Miguel Hernández (1910-1942)
Por evolución y por edad se le suele incluir en la Generación del 36, si bien se acerca más a la poesía desarraigada. Su obra, iniciada antes de la Guerra Civil, alcanzó su madurez en los primeros años de la posguerra.
Su trayectoria poética se puede dividir en cuatro etapas:
Poesía neogongorina
En su primer libro de poemas, Perito en lunas (1933), desarrolla escenas de la vida cotidiana y temas como la muerte, los toros y el sexo, en una mezcla de elementos cultos y populares, de estilo neogongorino, metafórico, hermético y deslumbrante.
Plenitud poética
En El rayo que no cesa (1936), el tema fundamental es el amor concebido a la vez como dolor y como gozo.
Poesía comprometida
Etapa en la que Hernández considera la poesía como un instrumento útil. A esta época pertenecen Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939), en las que los dolores de la guerra y el presentimiento de la derrota cargan de pesadumbre unos versos en los que el poeta se expresa de un modo cada vez más personal.
Exploración interior
La mayoría de las composiciones de Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) fueron escritas en prisión. Abundan en ellas las que insisten en las consecuencias de la guerra y en su propia situación personal. Su estilo es sencillo y domina plenamente el molde de la poesía popular.
Blas de Otero (1916-1979)
Su obra resume las etapas de la poesía española durante varias décadas:
Primera etapa: poesía existencial y desarraigada
Publica Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951). El tema central son las preocupaciones existenciales del «yo», el amor y un inicio de la temática social. Formalmente, Otero se muestra como un espléndido autor de sonetos, pero además, utiliza el verso libre.
Segunda etapa: poesía social
A esta etapa pertenecen los poemarios Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1959) y Que trata de España (1964). Es poesía social cuyo tema central es la solidaridad con los que sufren, localizada en un ámbito concreto: España. Siguiendo las características de la poesía social, la dirige «a la inmensa mayoría», con un lenguaje sencillo y accesible.
Tercera etapa: búsqueda de nuevas formas
Los poemas de esta última etapa se caracterizan por formas métricas muy libres y un uso de la imagen insólita, con influencias del surrealismo. Temáticamente, hay una mayor presencia del intimismo.
Jaime Gil de Biedma (1929-1990)
Parte de la Generación de los 50, su obra es fruto de una constante reelaboración. Sus libros principales son Compañeros de viaje (1959), Moralidades (1966) y Poemas póstumos (1968).
Temáticamente, su poesía se ha definido como «poesía de la experiencia», pues muchos de sus poemas parten de una situación sobre la que el poeta reflexiona, en primera persona o, en ocasiones, en segunda, dirigiéndose a un desdoblamiento de su persona.
Otros temas que aparecen en su obra son:
- La oposición constante entre los deseos que el poeta siente y la realidad que los niega.
- El tiempo, expresado a través del contraste entre la infancia feliz y las angustias de la juventud, o entre las ilusiones de la juventud y la llegada de la vejez.
- La frustración y la melancolía por el recuerdo de tiempos mejores.
- La temática políticosocial, pero desde un punto de vista personal y no general.
- El tema de la amistad y el tema amoroso, tratado con una franqueza erótica no habitual en el momento.
En cuanto a la métrica, predomina el verso libre. Es frecuente el uso del encabalgamiento, con el que consigue el tono conversacional y coloquial característico de su estilo.
Gloria Fuertes (1917-1998)
Su nombre está ligado a dos movimientos literarios: la mencionada Generación del 50 y el Postismo, grupo literario de posguerra al que se unió a finales de los años 40.
En los años 50 inició una fulgurante carrera literaria con obras como Isla Ignorada (1950), Aconsejo beber hilo (1954) y Todo asusta (1958). En los años 60, los elementos intimistas pasaron a primer plano en Ni tiro, ni veneno, ni navaja (1965) o Poeta de guardia (1968).
Su poesía, surgida de forma autodidacta, se asienta en tres ejes entrelazados:
- El tono conversacional.
- El afán autobiográfico.
- El humor.
Su poesía es sencilla, está marcada por la tragedia de la Guerra Civil y en ella destaca el juego de palabras.
Los temas de su poesía pueden englobarse en:
- La metapoesía.
- El amor.
- La existencia.
- La soledad.
- La divinidad.
- La solidaridad humana.
El tema del amor tiene dos vertientes principales: un amor solidario, que se traduce en cercanía a los más desfavorecidos, y un amor individual, erótico.
La soledad también es un tema ambivalente: la incomunicación, la falta de compañía, pero también la libertad individual como mujer de poder desarrollar una personalidad propia.
Al margen de su poesía para adultos, Gloria Fuertes escribió, principalmente en la última etapa de su carrera, literatura infantil, llegando a recibir en 1968 el Premio Andersen por su trabajo.
Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)
Autor que podemos vincular con la Generación del 98, Valle-Inclán cultivó la excentricidad y se construyó a sí mismo como un personaje bohemio.
En relación con el teatro y las artes escénicas, fue:
- Actor
- Adaptador
- Traductor
- Escenógrafo
- Director teatral
- Productor teatral
- Y, sobre todo, dramaturgo.
Escribió numerosas obras de teatro y desde sus comienzos literarios mostró una clara vocación de ruptura, tanto formal como temática. Como características esenciales podemos decir que el teatro de Valle-Inclán es un teatro antirrealista y presenta una enorme variedad y riqueza de registros lingüísticos.
En su obra se pueden señalar cinco ciclos:
Ciclo modernista
A él pertenecen obras como El marqués de Bradomín (1906).
Ciclo mítico
Partiendo de su Galicia natal, Valle-Inclán crea un mundo mítico e intemporal. La irracionalidad, la violencia, la lujuria, la avaricia y la muerte rigen los destinos de los protagonistas. Pertenecen a este período la trilogía Comedias bárbaras (formada por las obras Águila de blasón, Romance de lobos y Cara de Plata) y la obra Divinas palabras (1920).
Ciclo de la farsa
Se trata de un grupo de comedias recogidas en un volumen titulado Tablado de marionetas para educación de príncipes (1909-1920). Estas obras presentan un continuo contraste entre lo sentimental y lo grotesco, y sus personajes, marionetas de feria, anuncian la llegada del esperpento.
Ciclo esperpéntico
Está formado por Luces de bohemia (1920) –obra que inicia el género del esperpento– y el volumen titulado Martes de Carnaval (1921-1927) (que incluye los esperpentos Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán).
El esperpento, más que un género literario, es una nueva forma de ver el mundo, ya que deforma y distorsiona la realidad para presentarnos la imagen real que se oculta tras ella. La idea tiene origen en un reclamo publicitario que existió en el «callejón del Gato» de Madrid, un espejo cóncavo y otro convexo que deformaban la figura de todo aquel que posase frente a ellos. Esta deformación, además de devolvernos una imagen más real que la aparente, produce en el espectador un extrañamiento o distanciamiento (de modo parecido al del teatro de Bertolt Brecht).
Características de la técnica del esperpento:
- Deformación sistemática de la realidad con una finalidad crítica, paródica y satírica.
- Mezcla de lo cómico y lo serio, lo sublime y lo vulgar.
- Humanización de objetos y animales y animalización o cosificación de los seres humanos, que se presentan como marionetas, peleles, fantoches.
- Presentación de ambientes miserables y marginales.
- Parodia de modelos literarios y crítica a clases sociales e instituciones.
Estilísticamente, el esperpento presenta gran variedad de registros lingüísticos caracterizadores de los personajes (vulgarismos, dialectalismos, pedanterías administrativas, lenguaje cursi…), además de derivaciones irónicas (rubiales, frescales) o despectivas (espadón, vejete) y humor agrio y sarcasmo.
Ciclo final
En esta última etapa, Valle-Inclán lleva a su extremo las propuestas dramáticas anteriores: presencia de lo irracional e instintivo, personajes deshumanizados, esquematizados y guiñolescos, y la técnica distorsionante del esperpento. Sus obras quedan recogidas en Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
Federico García Lorca (1898-1936)
García Lorca es el dramaturgo más representativo del período de la Segunda República (1931-1939): frente al teatro de gusto burgués que había triunfado hasta entonces, se propicia el acercamiento de la cultura a la España rural, y para ello se promueven grupos teatrales universitarios como La Barraca (1932-1936), impulsada por Lorca y Eduardo Ugarte.
Características de su teatro:
- Concibe el teatro como un espectáculo total, en el que combina verso, prosa, cultura, folclore, música, plasticidad, etc.
- Introduce ambientes y problemas populares.
- Presenta ambientes opresivos que condicionan la libertad de las personas.
- Concede mucha importancia a los protagonistas femeninos, que son símbolo de opresión, a través del amor insatisfecho, la maternidad imposible o la frustración.
- Usa un lenguaje directo, pero de gran intensidad poética.
- Posee una enorme capacidad para universalizar los conflictos más cotidianos.
Inicialmente, experimentó con formas teatrales diversas como el teatro simbolista (El maleficio de la mariposa, 1920) o el drama heroico (Mariana Pineda, 1927).
Evolución dramática
Farsas
Posteriormente, en su afán de experimentar nuevas fórmulas dramáticas, cultiva la farsa. Aquí nos encontramos con el teatro de marionetas (Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, 1922) o las farsas para personas (La zapatera prodigiosa, 1930, y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, 1933).
Teatro surrealista
Durante los años treinta, su deseo de experimentación lo llevó hacia el teatro surrealista. El propio autor denominó estas obras como «comedias imposibles». La obra más destacada es El público (1930), que desarrolla el tema del amor homosexual y el problema del teatro convencional, que debe ser destruido y sustituido por un teatro más auténtico. Otra obra es Así que pasen cinco años (1931).
Obras de madurez
En su época de madurez alumbró las obras que lo han elevado a las más altas cimas del teatro: dos tragedias rurales (Bodas de sangre y Yerma) y dos dramas (Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba). Todas ellas, de protagonismo femenino, tienen en común el tema de la marginación social de las mujeres.
- Bodas de sangre (1933): Tragedia de un triángulo amoroso que acaba con la muerte en duelo de los dos hombres.
- Yerma (1934): Drama de la mujer incapaz de engendrar un hijo.
Ambas son tragedias de sabor clásico, en las que el autor mezcla la prosa y el verso, utiliza coros como en la tragedia griega para comentar la acción, maneja elementos simbólicos y alegóricos que les dan cierta trascendencia mítica y emplea diversos recursos para alcanzar una gran intensidad dramática.
Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores (1935) aborda el tema de la frustración amorosa.
La casa de Bernarda Alba (1936) es su obra teatral cumbre. En ella se dan cita temas habituales: la libertad frente a la autoridad, las pulsiones eróticas y los instintos naturales enfrentados a las normas sociales y morales, la frustración vital, la condición sometida de la mujer, etc. Pero es, sobre todo, una reflexión sobre el poder. Bernarda, de modo viril, asume e impone por la fuerza un código de conducta represivo a sus hijas, las cuales, con excepción de la menor, aceptan esas reglas que su madre ha recibido de la tradición heredada y que ellas están resignadas a perpetuar.
El Teatro Español Anterior a 1936
En el primer tercio del siglo XX, dos grandes tendencias pugnan por consolidarse en los escenarios españoles:
- Por un lado, el teatro comercial, que responde a las expectativas y gustos del público burgués que asiste a las representaciones, continuador, desde el punto de vista estético, de las formas tradicionales de los últimos años del siglo XIX.
- Por otro, el teatro innovador, que busca explorar nuevas fórmulas dramáticas, tanto desde el punto de vista técnico como ideológico, al margen de los intereses económicos de los empresarios teatrales.
Teatro comercial
Dentro del teatro comercial podemos destacar:
El teatro poético
Defensor de los ideales nobiliarios, en la línea del más puro tradicionalismo. Su figura más representativa es Eduardo Marquina.
El teatro cómico
De signo costumbrista, heredero del popular «género chico» del siglo XIX, en el que sobresalen los sainetes de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, y el astracán de Pedro Muñoz Seca.
Notas sobre géneros cómicos:
- El sainete: Es una pieza breve que nos ofrece una visión amable, simpática y estereotipada de la sociedad y, por tanto, superficial, ajena a toda intención crítica. Los personajes son esquemáticos, la acción es costumbrista y los diálogos están plagados de chistes y juegos de palabras con propósito humorístico.
- El astracán: Creado por Pedro Muñoz Seca, se trata de obras cómicas descabelladas cuyo único fin es provocar la carcajada, recurriendo al chiste fácil y a los continuos juegos de palabras.
La comedia burguesa
Refleja los vicios y virtudes de la burguesía, pero en el fondo identificada con los usos sociales y valores de esta. La figura más destacada es Jacinto Benavente.
Teatro innovador
El teatro innovador explora nuevas formas de expresión dramática en consonancia con las corrientes que se abren camino en Europa.
- En la Generación del 98, además de algunas obras de Unamuno y Azorín, destaca la genial aportación de Ramón María del Valle-Inclán.
- En la Generación del 27, hay varios intentos interesantes de renovación del teatro, como los de Rafael Alberti. Sobresale, por encima de todos ellos, la obra de Federico García Lorca.