Trayectoria Dramática de Federico García Lorca
Lorca, en su obra, buscó innovar estéticamente para que todos los elementos de la obra teatral comunicasen en su conjunto y se caracterizó por:
- Acotaciones breves y eficaces.
- El lirismo simbólico de un lenguaje lleno de metáforas e imágenes que son a la vez populares y míticas.
- Símbolos como los de su poesía: agua (libertad o muerte), luna (muerte), caballo (vida, virilidad, erotismo o augurio de desgracias), sangre (vida o sufrimiento)…
- Combina la prosa y el verso, y son habituales las canciones populares y música en vivo.
- Extraordinaria coherencia temática, ya que todas sus obras son variaciones sobre dos temas esenciales: la frustración amorosa y la presión de la realidad sobre los sentimientos y la libertad.
- Los personajes, mayoritariamente femeninos, están torturados por poderosas pasiones y culpas. Estos representan a los grupos desfavorecidos de la sociedad, cuya soledad y frustración despertaban especial simpatía en Lorca.
Concibe el teatro como una herramienta capaz de trabajar la realidad actuando sobre la sensibilidad del espectador, por lo que intenta que este se sumerja emocionalmente en la acción y en los personajes. El objetivo es la catarsis, es decir, la transformación emocional del público.
Etapas de su producción dramática
Su producción dramática se divide en tres etapas:
Etapa juvenil
En su etapa juvenil renovó temas clásicos a la vez que experimentaba estéticamente mezclando lo lírico y lo grotesco. Obras: Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita (1922), Retablillo de don Cristóbal (1931), Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1928) y La zapatera prodigiosa (1930).
Segunda etapa (simbólica y surrealista)
En una segunda etapa compuso obras simbólicas, surrealistas y difíciles de representar como El público (1930) y Así que pasen cinco años (1931), formadas por una gran red de símbolos de difícil representación en torno a la frustración del amor homosexual y a la idea del mundo como lucha de fuerzas telúricas e inconscientes.
Tercera etapa (tragedias rurales)
Su tercera etapa, la de las tragedias rurales, es la de mayor valor y proyección universal pese a su aparente localismo. Se acercó a este género con Mariana Pineda (1927) o Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935), pero las más logradas son las tres últimas. En ellas el protagonista era femenino (otra forma de marginalidad), el ambiente es el campo andaluz, el motivo del que brota la tragedia es de índole sexual, el clima es denso y dramático y los argumentos bien trabados y coherentes. Las escenas son realistas, costumbristas y simbólicas. Combina verso y prosa y el habla es realista y lírica, coloquial y culta. Está llena de imágenes populares y poéticas, manifestando las pasiones humanas y las fuerzas de la naturaleza.
Obras clave de la tercera etapa
Estas tres obras son:
- Bodas de sangre (1933): la Novia se escapa el día de la boda con su antiguo novio Leonardo, lo que remueve antiguos odios familiares que conducen al desenlace trágico.
- Yerma (1934): presenta otra mujer infeliz, casada, encerrada en un matrimonio estéril y rodeada de mujeres con hijos. Su conflicto interior la lleva a matar a su marido, que no quería hijos, provocando ella misma la tragedia.
- La casa de Bernarda Alba (1936): Bernarda acaba de perder a su segundo marido. El conflicto surge con la aparición de Pepe el Romano, representación de deseo y libertad. Solo es posible escapar de ese espacio opresor mediante la locura o la muerte (María Josefa o Adela).
Trayectoria Dramática de Ramón María Valle-Inclán
Fue un escritor polifacético que cultivó con éxito todos los géneros, pero que destacó sobre todo en teatro. El estilo, siempre es muy trabajado, denso y difícil por lo condensado y variado de las sugerencias, la mezcla de registros y niveles, imágenes, recursos retóricos… Evoluciona desde una elegante musicalidad preciosista hasta el expresionismo caricaturesco y la estética del feísmo de su etapa esperpéntica. Rechazó el teatro realista y burgués, y quiso provocar y romper, tanto en la forma como en el contenido. Su fracaso comercial le dio la libertad de crear una forma absolutamente innovadora de hacer un teatro atrevido y desconcertante con cuyos personajes el público no pudiera identificarse: el esperpento. Desafió las limitaciones técnicas de su época, experimentando con todos los elementos dramáticos con el objetivo de remover las entrañas del espectador.
Etapas de su obra dramática
Se distinguen tres etapas en su obra dramática:
Etapa inicial (modernista y decadente)
En su etapa inicial, modernista y decadente, se muestra provocador e inconformista. Son obras impresionistas y simbolistas, construidas con escenas sueltas, que manifiestan una necesidad de evasión romántica que parece de ensueño, como El yermo de las almas (1899 y 1908) y El marqués de Bradomín (1906).
Segunda etapa (ciclo mítico)
En su segunda etapa se acerca a la Generación del 98 y se centra en el ciclo mítico. Con la trilogía Comedias Bárbaras, da un paso hacia el feísmo y el tremendismo. Son obras ambientadas en una Galicia intemporal, arcaica y bestial, con personajes carentes de moral (sacrílegos y feroces) que viven en un mundo en el que las pasiones, a flor de piel, conviven con lo misterioso y con la muerte. Son motivos constantes la lujuria, la crueldad, el despotismo y la ambición, lo sobrenatural, la superstición o la brujería. Divinas palabras (1920) supone la culminación de la etapa, con lenguaje rico y variado en registros, una escenografía complicada y minuciosa, acotaciones largas y literarias y en las que no se cumplen las unidades dramáticas clásicas.
Etapa de plena madurez (farsas y esperpentos)
La etapa de plena madurez es la de las farsas y los esperpentos. El ciclo de la farsa está compuesto por cuatro obras breves en las que buscaba el distanciamiento del espectador haciendo una caricatura sarcástica de la sociedad y de la política españolas de la época. Los protagonistas se deshumanizan (peleles). Escritas en verso con un lenguaje deformado cada vez más esperpéntico, están pensadas para ser representadas por muñecos, por los que se les llamó Tablado de marionetas para educación de príncipes: Farsa infantil de la cabeza del dragón (1909), La marquesa Rosalinda (1912), Farsa italiana de la enamorada del rey (1920) y Farsa y licencia de la reina castiza (1920).
El Esperpento
La cumbre del teatro expresionista fue el esperpento, nuevo género y nueva estética inspirada en las pinturas negras de Goya y el sarcasmo de Quevedo. Consiste en la deformación sistemática y grotesca de personajes, situaciones y ambientes de la vida española, una deformación de la realidad que hace que los personajes expresen una imagen ridícula de su vida reflejando su verdadera realidad. En definitiva es una crítica nihilista y cruel de la sociedad, de la época y del ser humano que causa desasosiego.
Es característica una deformación del lenguaje, donde se mezclan expresiones refinadas, pedantes y, en algunos casos, hasta vulgares (jergas barriobajeras y castizas, de tabernas, prostíbulos y delincuencia). También emplea la ironía y el sarcasmo con el objetivo de revelar lo absurdo de la sociedad grotesca que vive de las apariencias, y desenmascarar la corrupción de todos los estamentos sociales de la forma de vida de España. Sabía que estas obras no se podían representar (motivos ideológicos y técnicos), por lo que dio gran relevancia a las acotaciones.
Inició el ciclo del esperpento con Luces de Bohemia (1920), en la que, como Unamuno en Niebla, teoriza sobre el nuevo género creado. Siguió la trilogía Martes de Carnaval, compuesta por Los cuernos de don Friolera (1921), que ridiculiza el concepto de honor del teatro clásico, Las galas del difunto (1926), que parodia el mito de don Juan, y La hija del capitán (1927), sobre una grotesca dictadura militar similar a la de su novela Tirano Banderas (1926).