Renacimiento
El Renacimiento es un movimiento cultural que se basa en el humanismo, que sitúa al ser humano y la razón en el centro del pensamiento, frente a la visión teocéntrica medieval. Se valoran la belleza, la armonía, la naturaleza y el equilibrio. La literatura refleja estos ideales a través de un lenguaje claro y elegante.
En la poesía se introducen formas como el soneto, el endecasílabo y temas amorosos y bucólicos. Garcilaso de la Vega es el máximo representante, y su obra transmite un amor idealizado y doloroso, con gran musicalidad y perfección formal. Escribe sonetos, donde expresa con profundidad el sufrimiento amoroso; canciones, de tono más reflexivo; y églogas, donde pastores idealizados dialogan sobre el amor en un paisaje armónico. También destacan Juan Boscán, Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
En la prosa se desarrolla la novela idealista, que incluye:
- la novela pastoril
- bizantina
- morisca
- y de caballerías
Estas obras presentan aventuras, amores y paisajes idealizados. También empieza a surgir la novela picaresca con El Lazarillo de Tormes, que presenta una visión crítica de la sociedad a través de un protagonista humilde y marginado.
En el teatro comienza a desarrollarse el teatro popular, representado en plazas y corrales ante un público variado. Destaca Lope de Rueda, autor de obras breves llamadas pasos, de tono humorístico y costumbrista, que mostraban escenas cotidianas protagonizadas por personajes populares. Estos pasos se intercalaban entre obras más largas para entretener al público.
Barroco (Siglo XVII)
Refleja una visión pesimista y desengañada de la vida; busca lo complejo y lo recargado. La muerte, el paso del tiempo y la apariencia engañosa son temas centrales. Se cultiva una estética del contraste y la exageración.
La poesía se divide en dos tendencias principales:
- El culteranismo, representado por Luis de Góngora, se caracteriza por su lenguaje culto, lleno de metáforas y alusiones mitológicas, como en su Fábula de Polifemo y Galatea.
- El conceptismo, con Francisco de Quevedo, usa juegos de palabras, ironía e ingenio para criticar la sociedad.
Ambos estilos muestran una gran riqueza léxica y complejidad formal.
También destacó Lope de Vega, cuya poesía combina el amor, la naturaleza y la vida cotidiana con un lenguaje más sencillo y cercano. Escribió sonetos, romances y poemas de tema amoroso y filosófico.
En la prosa, la novela picaresca continúa desarrollándose con obras como Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, que mezcla aventuras y crítica moralizante, y El Buscón de Quevedo, más humorística y amarga. También florece la novela corta, con las Novelas ejemplares de Cervantes, que abordan temas morales, amorosos y sociales en relatos breves y variados. Se escribe además novela alegórica y prosa de ideas, que se cultiva en tratados filosóficos, morales y políticos con un estilo cuidado y reflexivo.
Destaca la narrativa de Miguel de Cervantes, cuya obra más importante es El Quijote; en ella se mezclan géneros, estilos y registros, y se crea una profunda reflexión sobre la realidad.
En el teatro, Lope de Vega revoluciona la escena con su comedia nueva, que mezcla lo trágico y lo cómico y rompe con las reglas clásicas. Calderón de la Barca representa el teatro filosófico y simbólico, con obras como La vida es sueño, centradas en el honor, el destino y la libertad. También destaca Tirso de Molina.
Ilustración (Siglo XVIII)
La Ilustración es un movimiento que defiende la razón, la ciencia, la educación y el progreso. Predomina el Neoclasicismo, que recupera las normas clásicas: claridad, orden, unidad y función didáctica. El arte debe enseñar y mejorar la sociedad, por lo que se rechaza el exceso barroco y se evita la fantasía. La literatura se vuelve más sobria y racional.
En la poesía, al principio, se cultiva una poesía posbarroca y neoclásica, de tono ligero, elegante y superficial, enfocada en lo amoroso y lo cotidiano, con un estilo cuidado y clásico. La poesía neoclásica busca enseñar deleitando, y valora el orden, la razón y la mesura. A finales del siglo, nace la poesía prerromántica, donde ya se expresan sentimientos íntimos, nostalgia, pasión, melancolía o amor por la naturaleza.
La prosa del siglo XVIII se divide en dos grandes bloques: Por un lado, la prosa de ideas, que incluye ensayos, cartas filosóficas, críticas, tratados y reflexiones. Destacan:
- Benito Jerónimo Feijoo, con Teatro crítico universal
- Gaspar Melchor de Jovellanos, con Informe sobre la ley agraria
- y José Cadalso, con Cartas marruecas.
Por otro lado, aparece la prosa de ficción.
El teatro neoclásico defiende las normas clásicas (unidad de acción, tiempo y lugar), los fines morales y la verosimilitud. Se rechaza la mezcla de lo trágico y lo cómico. Uno de los principales autores es Leandro Fernández de Moratín, cuya obra El sí de las niñas critica el matrimonio impuesto y defiende la libertad y la educación. A finales de siglo, surge el teatro prerromántico, que se aleja de la rigidez neoclásica para explorar temas sentimentales, sociales o nacionalistas, como en El delincuente honrado, de Jovellanos.
Romanticismo (Siglo XIX)
Es un movimiento artístico y literario que valora por encima de todo la libertad, la imaginación, el sentimiento y lo subjetivo. Exalta la naturaleza, el pasado y lo misterioso.
En la poesía, destaca José de Espronceda, que en obras como El estudiante de Salamanca o El Diablo Mundo presenta héroes rebeldes y malditos, con un lenguaje sonoro, apasionado y lleno de imágenes. Hacia finales del siglo, aparece una poesía más íntima y sencilla con Gustavo Adolfo Bécquer, que con sus Rimas expresa el amor, la tristeza, el misterio y la melancolía con una voz contenida y musical. Junto a él, Rosalía de Castro es una figura clave de la poesía posromántica, con Cantares gallegos y En las orillas del Sar.
En la prosa, uno de los autores más destacados es Mariano José de Larra, que escribió artículos periodísticos con fuerte crítica social, política y cultural. Sus textos combinan análisis racional con un tono emocional, irónico y a veces pesimista, y reflejan el desencanto del escritor con la situación de España.
También destaca la narrativa breve de Gustavo Adolfo Bécquer, especialmente en sus Leyendas, una serie de relatos con elementos sobrenaturales, donde se mezcla el amor imposible, lo fantástico y lo poético, y muestran su sensibilidad romántica.
El teatro romántico rompe con las reglas clásicas: mezcla lo trágico y lo cómico, emplea escenarios sombríos y presenta personajes apasionados, enfrentados al destino, con finales generalmente trágicos. Defiende la libertad creadora del autor, el interés por lo nacional y lo legendario, y el uso de efectos dramáticos. Dos autores clave son Ángel de Saavedra, con Don Álvaro o la fuerza del sino, y José Zorrilla, con Don Juan Tenorio.