En el último cuarto del siglo XIX, Estados Unidos disponía de las condiciones idóneas para el surgimiento del nuevo periodismo. Tras la Guerra de Secesión (1861-1865), el país experimentó un crecimiento desorbitado que sentó las bases del capitalismo industrial estadounidense. Esto desembocó en la nueva prensa popular o de masas, caracterizada por tiradas millonarias, un marcado sensacionalismo y una enorme repercusión social.
Joseph Pulitzer (1847-1911): El Pionero del Sensacionalismo de Masas
Joseph Pulitzer aplicó fórmulas sensacionalistas en el arranque de la prensa con tiradas masivas. Nacido en Hungría, llegó a Estados Unidos en plena guerra (1864), en lo que fue la segunda gran oleada migratoria. Tras la contienda, trabajó en la prensa de la emigración alemana.
Ascenso y Fusión de Diarios
En 1878, Pulitzer compró el St. Louis Dispatch y lo fusionó con el Evening Post. Ambos diarios estaban prácticamente en la ruina en el momento de su adquisición, pero Pulitzer los relanzó bajo el nuevo modelo popular. En su gestión, convergieron una combinación de sensacionalismo (crímenes, violencia, etc.) con una imagen del diario como defensor de los intereses de los lectores.
El Éxito de The World
En 1883, compró The World, otro diario en la ruina que, para 1884, ya alcanzaba tiradas de 60.000 ejemplares y superaba en publicidad al New York Morning Herald de James Gordon Bennett, que dominaba la ciudad. Este diario, que rompió con el diseño clásico de la portada al introducir enormes titulares, ilustraciones y grandes espacios dedicados a la noticia principal, fue sin duda el más leído de su época. A partir de ese momento, las cifras crecieron hasta dimensiones desconocidas en la prensa de Estados Unidos y a nivel mundial. En 1887, salió la versión vespertina (diarios de la tarde). Las dos ediciones, en 1892, alcanzaban diariamente 375.000 ejemplares. La edición dominical, el Sunday World, superaba los 250.000 ejemplares e incluía entre sus temas centrales las comúnmente llamadas noticias de sociedad.
Legado Educativo: La Escuela de Periodismo y el Premio Pulitzer
En 1903, Pulitzer fundó la Escuela de Periodismo en la Universidad de Columbia, que comenzaría a convocar el prestigioso Premio Pulitzer.
Características del Periodismo de Pulitzer
The World era un diario barato (dos centavos, menos de la mitad de lo que costaban los demás) y de lenguaje sencillo. Presentaba una información más atractiva que sus predecesores, siendo muy visual gracias a grandes titulares e ilustraciones. Ofrecía un producto dirigido a los lectores que iban a componer el grueso del nuevo mercado periodístico.
La nueva prensa pretendía agitar a la audiencia, conmoverla, incitarla a la lectura de un nuevo producto más que simplemente informarla. La información aportaba menos beneficios que el sensacionalismo. Sus escritores eran creadores de ficciones, manipuladores que creaban héroes de papel y mitos para el consumo de la sociedad. Los contenidos eran de información general y de interés humano: los sucesos, la materia prima del sensacionalismo. Como autopromoción del diario, realizaba campañas ciudadanas con el objetivo de estar presente y activo en la sociedad.
Adolph S. Ochs: La Apuesta por el Periodismo de Calidad
A pesar de su idea utópica de presentar todas las noticias, el fin de Adolph S. Ochs era informar más y mejor a la ciudadanía. Su discurso era muy contrario al sensacionalismo y sigue siendo relevante hoy en día, puesto que es por lo que abogan muchos diarios de negocio. Además de información, algunos redactores incluían contenidos ofensivos hacia la prensa sensacionalista, considerada de mal gusto. Sin embargo, tenían puntos en común, como la continua autopromoción. Esta prensa de calidad introdujo una nueva innovación en forma y contenidos: más información económica, financiera, cultural e internacional. Adoptó el modelo dominical orientado a la reflexión y al análisis más que al puro divertimento, relatando las noticias más destacadas de la semana en un tono más apaciguado y recreativo.
William Randolph Hearst: El Auge del Amarillismo
William Randolph Hearst disputó a Pulitzer el liderazgo de las tiradas. Para ello, multiplicó y exageró todo lo que hacía Pulitzer, incluso llegó a inventar determinadas noticias. Llevó al extremo el sensacionalismo, creando un modelo más agresivo y sin escrúpulos: el amarillismo.
Inicios y Expansión
Con 24 años, su padre (gobernador de California) le regaló el San Francisco Examiner. Hearst fichó colaboradores de primera fila como Sam Chamberlain para agudizar su competencia. También se inició en la fórmula de provocar la noticia, en ocasiones al borde de la invención. No esperaba a que la noticia ocurriera, sino que siempre intentaba ir por delante de ella.
De 1887 a 1893, el periódico pasó de 15.000 a 70.000 ejemplares. En 1895, llegó a Nueva York y compró The Morning Journal (más tarde New York Journal) para hacerse un hueco en el mercado de la Gran Manzana. El respaldo económico familiar le permitió perder cerca de un millón de dólares en el primer año.
La Guerra de la Prensa: Hearst vs. Pulitzer
En 1896, bajó el precio a un centavo y contrató a los mejores hombres de Pulitzer, comenzando así la guerra contra The World. La competencia provocó que Hearst radicalizara su modelo, perdiendo los niveles de respeto y dignidad de Pulitzer, y considerando al lector como mero engullidor de sensaciones impresas.
La base de su periodismo era que, mientras otros hablaban, el Journal actuaba. Esto provocó continuos saltos en la línea ideológica del diario, presionando al gobierno e incitando a las masas a intervenir en la Guerra de Cuba.
El Papel de Hearst en la Guerra de Cuba (1898)
La Guerra de Cuba (1898) fue una contienda asimétrica, puesto que, aunque duró tres meses, bien podría haber durado menos debido a la superioridad evidente de Estados Unidos sobre las tropas de ocupación españolas. Esta no fue una guerra espontánea, sino que venía preparándose desde mucho tiempo atrás.
El Journal mantuvo una postura abiertamente intervencionista que sintonizaba con la política imperialista estadounidense. Exageró las noticias, publicando torturas y excesos de las tropas españolas en Cuba para inculcar en las masas el deseo de intervenir en el Caribe. De hecho, algunos autores hablan de que el diario de Hearst se dedicó a fabricar una guerra que no existía. Ante la falta de noticias, sus corresponsales en La Habana pidieron volver, pero la respuesta que se le atribuyó a Hearst fue: «Permanezcan en La Habana. Ustedes pongan las imágenes, que yo pondré la guerra.»
La voladura del Maine en La Habana fue el detonante de una guerra abonada desde la prensa. Esta explosión fue atribuida a un torpedo español, algo que todavía hoy sigue sin poder demostrarse.
Controversias Políticas y Legado
Por cuestiones de política interior, el diario de Hearst, en las elecciones, insultó al presidente McKinley, planteando incluso la legitimidad de asesinar a un tirano (haciendo clara referencia a su consideración de McKinley como tirano). Esto no habría tenido trascendencia si McKinley no hubiera sido asesinado meses después, lo que obligó a Hearst a cambiar la cabecera por The American, una denominación patriótica que buscaba compensar las críticas surgidas hacia su persona tras insinuarse que él estaba detrás del crimen.
Hearst logró consolidar un imperio periodístico con diarios en las principales ciudades y una agencia de prensa, lo que demostraba la buena organización empresarial del fundador del Journal.