) son las obras que publica durante la década de los sesenta.
Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990)
Cultivador de una poesía sincera y honesta, cercana a las preocupaciones cotidianas. Su lenguaje es coloquial y humano. Su poesía destaca por la claridad y la fina ironía que sabe imprimir el autor en cada uno de sus poemas, fruto de una visión desencantada, escéptica y crítica del mundo. La infancia, el amor y el erotismo o el ahondamiento en el propio yo y en su experiencia recorren la poesía de un hombre de confesión sincera y de palabra sencilla, que no simple, y expresiva. Compañeros de viaje y Moralidades son sus dos obras más conocidas.
Más tarde, con la publicación de Arde el mar (1966) de Pere Gimferrer y la aparición de la antología Nueve novísimos poetas españoles (1970), publicada por José Mª Castellet, irrumpen en la poesía española una nueva promoción de autores, que recibirán el nombre de Novísimos.
Pere Gimferrer (Barcelona, 1945)
Es uno de los mejores representantes de la poesía culturalista cultivada por los poetas novísimos. En 1966 publica su primera obra, Arde el mar, con la que obtiene el Premio Nacional de Poesía con solo 21 años. La muerte en Beverly Hills (1968) es su obra más reconocida, en la que destaca la gran influencia del cine sobre el autor. Reúne sus poesías en español en Poemas (1963-1969). Desde 1985 es miembro de la Real Academia Española.
Antonio Martínez Sarrión
Su primer libro de poemas, Teatro de operaciones, es de 1967. En 1970, coincidiendo con su segundo libro –Pautas para conjurados-, apareció la antología de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles, que revolucionaría el panorama literario del momento, y entre cuyos autores figuraba. En su poesía se mezcla todo en un mismo poema: la cita del poeta, una conversación, una digresión, un recuerdo, una canción de jazz, todo ello en una magnífica ilación que consigue realizar por medio de la ruptura de las formas sintácticas.
En los años sesenta se produce el agotamiento de la novela social. La publicación en 1962 de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, inicia una nueva etapa en la narrativa española. Sin perder la capacidad crítica, se intenta renovar formalmente el género, mediante la experimentación con el lenguaje y la búsqueda de complicadas líneas estructurales. Se abandona el enfoque social y se vuelve de nuevo a la imaginación y a la introspección en la conciencia de los narradores. Asimismo, se retoma el tema existencial centrado en la alienación del hombre y el absurdo que domina su vida, gracias a la recuperación de corrientes filosóficas irracionalistas, como el psicoanálisis y el existencialismo que vuelven a imponerse durante estos años. Se escriben, por tanto, novelas complejas, de difícil interpretación. Umberto Eco las llama “novelas abiertas” porque precisan la participación activa y atenta del lector, que debe interpretarlas sin ayuda del autor. En el desarrollo de esta nueva narrativa inciden diversos factores:
- La influencia directa de los renovadores extranjeros (Faulkner, Kafka, James Joyce, Marcel Proust) que desde principios de siglo aportaron importantes innovaciones temáticas y estilísticas y se alejan de los esquemas tradicionales.
- El éxito fulgurante de la novela hispanoamericana, el llamado boom, que incorpora las aportaciones de los autores citados y añade peculiaridades de “lo hispanoamericano”, como son la imaginación y la exuberancia. Valgan de ejemplo, La ciudad y los perros de Vargas Llosa, Rayuela de Cortázar, o Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
- El poder creciente de las editoriales, que ayuda a una mayor difusión de las obras publicadas.
La nueva novela se asienta, así, sobre tres principios:
- a. El arte no debe supeditarse a la política, es decir, la principal función de la novela no es dar testimonio de la injusticia social ni promover la transformación de la realidad.
- b. El realismo social o el objetivismo de la década anterior no son adecuados para captar o reflejar el mundo, pues la realidad no son tanto los hechos como su representación en la conciencia del sujeto. El discurso cobra más importancia que la propia historia. Gana la forma sobre el fondo.
- c. Frente al empobrecimiento de la lengua literaria en la novela de contenido social (no hay que olvidar que fue calificada como la “escuela de la berza”), es necesario conferir un rango más artístico a la prosa narrativa.
A partir de 1975, el panorama narrativo español evoluciona, influido por el cambio de costumbres que trae la democracia. Los novelistas se centrarán a partir de esa fecha en lo anecdótico y lo privado. El exceso de experimentación también va a cansar y se producirá una recuperación del argumento y de la anécdota, perdiendo carga crítica y ganando en enfoques.
Rasgos de la novela experimental:
- a. Presencia de personajes con problemas de identidad que intentan encontrarse y buscar razones de su angustia existencial. La indagación o el análisis de la realidad española se realiza a través del prisma de personajes fuertemente individualizados sumidos, a menudo, en una crisis de identidad, cuyos conflictos psicológicos o existenciales se sitúan en primer plano.
- b. La subjetividad se traduce en el uso de técnicas narrativas como el monólogo interior (reproducción de los pensamientos de los personajes de forma desorganizada y caótica, tal como se suceden en la psique del sujeto) a menudo combinado con un tú autorreflexivo, un desdoblamiento del narrador, que habla consigo mismo.
- c. Crítica a una época anterior a la narración que ha marcado la existencia y el carácter de los protagonistas. Se evoca con frecuencia la infancia, la educación o el pasado nacional desde una perspectiva notablemente crítica.
- d. Desaparición del argumento, al igual que en el realismo objetivista. A veces la trama es una excusa para que el narrador introduzca digresiones y opiniones diversas que rompen la coherencia del discurso. Se mezclan textos distintos a la manera de un collage.
- e. Dificultad estructural: el relato se organiza de una forma compleja; se eliminan los capítulos y se sustituyen por secuencias, generalmente sin numeración y separadas por un espacio en blanco.
- f. Utilización del punto de vista múltiple, que consiste en narrar desde la perspectiva de los distintos personajes que hay en la obra. Es habitual la técnica del contrapunto, en la que diversas historias se van cruzando con lo que el lector obtiene una visión fragmentada de los hechos. Para narrar simultáneamente un número elevado de historias, se utiliza la técnica caleidoscópica.
- g. El diálogo es poco habitual; se sustituye por el estilo indirecto libre y, sobre todo, por el monólogo interior, que intenta reflejar el fluir libre y caótico del pensamiento de los personajes. Ello da lugar a una falta de orden y de lógica que se muestra en el relato mediante una sintaxis desorganizada y la ausencia de signos de puntuación.
- h. Ruptura lineal del tiempo, por influencia del cine. Existe cierto desorden en la cronología, pues se producen constantes saltos del pasado al futuro. Es habitual la técnica del flashback, que consiste en el retroceso a un tiempo anterior.
- i. Creación de espacios míticos o simbólicos: Región, Argónida, Castroforte de Baralla. Son lugares inexistentes, indefinidos.
- j. Renovación del lenguaje literario. Se advierte una voluntad de renovación a través de un lenguaje barroco, muy elaborado o deliberadamente hermético que se aparta de la lengua común. Se introducen neologismos, extranjerismos, cultismos y coloquialismos con absoluta libertad. La frase se alarga, se elimina la puntuación y se mezclan diversos niveles de lengua, lo que hace más difícil la lectura de las obras.
AUTORES Y OBRAS DESTACADOS:
Durante los años sesenta se adscriben a esta corriente experimental autores de distintas generaciones:
- Novelistas de la primera promoción de posguerra como Camilo José Cela (San Camilo 36, Oficio de tinieblas), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario – de este autor hablaremos más por extenso) o Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B.).
- Autores cuyas primeras obras se inscriben en la novela social: Juan Goytisolo (Señas de identidad), Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí) o José Caballero Bonald (Ágata, ojo de gato).
- Autores que publican sus primeras obras después de 1960 como Luis Martín Santos con Tiempo de silencio o Juan Benet con Volverás a Región.
LUIS MARTÍN SANTOS Y TIEMPO DE SILENCIO:
Luis Martín Santos, médico de gran cultura humanística y científica, conocía las innovaciones narrativas de los grandes renovadores europeos y su obra fundamental es Tiempo de silencio. La obra se ambienta en el Madrid de la posguerra. Pedro, un prometedor médico que investiga sobre el cáncer, se ve involucrado en un aborto clandestino. Es detenido y, aunque se le exculpa de la muerte de la chica que abortó, como consecuencia, pierde su puesto de trabajo. Inicia una relación con Dorita, la hija de la dueña del hostal donde vive, y al final de la obra, en una verbena, el novio de la chica que murió por el aborto, acuchilla a Dorita. Abrumado por las circunstancias, Pedro abandona la ciudad y se dirige a una anodina vida como médico de provincias. El fracaso de Pedro representa en realidad, la claudicación de todo el país, abocado a aceptar con resignación el opresivo y mediocre Tiempo de silencio que le ha tocado vivir. El subdesarrollo, la escasa moral, el retraso de ciencia, la hipocresía y el deseo de medrar de las clases medias trazan el retrato desolador de la sociedad de la época. La obra recibe dos influencias fundamentales:
- La novela del 98. Pedro está emparentado con los grandes personajes de la novela finisecular por su desorientación existencial.
- La novela experimental europea y norteamericana. Esto hace que se estructure en más de sesenta secuencias sin numeración en las que encontramos: monólogo interior, digresiones sobre temas diversos, referencias paródicas a la mitología y abundantes descripciones. Además, el deseo de renovación estilística se manifiesta en el empleo de abundantes recursos expresivos: metáforas, hipérboles, hipérbatos y de un léxico inusual plagado de tecnicismos, neologismos y cultismos.
El fin del aislamiento internacional y el comienzo de la industrialización de España a partir de 1950 traen consigo un cambio político y social que influye directamente en la cultura y, por consiguiente, en la literatura. Los novelistas del momento abandonan el pesimismo agobiante del relato existencial y las alusiones directas y dramáticas a la Guerra Civil, y describen la realidad no oficial de una sociedad que evoluciona lentamente. La nueva narrativa está representada por una generación de escritores universitarios contrarios al régimen de Franco. De la angustia existencial pasamos a las inquietudes sociales y así llegamos a 1954, “el año inaugural” de la novela social en sentido estricto. Ese año se dan a conocer autores como: Ignacio Aldecoa, Fernández Santos, Sánchez Ferlosio, Ana Mª Matute, Juan Goytisolo, etc. El conjunto de estos autores, nacidos entre 1925 y 1931, ha recibido la denominación de generación del 55 o generación del medio siglo. Entre ellos, hay evidentes rasgos comunes. Ante todo, la solidaridad con los humildes y los oprimidos, la disconformidad ante la sociedad española y el anhelo de cambios sociales. Pronto surgen manifiestos, como el de Alfonso Sastre que en 1958 habla de la necesidad de que el escritor se ponga al servicio de transformar la sociedad, de comprometerse ante la injusticia social, de adoptar una posición de denuncia. Esta narrativa ha sido denominada de diversos modos: neorrealismo, objetivismo, realismo crítico, realismo social o novela social, y son tres los enfoques predominantes, son tres perspectivas distintas las que los escritores pueden adoptar a la hora de dar forma a esta narrativa:
- a. El objetivismo, que se propone un testimonio escueto de la realidad, sin aparente intervención del autor. Su manifestación extrema se llama conductismo o behaviorismo (behaviour: conducta) y consiste en limitarse a registrar la pura conducta externa de los individuos o grupos, recoger sus palabras sin comentarios o interpretaciones (el caso de El Jarama de Sánchez Ferlosio).
- b. El realismo crítico. Es el practicado por quienes no aceptan la realidad circundante. La disconformidad y la rebeldía son los rasgos dominantes. Por este camino se puede llegar a distorsionar la realidad porque ya no se trata de reproducirla sino de explicarla, denunciando sus mecanismos más profundos.
- c. El realismo socialista, doctrina literaria oficial en la URSS. Exige del artista una representación verídica de la realidad en su desarrollo revolucionario. Debe contribuir a la conversión ideológica de los trabajadores al espíritu socialista. Se trata de una literatura de propaganda. El autor se convierte en “un ingeniero de almas”, en un adoctrinador. En España este enfoque influyó en el llamado realismo social español.
Temas: Para los autores de medio siglo, la novela tenía un valor instrumental y debía reflejar las circunstancias sociohistóricas en las que estaba escrita y servir para la transformación de la realidad, de acuerdo con la noción de compromiso acuñada por Sartre. Los temas principales son la falta de libertad, las injusticias sociales y, en general, las penosas condiciones de vida de la gente en la España de la posguerra, desde un punto de vista crítico, de una realidad que se juzga a sí misma. Se desplaza el interés de lo individual a lo colectivo, de lo personal a lo social “del yo al nosotros”. La sociedad deja de ser un mero marco para convertirse en el tema del relato. Los campos temáticos pueden ser estos:
- a. La dura vida del campo, Los bravos de Fernández Santos.
- b. El mundo del trabajo, Central eléctrica de López Pacheco o La mina de López Pacheco (escrita a raíz de los acontecimientos vividos en nuestra ciudad, el autor se desplazó hasta aquí y aquí escribió su novela).
- c. El mundo urbano, La colmena de Cela.
- d. El mundo de la burguesía. Nos hablan de la juventud desocupada, abúlica, Juego de manos de Juan Goytisolo y Tormenta de verano de García Hortelano.
En general, la soledad del ser humano y las repercusiones de la Guerra Civil son los temas dominantes. No hay que olvidar que los autores la han vivido de niños, hablan de niñez vulnerada, no tuvieron escuela.
Técnicas narrativas:
- La estructura del relato es lineal y sencilla, con pocas descripciones. La acción es pasiva “aquí nunca pasa nada”. No se puede hablar de argumento, sino de colección de estampas o cuadros que muestran situaciones cotidianas.
- Los personajes (guardias, gitanos, obreros, mineros, jóvenes, empleados, etc.) se muestran indecisos, vacilantes, aburridos. A veces el protagonista es un personaje colectivo que representa a una clase social determinada.
- El tiempo y el espacio se inmovilizan. La acción real es de corta duración, se desarrolla en un corto espacio de tiempo (un día, dos días…). Los lugares en los que se desarrollan los hechos son pueblos perdidos u olvidados, caminos, campos, orillas de ríos, etc.
- Los escritores usan la tercera persona narrativa. Utilizan la técnica de la cámara cinematográfica, es como si grabaran lo que ven, sin intervenir para nada. También usan el monólogo.
- El diálogo ocupa un lugar destacado. Muchas de las novelas son puro diálogo en un empeño por recoger el habla viva de la gente.
- El lenguaje es claro, sencillo, estilo de crónica lleno de coloquialismos que reproducen fielmente el habla común en un afán de llegar a mucha gente. Lo que ganan en denuncia lo pierden en estética y valor literario.
Autores
Hay que destacar a tres autores y sus obras. Uno es Miguel Delibes, otro Rafael Sánchez Ferlosio, con El jarama y un tercero Camilo José Cela con La colmena. De Miguel Delibes ya se habló en el epígrafe anterior, en los años 40 con La sombra del ciprés es alargada, claramente existencial. En los años 50, escribe El camino, obra realista en la que están presentes rasgos que serán recurrentes en su producción como: la dicotomía campo/ciudad, la presencia constante del paisaje castellano del que era un enamorado, el cuestionamiento del progreso, la reflexión ética o un estilo despojado de toda retórica. Rafael Sánchez Ferlosio consigue el premio Nadal con El Jarama en 1955, lo que supone su consagración como narrador. Se trata de una novela conductista cuyo tema es el tedio y la falta de inquietudes de los protagonistas. Describe una excursión dominguera de un grupo de jóvenes a orillas del Jarama, sin sobresaltos, con los diálogos insustanciales, hasta que Luci, la chica más tímida y dulce del grupo, muere ahogada en el río; a partir de ese momento tan dramático, todo se humaniza. Y La colmena, de Camilo José Cela, muestra el paso de la preocupación existencial de la novela de los 40, a las inquietudes sociales de la narrativa de los 50. Se publicó en Buenos Aires en 1951 por problemas con la censura en España. En ella, el autor nos habla de la vida cotidiana en el Madrid de 1942, durante dos días de diciembre. Aparecen casi trescientos personajes que representan a todas las clases sociales; el narrador adopta la perspectiva de cámara cinematográfica, es un narrador omnisciente, aunque a veces se inmiscuye en el relato y utiliza la técnica caleidoscópica, pues los capítulos están formados por fragmentos narrados con distintos puntos de vista, sin aparente conexión y con un final abierto, ya que el lector no sabe cómo termina la peripecia vital de los personajes. En profundidad, podemos desarrollar como CLAVES o características las siguientes:
- a. Protagonista colectivo. La obra refleja las rutinas, las miserias y la vida cotidiana de más de trescientos personajes de las clases más bajas o de una burguesía con escasos recursos, que luchan por sobrevivir en un entorno de soledad y frustración. La acción no se centra en un sujeto sino en el conjunto de la ciudad (esa colmena en la que todos habitan en sus celdillas). Doña Rosa, la perversa dueña del café donde acuden muchos o Martín Marco, un poetastro que malvive ayudado por prostitutas sirven de hilo conductor. Todos forman una geografía urbana del Madrid de la época.
- b. La acción transcurre en poco más de dos días de un invierno de posguerra y el espacio se circunscribe a Madrid y al café de doña Rosa, como hemos dicho, punto de encuentro de muchos de los personajes de la novela. Se convierte en un símbolo a pequeña escala de la sociedad española del momento.
- c. Fragmentarismo y técnica del contrapunto. La obra se estructura en seis capítulos y un final. Los capítulos a su vez se dividen en 215 secuencias separadas por espacios en blanco con líneas argumentales diversas (las vidas de los habitantes de la colmena). Se utiliza para ello la técnica caleidoscópica o del contrapunto, es decir, la acumulación de fragmentos narrados con puntos de vista diferentes, sin aparente conexión entre ellos, nos dan una perfecta imagen del conjunto, como en un caleidoscopio.
- d. El final es abierto, no sabemos cómo termina la peripecia vital de los personajes.
- e. El narrador adopta una postura omnisciente en tercera persona, opera como si pasara la cámara cinematográfica, se limita a reflejar lo que hacen o dicen los personajes, no se inmiscuye en el relato, ni opina sobre las situaciones vividas. En alguna ocasión, utiliza la primera persona (“digo esto por si este personaje vuelve a salir”).
- f. Los diálogos cobran una gran importancia a la hora de la caracterización de los personajes. Estos se definen hablando y moviéndose, aunque a veces hay auténticos retratos de algunos.
- g. Las descripciones son variadas. Abundan las pinceladas impresionistas para presentar un ambiente.
- h. El lenguaje adopta diversos tonos, irónico, sarcástico, lírico. Es natural, directo y esconde una minuciosa elaboración. Cela dijo que su obra era “el pálido reflejo de la vida cotidiana”. El tema, por tanto, es la alienación y tiene, claramente, un alcance social, que puede ser discutido. Se habla en muchas ocasiones del hambre, de las diferencias sociales, de la penuria económica. Se hacen alusiones políticas, se habla de “rojos”, de insolidaridad, de impotencia de masa alienada. Traza un buen retrato del momento. Pero junto a este alcance social podemos hablar de cierto alcance existencial, reflejado en la desesperanza del autor y de su desolada concepción del mundo. Sea por esa mezcla entre lo existencial y lo social o por sus novedades técnicas, ocupa un lugar destacado en nuestra narrativa contemporánea.