Motivo por el cual los infantes de Carrión agreden a las hijas del Cid


ESTRUCTURA Y CONTENIDO DEL Cantar de mio Cid

La estructura interna del Cantar de mio Cid está marcada por la pérdida y recuperación del honor del Cid. El destierro supone la pérdida del honor público, que Rodrigo recupera con la conquista de Valencia, con lo que el héroe consigue el perdón real; en la cima de su poder político, la humillación y abandono de sus hijas le lleva a perder su honor privado, que restaura cuando se anuncia la boda de sus hijas con hijos de reyes.
El Cid aparece como un personaje humano, no hay nada excesivo en él: a pesar de la injusticia del rey sigue proclamándose vasallo de Alfonso VI; tampoco se muestra sanguinario con los moros y renuncia a matar a los infantes por venganza.

CANTAR PRIMERO:


El destierro


. Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es enviado por su rey Alfonso a cobrar las parias que los moros del Andalucía pagaban a Castilla. Al hacer esta recaudación de tributos, el Cid tiene un encuentro con el conde castellano García Ordoñez, establecido entre los moros, y le prende afrentosamente en el castillo de Cabra. Cuando el Cid vuelve a Castilla es acusado por envidiosos cortesanos de haber guardado para sí grandes riquezas de las parias y el rey le destierra. Álvar Fáñez, con otros parientes y vasallos del héroe, se van con él al destierro. (Este relato corresponde a la parte perdida del códice). El Cid parte de Vivar para despedirse de sus mujer, que, con sus dos hijas, aún niñas, está refugiada en el monasterio de San Pedro de Cardeña, y al dejarlas allí, el héroe pide al cielo le conceda llegar a casar aquellas niñas y gozar algunos días de felicidad familiar (versos 1-284). El plazo del destierro apremia, y el Cid tiene que acortar su despedida, para salir de Castilla; otra preocupación le apremia más de cerca: la de poder sostener su vida y la de los que le acompañan (v. 285-434). Los éxitos del desterrado son al principio penosos y lentos. Primero gana dos lugares moros: Castejón y Alcocer (v. 435-861). Luego se interena más en país musulmán, haciendo tributaria suya toda la regíón desde Teruel a Zaragoza, mientras Álvar Fáñez va a Castilla con un presente para el rey (v.862-950). El desterrado prosigue su avance sobre las montañas de Morella y tierras vecinas, que estaban bajo la protección del conde de Barcelona, y prende a este, dejándole generosamente en libertad al cabo de tres días de prisión (v. 951-1086).

CANTAR SEGUNDO:



Las bodas de las hijas del Cid

. Desde las mismas montañas de Morella, el Cid se atreve ya a conquistar las playas del Mediterráneo, entre Castellón y Murviedro, llegando en sus correrías hasta Denia (v. 1087-1169) y logrando, al fin, tomar la gran ciudad de Valencia (v.1170-1220). El rey moro de Sevilla, que quiere recobrar la ciudad perdida, es derrotado y del botín de esta victoria el Cid toma cien caballos y los envía con Álvar Fáñez al rey Alfonso, para rogarle permita a doña Jimena ir a vivir en Valencia. El rey Alfonso permite que el Cid se reúna con su mujer y sus hijas en Valencia; el Cid las recibe con grandes alegrías y les muestra desde el alcázar la extensión de la ciudad conquistada y la riqueza de su huerta (v. 1221-1621). El rey de Marruecos quiere a su vez recobrar Valencia, pero también es derrotado por el Cid; del inmenso botín de esta batalla, el Cid envía doscientos caballos al rey, siendo Álvar Fáñez, por tercera vez, el encargado de llevarle este presente (v. 1622-1820). Tan repetidos y ricos regalos del Cid al rey producían en Castilla gran admiración hacia el desterrado héroe; pero, al mismo tiempo, mortificaban la envidia del conde García Ordoñez y despertaban la codicia de los infantes de Carrión que, para enriquecerse, quieren casar con las hijas del conquistador de Valencia. El rey mismo, estimando muy honroso para el Cid el casamiento, se lo propone a Álvar Fáñez (v. 1821-1915). El Cid y el rey se avistan a orillas del Tajo; el rey perdona solemnemente al desterrado y este accede a casar sus hijas con los infantes de Carrión, pues aunque le repugna el orgullo nobiliario de estos, no quiere negarse a la petición del rey, por quien siente tanta veneración (v. 1916-2155). El Cid se vuelve a Valencia con los infantes y allá se celebran las bodas (v. 2156-2491).

CANTAR TERCERO:



La afrenta de Corpes



 Los infantes de Carrión dan muestra de gran cobardía, sobre todo en la batalla que el Cid tiene contra el rey Búcar de Marruecos, que nuevamente viene a recobrar Valencia (v. 2278-2491). El Cid, después de vencer y matar a Búcar, se siente en el colmo de su gloria: ya no es el pobre desterrado de antes, se halla rico y poderoso, temido; hasta se enorgullece de sus nobles yernos, cuya cobardía ignora (v. 2492-2526). Estos, que no podían sufrir las burlas de que eran objeto por su falta de valor, quieren vengarse del Cid afrentándole en sus hijas, y le piden permiso para irse con ellas a Carrión. El Cid, sin sospechar la maldad de sus yernos, accede, y los despide colmándolos de riquezas; pero, al bendecir a sus hijas, siente el ánimo abatido por malos agüeros y tristes presentimientos (v. 2527-2642). Los infantes emprenden su viaje, y en cuanto entran en tierras de Castilla, en el robledal de Corpes, azotan cruelmente a sus mujeres y las dejan medio muertas (v. 2643-2762). Al saber tal deshonra, el Cid envía a Muño Gustioz que pida al rey justicia, pues fue él quien las casó (v. 2763-2919). Condolido el rey, convoca su corte en Toledo. El Cid expone sus agravios y exige la reparación de su honor mediante una lid; en esto, dos mensajeros entran en la corte a pedir las hijas del Cid para esposas de los infantes de Navarra y de Aragón, donde serán reinas. El rey accede a este casamiento. Los infantes de Carrión quedan vencidos por los hombres del Cid y declarados traidores. Las hijas del Cid celebran su segundo matrimonio, mucho más honroso que el primero (v. 2920-3730)

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