Tras la Guerra Civil, el panorama de la cultura española es desolador: los artistas anteriores, generalmente comprometidos con la República, murieron (Lorca) o partieron al exilio (Cernuda, Juan Ramón Jiménez…). Los que se quedaron sufrieron una fuerte censura (Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre).
La Poesía en la Posguerra
La producción poética de estos años estará fuertemente condicionada por la guerra y sus consecuencias sobre los ciudadanos.
Años 40
Se suelen distinguir tres vertientes fundamentales:
Poesía arraigada
Es una poesía de evasión, no comprometida con la realidad. Las revistas Escorial y Garcilaso reúnen a poetas como Luis Rosales o Dionisio Ridruejo, que apuestan por una poesía clásica, cuyos temas son las vivencias amorosas o religiosas.
Poesía desarraigada
La revista Espadaña defendió una poesía opuesta, más comprometida con el ser humano, en la que se aprecia cierta angustia existencial. La ruptura temática y formal es total: por un lado, optan por los versículos, mientras que temáticamente nos muestran un mundo arrasado y abandonado por un Dios silencioso. Destacan Dámaso Alonso (Hijos de la ira) y Vicente Aleixandre (Sombra del paraíso).
Postismo
Poetas como Carlos Edmundo de Ory enlazaron con la estética y rebeldía vanguardista, especialmente el Surrealismo. En una línea similar se sitúa el grupo Cántico.
Años 50
Surge la poesía social, que pretende mostrar la verdadera realidad del ser humano y del país y denunciar las injusticias. De ese modo, la poesía se considera una herramienta para cambiar la sociedad. El tema, casi siempre España y las consecuencias de la Guerra Civil, es la base sobre la que se construye el poema y todos los aspectos técnicos y estilísticos están subordinados a él, ya que su objetivo es que el mensaje le llegue a la inmensa mayoría de la población. Por ello, también emplean un lenguaje directo y coloquial. Los autores más destacados son Blas de Otero (Pido la paz y la palabra) y Gabriel Celaya (Cantos iberos).
Años 60
A finales de los 50 aparece un nuevo grupo de poetas que, sin renunciar al compromiso social, elevan la calidad artística de la poesía. Se suele denominar como Poesía de la experiencia o Poesía del conocimiento. Para ellos, la poesía no debe limitarse a comunicar la realidad, sino que se inclinan por mostrar su intimidad y por la expresión de las experiencias individuales y los aspectos cotidianos de la vida personal. Huyen del tono exaltado y agresivo y del estilo excesivamente sencillo y prosaico de la poesía social anterior. Ahora buscan un estilo personal que intenta convertirse en una conversación íntima y acogedora con el lector, en la que tienen cabida el humor y la ironía, así como las canciones y las lecturas. En cuanto a la métrica, prefieren el versículo a la métrica y la rima clásicas.
Entre sus representantes:
- Gil de Biedma
- Ángel González
- Claudio Rodríguez
- Goytisolo
- Valente
Poetas Destacados de la Posguerra
Miguel Hernández (Orihuela, 1910 – Alicante, 1942)
Dámaso Alonso lo consideró un epígono genial de la Generación del 27, ya que conoció el gongorismo, el surrealismo y la rehumanización del arte. En su obra se aprecian tres temas principales:
- El sentimiento trágico de la vida: la pena y el sufrimiento son los protagonistas, ya estén provocados por la muerte, la guerra o la separación de los suyos.
- El amor: unas veces es doloroso, otras refleja el amor pleno hacia su mujer, y otras muestra la pasión carnal irrefrenable.
- El compromiso social y político: siempre manifestó su solidaridad con los humildes, los heridos, los hambrientos. En el frente republicano escribió poemas que llamaban al espíritu combativo y revolucionario.
Su poesía es profundamente intensa y emotiva; siempre se posiciona al lado de los débiles y desamparados a los que anima a la lucha, aunque también es un gran poeta amoroso. Estilísticamente, destacan sus atrevidas metáforas y símbolos, así como el empleo de numerosos recursos de repetición. En el aspecto métrico prefiere los versos clásicos, especialmente el endecasílabo y el octosílabo.
En su primera etapa destaca El rayo que no cesa, en la que se percibe la influencia del 27; luego publica Viento del pueblo, una obra de compromiso social y político con la que se convierte en la voz del pueblo. En la cárcel escribe Cancionero y romancero de ausencias, muestra del dolor por la separación y la falta de libertad.
Blas de Otero (1916-1979)
Se caracteriza por su profundo lirismo. Se debate entre la esperanza y las dificultades de la vida presente, a menudo aterradora. Su obra presenta cuatro grandes tendencias: poesía existencialista, poesía amorosa, poesía social y el tema de España. Así, en su primera etapa sigue la línea existencial de la poesía desarraigada e increpa a Dios por su pasividad, por ejemplo, en Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia. En su segunda etapa deja a un lado los temas personales y se solidariza con los problemas de la colectividad, por lo que sus preocupaciones serán el ansia de libertad, de justicia y de paz. Es fundamental la obra Pido la paz y la palabra. En cuanto a su estilo, utiliza con brillantez aliteraciones, paralelismos, juegos de palabras y expresiones coloquiales. Combina formas métricas clásicas (el soneto) con el verso libre y el versículo. Hay que destacar el ritmo duro, distorsionado, con abundancia de encabalgamientos, mediante el que comunica su pasión arrebatada.
Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990)
Forma parte de la Escuela de Barcelona, junto a Goytisolo y Barral. Después de una breve etapa intimista, su poesía evoluciona hacia la contemporaneidad y la racionalidad, trata temas extraídos de las vivencias cotidianas con un fondo de compromiso social y de denuncia política. En este sentido, sus temas fundamentales son el paso del tiempo, el amor y el erotismo y sus propias experiencias. El tono de sus poemas es coloquial, casi conversacional. De esta época de poesía de la experiencia son sus obras Compañeros de viaje (1959) y Moralidades (1966). Por último, escribe Poemas póstumos (1968), donde se hace patente la angustia por la llegada de la vejez frente al recuerdo de sus ilusiones de juventud. Abandona la literatura en 1974, pero su obra sigue siendo muy influyente después.
Gloria Fuertes García (Madrid, 1917-1998)
Desde muy joven comenzó a trabajar para ayudar a su familia, aunque al mismo tiempo prosiguió su formación sin el apoyo de sus progenitores. La Guerra Civil dejará en ella una profunda huella y la llevará a defender el pacifismo y a rechazar la violencia, muchas veces desde el humor.
Durante mucho tiempo se la consideró una autora para niños debido a que dirigió la revista infantil Maravillas, en la que publicará semanalmente cuentos y poemas. También participó en programas para los más jóvenes en TVE. En 1942 conoce a Carlos Edmundo de Ory, fundador del postismo, con el que mantiene una rica relación intelectual que influirá en sus aspectos más vanguardistas. En 1950 publica Isla ignorada, su primer libro de poemas. En 1951 funda, junto a María Dolores de Pablos y Adelaida Las Santas, el grupo «Versos con faldas», en el que dará a conocer otra de sus grandes preocupaciones: la lucha por los derechos de las mujeres. Entre sus obras más destacadas podemos citar Ni tiro, ni veneno, ni navaja, Cangura para todo y Poeta de guardia. Sus temas fundamentales son la denuncia de la injusticia, especialmente contra la mujer, la soledad, el dolor, el amor, Dios (siempre fue una creyente heterodoxa), la muerte… También su propia vida es un referente constante. Su estilo transciende el realismo, pues la influencia del postismo dota a su estilo de juegos de palabras, enumeraciones caóticas y metáforas visionarias.
La Novela en la Posguerra
Tras la Guerra Civil, el panorama de la cultura española es desolador: los artistas anteriores, generalmente comprometidos con la República, murieron (Unamuno) o partieron al exilio (Ramón J. Sender o Max Aub). Los que se quedaron sufrieron una fuerte censura. La novela se desarrolla en las siguientes etapas:
Años 40
Predomina el realismo existencial. La temática gira en torno a la huella de la Guerra Civil y sus consecuencias sobre los ciudadanos: amargura, angustia e incertidumbre, reflejo de una sociedad devastada por la miseria; otros temas son la ausencia de valores humanos, la soledad, el desarraigo y la muerte. Los personajes son antihéroes, inadaptados que sobreviven en un clima de hastío existencial y violencia. La técnica se caracteriza por un estilo y lenguaje sencillos; narrador en primera persona protagonista, portavoz de las ideas del autor. Autores: Cela (La familia de Pascual Duarte), que inaugura el tremendismo, y Carmen Laforet (Nada).
Años 50
En 1955 se consolida un nuevo grupo, la Generación del medio siglo. Ofrecen un testimonio de la vida de la época y adoptan una posición de compromiso y denuncia ante los conflictos sociales y políticos. La novela inaugural es La colmena de Cela. Se aprecian dos tendencias:
Realismo social
Ofrece una explicación de la realidad y denuncia las injusticias. Simplifican el estilo, de forma que cobra gran importancia el diálogo en estilo directo y las descripciones detalladas. Los temas fundamentales se relacionan con la sociedad caracterizada por el aislamiento debido a la división generada por la Guerra Civil; destaca Las ratas, de Miguel Delibes.
Objetivismo
También se solidarizan con los problemas del hombre, pero en este caso el autor muestra una «fotografía» de la realidad sin reflejar su punto de vista; es fundamental El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio.
Años 60
La siguiente etapa se inicia con Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Ahora cultivan la novela experimental. Los temas son: la sociedad vista desde un enfoque novedoso, empleando la ironía y el humor, y el análisis de los sentimientos. La técnica narrativa es fundamental, se caracteriza por la pérdida de importancia (o incluso desaparición) del argumento, por la ruptura de la estructura interna y externa, la corriente de conciencia (por influencia de Joyce), los saltos temporales o el punto de vista múltiple. Autores: Delibes (Cinco horas con Mario); Goytisolo (Señas de identidad).