La casa de Bernarda Alba
Escrita en 1936, poco antes del estallido de la Guerra Civil, La casa de Bernarda Alba refleja la sociedad tradicional y patriarcal de la España rural. La obra muestra la represión y el control sobre la mujer, simbolizados en Bernarda, quien impone un luto de 8 años a sus hijas. Esta opresión social y moral, basada en la apariencia y el “qué dirán”, refleja la mentalidad conservadora de la época.
En el plano literario, Lorca, junto a Valle-Inclán, renovó el teatro anterior a la Guerra Civil, alejándose del teatro comercial y costumbrista. La obra pertenece al teatro simbolista y poético, con un espacio cerrado que intensifica la sensación de opresión. Su estructura es ascendente, con un desenlace trágico que recuerda la tragedia clásica. También mezcla lenguaje culto y coloquial para dar realismo a los personajes.
En conclusión, La casa de Bernarda Alba es una crítica a la sociedad patriarcal y sigue siendo actual por su reflexión sobre la libertad y la opresión de la mujer.
Nada
Nada (1944) de Carmen Laforet, refleja la España de la posguerra a través de la historia de Andrea, una joven que llega a Barcelona con ilusión y se encuentra con un ambiente opresivo. La familia de la calle Aribau simboliza la decadencia de la sociedad española tras la Guerra Civil, marcada por la miseria económica, la violencia y la falta de perspectivas. Aunque la novela no critique abiertamente el régimen franquista, muestra las secuelas del conflicto en la vida cotidiana.
En el plano literario, Nada se relaciona con el existencialismo europeo y presenta una visión pesimista y angustiosa de la realidad. Se ha vinculado con el tremendismo por su crudeza, aunque se aleja de la brutalidad de Cela. También se la considera una novela de iniciación, pues narra el proceso de maduración de Andrea. Su estilo innovador y su exploración psicológica influyeron en escritoras de la posguerra.
En conclusión, Nada es una obra clave de la narrativa de posguerra, que combina una profunda reflexión existencial con un retrato realista de la España de la época.
La flaqueza del bolchevique
«La flaqueza del bolchevique» (1997), de Lorenzo Silva, narra una historia de amor marcada por una gran diferencia de edad, siguiendo la estela de «Lolita» de Nabokov. Aunque su título sugiere un contenido político, la novela se centra en la obsesión de Pablo Díaz, un empresario rebelde y nostálgico, por María, una adolescente. El título hace referencia a un pensamiento del protagonista sobre un amor imposible entre un bolchevique y una duquesa rusa. En un contexto de violencia y terrorismo en España, Silva construye una historia donde el protagonista, tras un accidente de tráfico, inicia un acoso a una mujer que lo lleva a conocer a María. Su relación, basada en la provocación y el desafío social, avanza hacia un final previsible y triste. La novela destaca por el ritmo pausado y el monólogo interior de Pablo, reflejando la nostalgia por una juventud perdida.
El Realismo y el Naturalismo en la Literatura del Siglo XIX
El Realismo surge en la segunda mitad del siglo XIX con el objetivo de reflejar la realidad de manera objetiva, basado en la observación y el análisis. La novela es el género principal, con descripciones minuciosas y un estilo adaptado a los personajes. El Naturalismo, influido por Zola, profundiza en la idea de que el ser humano está determinado por la herencia y el entorno.
En España destacan Galdós (Fortunata y Jacinta), Clarín (La Regenta), Emilia Pardo Bazán (Los pazos de Ulloa), Blasco Ibáñez (Cañas y barro) y Juan Valera (Pepita Jiménez). También se desarrolla la novela costumbrista, con autores como Fernán Caballero o Pereda.
En poesía sobresalen los románticos tardíos Bécquer y Rosalía de Castro, además del prosaísmo de Campoamor y el retoricismo de Núñez de Arce.
El teatro se divide entre la alta comedia (López de Ayala, Tamayo y Baus), el neorromanticismo (Echegaray) y el naturalismo dramático (Galdós, Dicenta). La zarzuela y el género chico triunfan entre el pueblo.
En conclusión, la novela domina este periodo con un fuerte contenido de observación y crítica social, mientras que la poesía y el teatro tienen un menor desarrollo.
Modernismo, Generación del 98 y Teatro hasta 1936
El Modernismo, nacido en Hispanoamérica con Rubén Darío, busca renovar la estética con influencias del parnasianismo (belleza y perfección) y el simbolismo (misterio y subjetividad). Sus rasgos principales son la musicalidad, la sensualidad y la evasión, con poetas como Juan Ramón Jiménez, Manuel y Antonio Machado, y Valle-Inclán (Sonatas).
La Generación del 98, acuñada por Azorín, surge tras la pérdida de las colonias, con una visión crítica de España y temas como el existencialismo y la “intrahistoria” de Unamuno. Destacan Antonio Machado (Campos de Castilla), Valle-Inclán (Tirano Banderas), Unamuno (Niebla), Azorín (La voluntad) y Pío Baroja (El árbol de la ciencia).
El teatro hasta 1936 se divide en comercial y renovador. El primero incluye la comedia de salón (Benavente, Los intereses creados), el teatro poético (Marquina) y el teatro cómico (Arniches, Álvarez Quintero). En el teatro renovador destacan Valle-Inclán, con su esperpento (Luces de Bohemia), y García Lorca, con sus tragedias rurales (La casa de Bernarda Alba).
En conclusión, el Modernismo apuesta por la belleza y la poesía, mientras que el 98 busca la regeneración intelectual de España. El teatro refleja esta dualidad entre lo comercial y la innovación.
Novecentismo y Generación del 14
El Novecentismo, también llamado Generación del 14, surge en el primer tercio del siglo XX, con un espíritu más racional y reflexivo que la Generación del 98. Su principal género es el ensayo, con autores como Ortega y Gasset (La rebelión de las masas), Eugenio d’Ors y Manuel Azaña.
En poesía, destacan los posmodernistas, que buscan depurar el lenguaje. Juan Ramón Jiménez pasa por tres etapas: la sensitiva (Platero y yo), la intelectual (Estío) y la suficiente, de búsqueda espiritual (Dios deseado y deseante).
La novela novecentista tiene tres tendencias: la lírica de Gabriel Miró (El obispo leproso), la intelectual de Ramón Pérez de Ayala (Apolonio y Belarmino) y la vanguardista de Ramón Gómez de la Serna, creador de las greguerías.
En teatro, conviven el teatro comercial (Benavente, Arniches, Muñoz Seca) con intentos renovadores, como los de Valle-Inclán, creador del esperpento (Luces de Bohemia).
El Novecentismo busca la perfección formal y supera el pesimismo del 98 con un enfoque más intelectual y reflexivo.
Las Vanguardias en España, Europa e Hispanoamérica
Las Vanguardias son movimientos artísticos del primer tercio del siglo XX con un fuerte espíritu de renovación, rebeldía y experimentación. Se caracterizan por su originalidad, irracionalidad y provocación.
En Europa
Destacan:
- Futurismo (Marinetti): exaltación de la máquina y rechazo del pasado.
- Dadaísmo (Tzara): espontaneidad e improvisación.
- Cubismo (Apollinaire): caligramas y nuevas estructuras visuales.
- Surrealismo (Breton): exploración del subconsciente y escritura automática.
En España
Las Vanguardias son introducidas por Ramón Gómez de la Serna y su revista Prometeo. Se desarrollan movimientos como:
- Ultraísmo (Cansinos Assens, Huidobro, Borges): reacción contra el Modernismo.
- Creacionismo (Huidobro, Gerardo Diego): el poeta como creador de un mundo nuevo.
En Hispanoamérica
Las Vanguardias se expanden mediante revistas como Prisma y Martín Fierro. Destacan:
- Estridentismo en México (Manuel Maples Arce).
- Negrismo e indigenismo (César Vallejo).
- Surrealismo (Silvina Ocampo, Norah Lange).
La Novela Vanguardista
En novela, la influencia vanguardista cambia el enfoque rural-costumbrista por el urbano y actual. Se caracteriza por su intelectualismo, imaginación y léxico ingenioso. Destacan:
- Ramón Gómez de la Serna (Greguerías).
- Valle-Inclán (Tirano Banderas).
- Benjamín Jarnés (El profesor inútil).
El Teatro Vanguardista
En teatro, frente al teatro comercial (Benavente), surgen propuestas innovadoras:
- Valle-Inclán y el esperpento (Luces de Bohemia).
- Rafael Alberti (El hombre deshabitado).
- Lorca y su teatro surrealista (Así que pasen cinco años).
Las Vanguardias dejaron una profunda huella en la literatura, influyendo en generaciones posteriores y transformando la expresión artística.
La Generación del 27 y el Teatro Lorquiano
La Generación del 27 surge en España en el primer cuarto del siglo XX en un contexto de crisis económica y política, con la dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la II República y la Guerra Civil (1936-1939).
Características de la Generación del 27
- Grupo compacto con edades y formación similares.
- Vínculo con la Residencia de Estudiantes y revistas literarias (La Gaceta Literaria, Revista de Occidente).
- Fecha fundacional: homenaje a Góngora en 1927 en el Ateneo de Sevilla.
- Mezcla de tradición y modernidad: influencias desde la poesía medieval hasta el surrealismo.
Trayectoria poética
Se distinguen tres etapas:
- Hasta 1929: lírica tradicional y poesía pura (influencia de Juan Ramón Jiménez).
- 1929-1936: influencia del Surrealismo, metáforas e imágenes innovadoras.
- Desde 1939: pensamiento existencial y trágico, debido al exilio y la Guerra Civil.
Autores destacados
- Pedro Salinas (La voz a ti debida): poesía amorosa y existencial.
- Jorge Guillén (Aire nuestro): poesía intelectual y optimista.
- Vicente Aleixandre (Espadas como labios, Historia del corazón): surrealismo y reflexión vital.
- Rafael Alberti (Marinero en tierra, El poeta en la calle): poesía amorosa, política y de exilio.
- Luis Cernuda (La realidad y el deseo): hipersensibilidad y exploración de la identidad.
- Dámaso Alonso (Hijos de la ira): poesía desarraigada tras la Guerra.
El teatro de Federico García Lorca
Lorca, además de poeta, fue un dramaturgo innovador, con obras llenas de simbolismo y denuncia social.
Etapas teatrales
- Tragedias históricas (Mariana Pineda).
- Farsas y teatro de guiñol (La zapatera prodigiosa).
- Teatro imposible o surrealista (Así que pasen cinco años).
- Dramas rurales (Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba): conflicto social y destino trágico.
Conclusión
La Generación del 27 supuso una renovación literaria única, combinando tradición y modernidad. En la poesía y el teatro, influyó en generaciones posteriores, siendo un referente clave en la literatura española del siglo XX.
La Lírica y el Teatro Posteriores a 1936
La lírica y el teatro posteriores a 1936 estuvieron marcados por los profundos cambios políticos y sociales de España, desde la Guerra Civil hasta la democracia. En poesía, la posguerra estuvo dominada por dos corrientes: la poesía arraigada, afín al régimen y de tono clásico (Luis Rosales, Leopoldo Panero), y la poesía desarraigada, que reflejaba angustia y desesperanza (Dámaso Alonso, Hijos de la ira). Mientras tanto, en el exilio, poetas como León Felipe y Juan Gil-Albert escribieron sobre la patria perdida y la memoria de la guerra.
En los años 50, la poesía social tomó protagonismo, con autores como Blas de Otero (Pido la paz y la palabra) y Gabriel Celaya (Cantos iberos), que buscaban denunciar injusticias con un lenguaje claro. En los 60, se agotó el tono reivindicativo y se dio paso a un estilo más cuidado, con poetas como Jaime Gil de Biedma y Claudio Rodríguez. Los 70 marcaron la irrupción de los «novísimos» (Pere Gimferrer, Ana María Moix), que rechazaban el realismo y experimentaban con el lenguaje. Desde los 80 hasta hoy, la poesía se ha diversificado, destacando la poesía de la experiencia (Luis García Montero) y el auge de los «instapoetas» en redes sociales.
El teatro, por su parte, evolucionó desde la «alta comedia comercial» de la posguerra hasta el teatro social de los 50, con autores como Buero Vallejo (Historia de una escalera). En los 60 surgió una vanguardia influida por el teatro del absurdo (Fernando Arrabal, Pic-nic), mientras que en la democracia el realismo se consolidó con autores como Alonso de Santos (Bajarse al moro). Actualmente, el teatro sigue innovando con nombres como Juan Mayorga y el impacto de compañías como La Fura dels Baus.
La novela española del 1939 al 1975
La novela española entre 1939 y 1975 estuvo profundamente marcada por la dictadura de Franco y los efectos de la Guerra Civil. En la posguerra, los escritores se enfrentaron a la difícil tarea de responder a una realidad social y política desoladora, con temas como la angustia existencial, la denuncia de la injusticia social y la violencia. La mayoría de los intelectuales republicanos se exiliaron, y sus obras reflejaron la nostalgia por España, el desarraigo y la soledad, como en Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sénder o La forja de un rebelde de Arturo Barea.
Durante los años 40, predominó la novela tremendista, en la que los escritores, ante la censura del régimen, expresaron su descontento a través de situaciones extremas y personajes trágicos, como en La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, donde la violencia y la crueldad marcan la narrativa. También se destacó la novela existencial, como Nada (1945) de Carmen Laforet, que presenta la frustración de una joven universitaria atrapada en una familia asfixiante.
En los años 50, el panorama cambió con la aparición de la novela social, más crítica y realista, impulsada por una pequeña apertura del régimen. Autores como Cela, con La colmena, y Delibes, con El camino, retrataron la sociedad española, especialmente la vida urbana y rural en la posguerra. La novela social también incluyó el objetivismo o neorrealismo, como en Jarama de Sánchez Ferlosio, donde se limitaba a narrar los hechos sin intervención del autor, y Entre visillos de Carmen Martín Gaite, que mostraba la falta de libertad de las mujeres en la España provinciana.
A finales de los 50, surgió la novela comprometida con el realismo social, marcada por una perspectiva marxista que denunciaba el capitalismo y la dictadura. En esta línea, destaca Dos días de septiembre de Caballero Bonald, una obra ideológica que busca concienciar al lector sobre las luchas sociales.
La década de los 60 representó un punto de inflexión, ya que tras una década de realismo social, los escritores empezaron a experimentar con nuevas formas narrativas. Obras como Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos combinaron el realismo con técnicas narrativas innovadoras, como el monólogo interior y el narrador en segunda persona. Este periodo también estuvo marcado por la influencia de la literatura europea y latinoamericana, con el auge del «boom» de la novela hispanoamericana y su realismo fantástico.
En la novela experimental, autores como Miguel Delibes, con Cinco horas con Mario, y Gonzalo Torrente Ballester, con La saga/fuga de J.B., innovaron con estructuras narrativas no lineales y nuevas formas de expresión. Sin embargo, a finales de los 60 y principios de los 70, se produjo un giro hacia la simplicidad y la linealidad en la estructura de la novela, con una gran variedad de géneros, desde la novela negra hasta la costumbrista. Destacan autores como Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta y Manuel Vázquez Montalbán con la saga del detective Pepe Carvalho.
Así, la novela española entre 1939 y 1975 reflejó las transformaciones políticas, sociales y literarias del país, pasando de la denuncia social a la experimentación narrativa, con una constante búsqueda de formas que pudieran dar cuenta de la compleja realidad española bajo la dictadura.
La novela española desde 1975 a la actualidad. La renovación de la novela
La muerte de Franco en 1975 y la Transición democrática impulsaron una renovación en la literatura española. En los años 80, se vivió una liberación cultural reflejada en novelas con temas como el erotismo, las drogas y los excesos. Los años 90 consolidaron a los novelistas contemporáneos, que combinaron géneros y estilos. Con la desaparición de la censura, los escritores disfrutaron de mayor libertad, explorando temas como la sexualidad, la homosexualidad y la autobiografía. Autores como Eduardo Mendoza y Almudena Grandes fueron clave. En la novela policiaca, Lorenzo Silva y Manuel Vázquez Montalbán destacaron, mientras que Arturo Pérez-Reverte y Fernando Aramburu se destacaron en la novela histórica. La memoria histórica y la Guerra Civil fueron temas recurrentes, abordados por Javier Cercas. Desde finales de los 90, escritoras feministas como Marta Sanz y Sara Mesa aportaron nuevas voces, y el cuento y el cómic también adquirieron relevancia. La crítica social y el compromiso siguen siendo elementos clave de la narrativa actual.
La literatura hispanoamericana contemporánea: poesía americana después de las vanguardias, la novela regionalista, la novela del boom, la narrativa posterior al boom.
La lírica
A partir de los años 20 y 30, la poesía hispanoamericana se diversifica. Nicolás Guillén destaca en la poesía negra, que refleja la sensualidad y denuncia la marginación de los afrodescendientes. José Lezama Lima y Octavio Paz se orientan hacia una poesía trascendentalista y comprometida políticamente. Paz, influenciado por el Surrealismo y el Existencialismo, logra un equilibrio entre el pesimismo y la armonía en la poesía. La antipoesía de Nicanor Parra es otra corriente significativa, mientras que Borges se enfoca en lo metafísico y lo existencial en su poesía.
La narrativa
La narrativa hispanoamericana comienza a buscar su identidad a finales del XIX, destacando con autores como Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga. En los años 40, la narrativa se enriquece, con autores como Borges y Lezama Lima, que exploran lo metafísico. Julio Cortázar introduce lo fantástico y rompe con la narrativa convencional en Rayuela. Surge el Realismo Mágico, iniciado por Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias, quienes fusionan mitos y realidades en sus obras. El mexicano Juan Rulfo crea un universo narrativo único con Pedro Páramo. En los años 60, autores como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa alcanzan el Boom de la literatura latinoamericana, pero en el postboom emergen autores como Antonio Skármeta e Isabel Allende, con una narrativa más sencilla y comercial.