Resumen por Capítulos
Capítulo 21
Agustín, que siempre había estado trabajando duro y en el desorden, ahora, de más mayor, quería paz y tranquilidad. Compró una casa en la calle Arenal; era grande y estaba amueblándola con muebles preciosos. Poca gente podía tener una casa como esa. Caballero se pasaba horas en su despacho escribiendo cartas, en las cuales, además de negocios, comentaba que se había enamorado. No pensaba en nada más que en Amparo. En una carta le decía que se preparase para vivir en casa de los Bringas, y si no en la suya, pero que tenía que prepararse para casarse.
Capítulo 22
Agustín tenía pocos amigos. Sus mejores amigos eran Arnáiz, Trujillo y Mompous. Ellos intentaron casarlo con alguna de sus hijas, excepto Arnáiz, que no tenía, pero Agustín salía medio huyendo cada vez que se le invitaba a una casa. Un día pasó, como acostumbraba, su prima con los niños. Rosalía preguntó con quién se iba a casar. Agustín no se lo dijo, pero al día siguiente confesó con quién era. Rosalía, al oírlo, se quedó sin aliento. Y en cuanto llegó el señor Bringas, se lo contó. Rosalía estaba muy alterada, y Bringas la calmó como pudo. Pensaron en el gasto que iba a suponer la boda.
Capítulo 23
Amparo, antes de que Agustín le confesase su amor, ya se había fijado en él. Pero ahora no estaba segura de casarse y no paraba de pensar en ello. Así, un día iba a ir Caballero a visitarla y ella no paró de pensar cómo decírselo. Después de echar a su hermana, limpió y se arregló con un vestido más decente. Al llegar Agustín, ella se olvidó de todo lo que quería decir. Y aunque lo intentó, no pudo decírselo. Agustín estuvo dos horas en casa de su amada.
Capítulo 24
Después de tres días sin ir, Amparo fue a casa de los Bringas. Allí Rosalía la recibió con un abrazo. Después empezó con ironías de mal gusto. Al irse para su casa, Rosalía no le encargó nada. Amparo empezó a pensar en su falta. Pasaron cuatro días y fue a confesarse. Tardó bastante, pero al terminar se sentía mejor y con fuerza espiritual. Estaba deseando ver a Caballero para poder confesarse ante él. Amparo recibió una carta.
Capítulo 25
La carta era de Pedro Polo; se despedía de Amparo, estaba en la granja donde su amigo lo había mandado. Amparo se alegró de que se fuese para siempre. Llegó Caballero y Amparo no se atrevía a decirle lo que antes estaba decidida. Hablaron de las cosas que iban y no iban a hacer. Entró Refugio. Esto asustó a Amparo por su comportamiento, pero se comportó bien. De todas maneras, estaba deseando que se fuese Caballero.
Capítulo 26
Refugio hacía bromitas a Amparo; a esta no le gustaba nada. Ya en la cama, Amparo explicó a su hermana la situación: que aquel no era un amante, sino su novio y que se iba a casar con él. Rosalía se desvivía a la hora de comprar, y eso que las compras eran para Amparo. Al pasear los tres, Amparo se sentía como si todos la mirasen; en cambio, Rosalía se hacía ver. Amparo tenía miedo de todo y de todos. Ido del Sagrario se presentó un día en su casa; era para pedirle trabajo. Ella le tenía miedo, pero sabía que era un hombre bueno y honrado.
Capítulo 27
Amparo fue otra vez al confesionario, no a confesarse, sino a decir al cura que no había tenido valor para decírselo a Caballero. En la iglesia, como la otra vez, estaba Marcelina Polo allí. Amparo discutió con su hermana y esta se fue. Ido del Sagrario fue a verla y le comentó que había ido a ver al señor Caballero y que estaba medio colocado y, a la vez, quería colocar a toda su familia. Pasó el año, y la boda se fijó para finales de febrero o principios de marzo. Enero se lo pasaron con los preparativos. Rosalía no hacía más que dar consejos a Amparo. Un día preguntó Rosalía si sabía dónde vivía Marcelina Polo. Amparo le contestó como pudo. Estuvieron viendo la casa de Agustín y la futura casa de Amparo. Al volver a su casa, acompañada de Caballero, Amparo recibió una carta.
Capítulo 28
Esa carta era de Pedro Polo; decía que había vuelto a Madrid al enterarse de su casamiento. Amparo fue a casa de Pedro Polo; allí Celedonia se estaba muriendo. Hablaron y Amparo dijo que se iba a casar sin querer a su futuro marido. Eso es lo que quería oír Pedro, y Amparo dijo esto por miedo a que, al decir lo contrario, se enfadase. Siguieron hablando y, mientras él la tenía agarrada, ella chillaba que la soltase. Al soltarse, iba derecha a tirarse por la ventana, pero él la cerró. Y dijo que estaba allí prisionera.
Capítulo 29
Estuvieron un rato en silencio. Luego empezaron a hablar y discutieron. Ella dijo que mandaría una carta a Caballero diciendo que no se podía casar con él. Esto le pareció a Polo una bobada. Luego casi ahoga a Amparo. Amparo fue a la habitación de Celedonia, la cual no hacía más que decir que viniese el padre Nones y llamaba pecadores a los dos allí presentes. Amparo decidió irse; le costó que la dejase marchar, pero al estar fuera se volvió para asegurarse de que Polo no iba a decir su secreto.
Capítulo 30
En eso oyeron un ruido: eran doña Marcelina y Nones. Amparo no sabía qué hacer y se escondió como pudo. Hablaron los tres, preguntaron por el estado de Celedonia, luego si estaba decidido a irse, a lo que contestó que sí. Decían que les había parecido oír voz de mujer. En esto, a Polo le entraron sudores. Marcelina había estado hablando con Rosalía. Y al mirar al suelo, según decía esto, vio un guante y reconoció de quién era. Empezó a registrar toda la casa. Cambiaron de conversación al entrar a ver a Celedonia. El cura se quedó hablando con la enferma.
Capítulo 31
Salieron los dos hermanos de la habitación, y Marcelina seguía diciendo que allí había alguien, y Pedro la echó, pero ella se quedó vigilando por si salía Amparo. Cuando Marcelina estaba en la calle, salió Amparo de su escondite. Nones la vio y decidió que tenía que bajar a la calle. El padre Nones la acompañó y Marcelina solo miraba. Amparo cogió un coche y se marchó.
Capítulo 32
Al llegar a su casa, Caballero no estaba; ya se había ido. Al día siguiente fue a casa de los Bringas y Rosalía estaba muy contenta; le mandaba hacer cosas, lo cual hacía tiempo que no lo hacía. En cambio, el señor Bringas estaba triste, serio y no la miraba tan siquiera. Rosalía comentó que sabía lo que pasaba, que se lo contase ella, que ya lo sabía. Amparo en ese momento se desplomó en el suelo. Al recuperarse, marchó para casa con el permiso de Rosalía. Allí esperaba la visita de Agustín, que en cuanto se enterase de que estaba enferma, iría, pero no fue.
Capítulo 33
Pasó esa noche y no fue, pero tampoco fue al día siguiente, así que Amparo empezó a pensar en suicidarse. Había decidido que al día siguiente iría a la farmacia y compraría su veneno. Pasaron las horas, y oía ruido en las escaleras, que era su esperanza, pero nadie se dirigía a su casa. Se vistió para bajar a por el veneno, pero sonó la puerta: era Francisco Bringas, que quería llevarla a ver a su prometido y que le explicase todo. Tras un rato, cogieron un coche y allí se bajó en la calle Arenal.
Capítulo 34
Llamó a la puerta y Felipe abrió. Agustín no estaba; se había ido a ver a doña Marcelina. Amparo pensó que no había nada que hacer y, cuando se iba, se mareó. Se sentó en el sofá y pidió un vaso de agua a Felipe. Luego dio a Felipe la receta del veneno y lo mandó a la farmacia. Cuando volvió, pidió una carta y algo para escribir. Se tomó el veneno. Se fue a la otra habitación donde había también un sofá. Allí se sintió desvanecer.
Capítulo 35
Cómo se había enterado Agustín no se sabe bien, lo más seguro es que fuera por Mompous. Después de haberse desmayado Amparo en casa de los Bringas, fue Caballero. Este se dio cuenta de que Rosalía sabía algo. Rosalía dijo algunas mentiras, como que Amparo no estaba en casa y que ella había prometido ir a disculparse. Al día siguiente, Caballero esperaba la visita de Amparo, pero en vez de ella, fue Rosalía. La cual dijo que Amparo no estaba en su casa y comentó algo sobre doña Marcelina. Así, Agustín quería ir a ver a Marcelina.
Capítulo 36
Al día siguiente, don Francisco fue a casa de Agustín, almorzaron y comentaba, tranquilizando a su primo, que todo era mentira. A Francisco se le ocurrió una gran idea y fue a casa de Amparo. Poco después, Caballero salió para casa de Marcelina. Marcelina no quiso decirle nada y quemó las cartas que tenía de prueba delante de él. Agustín lo único que pudo ver es que estaba firmado con el nombre de Tormento y con un garabato al final de la ‘o’. Al volver, pasó por la casa de Amparo y la portera le dijo que se había ido con un señor, el cual Agustín reconoció como su primo. Al volver a su casa, Felipe le dijo que estaba Amparo esperándole. Tras buscarla por toda la casa, la encontró, vio la receta y preguntó a Felipe. Pero Felipe, en vez de darle el veneno, le había dado un calmante para el dolor de muelas. La llevaron para su casa.
Capítulo 37
Cuatro días después, Caballero estaba enfermo. Estaban en su casa los Bringas. Rosalía le hacía ver que no debía irse otra vez para las tierras desconocidas de América. Luego comentaron el baile de palacio, en el cual le había sido robado el gabán a Francisco. Este estaba muy enojado. Hablaron sobre el estado del país, que la revolución se aproximaba. Al final, Agustín prometió regalarle cuatro gabanes a su primo, a lo que Rosalía atendió aplaudiendo.
Capítulo 38
Según Felipe, su amo había cambiado mucho, ya que antes era todo dulzura y ahora riñe y se enfada por todo. Al séptimo día, era el día en el que Agustín se marchaba a Francia. Cogió el coche sin decir dónde iba. Mientras, Ido y Felipe comentaban en el despacho sus opiniones. Agustín había mandado que Ido pusiese en todas las cartas que venían de Burdeos. También comentaban que había ido a despedirse de Amparo y que la única solución que le quedaba a ella era hacerse monja.
Capítulo 39
Agustín fue subiendo las escaleras hasta llegar a la puerta de la casa de Amparo, la cual, como había dicho Nicanora, estaba abierta. Dentro estaba Amparo tapada con una manta. Agustín se preocupó por su estado. Tras estar hablando muy bajo, Agustín pidió un baulito. En ese baulito mandó meter la ropa de Amparo, ya que se iba con él.
Capítulo 40
En la estación, Agustín, al despedirse de su primo, le mostró quién iba con él. Este no se enfadó y aconsejó a Amparo que se abrigase. Se despidieron.
Capítulo 41
Ya en casa de los Bringas, Rosalía estaba muy sofocada. Diciendo a su marido si no había hecho nada al ver aquello. Francisco dijo que se fue de mala manera y enfadado con su primo. Esa mentira no era más que para tranquilizar a su mujer. Rosalía prometió decirles unas cuantas cosas cuando volviesen.
Temas Centrales de la Novela
Novela Sentimental
Amparo y Refugio Sánchez son dos hermanas huérfanas, parientes lejanas de los Bringas. Amparo es inocente, dócil y dulce, cualidades de las que se aprovecha la cruel y palurda Rosalía Pipaón, esposa de Francisco Bringas, que la trata como una sirvienta. Refugio es más temperamental, se cansa de este sometimiento y rompe con esos familiares. Bringas es funcionario del Estado. Con su sueldo ha de hacer verdaderas virguerías para mantener decentemente a su mujer (y sus caprichos) y a sus tres hijos. Rosalía es un ser detestable: una cursi que solo vive para la apariencia y que es capaz de privar a sus hijos de comer con tal de arreglarse un vestido para ir al teatro. Corre el año 1867 y a Madrid llega Agustín Caballero, primo de los Bringas, que ha hecho fortuna en América. Es un buen partido para cualquier casadera burguesa madrileña. Él también quiere casarse y forjar una familia que observe la tradición, la tranquilidad y el amor verdadero. Se enamora de la belleza y humildad de Amparo y le pide la mano. Ella duda, pues, a pesar de que la oferta es sincera y la sacaría de la pobreza, la sombra de un secreto inconfesable del pasado bloquea una respuesta afirmativa: Pedro Polo, sacerdote, está enamorado de ella y puede dar al traste con sus aspiraciones. En definitiva, Galdós nos plantea un triángulo amoroso típico de novela folletinesca y de drama romántico que logra elevar a la categoría de magnífica novela realista, en la que prevalece el sentimiento amoroso sobre los demás y se reflexiona desde la narración entre los dos tipos de amores más comunes (como sentimiento sosegado, honesto y pleno, representado por Caballero, y como pasión inclinada al egoísmo y la destrucción, Polo).
El Amor
El sentimiento amoroso es el motor de la acción principal de la novela, a través de ese triángulo Amparo-Pedro-Agustín. Los varones lucharán por el amor de la joven con el trasfondo del pecado cometido (Polo) y el honor (Caballero). Cuando ella recibe el primer dinero de Agustín y comprueba que las intenciones del indiano son sinceras y honestas, no lo rechaza, al contrario. Pero le queda ni más ni menos que romper la cadena de ese erróneo acto del pasado y su confesión posterior para ser feliz. En realidad, tanto Polo como Caballero están verdaderamente enamorados de Amparo (aunque con distintas conductas: más neurótica en el caso del cura, más discreto o sensato en Caballero). De hecho, la incorporación de este personaje le sirve a Galdós para ilustrar un problema en boga en el momento: el papel de los sacerdotes en la sociedad, su influencia opresora sobre las creyentes. En este sentido, el autor presenta dos curas bien diferenciados: el padre Nones, como hemos dicho, honrado, humilde y que predica con bondad la doctrina de Jesús, y Polo, el materialista, desmotivado y aprovechado. Por su parte, Caballero, esta vez sí, le plantea seriamente a Amparo salir de España, mentalmente atrasada, inculta y dominada por la férrea moral católica. Sin embargo, cada uno a su manera, son auténticos, no quieren entrar en el juego de la hipocresía y la falsedad, que les quitaría la felicidad. Parece que Galdós nos quiera dar a entender que los sentimientos puros y verdaderos no caben en esa sociedad en la que todo es máscara. Por contraste, tenemos el amor que se profesa el matrimonio Bringas, sin pasión y más fraternal o amistoso que sentimental, aunque igualmente hipócrita en su esfuerzo por haber encontrado un mejor partido (en la figura de Caballero, tanto para su hija como para ella). Obviamente, con estos personajes la esperanza en una prosperidad y un progreso en la nación era una utopía. En conclusión, podríamos decir que la idea del amor que defiende Galdós sería la de un sentimiento sin excesos ni pasiones desbocadas, un amor entre iguales, sincero y auténtico, y basado en el respeto mutuo.
La Situación de la Mujer
Galdós, como observador y analista prodigioso de personajes femeninos, se muestra sensible a la situación social y económica de la mujer en la segunda mitad del siglo XIX. En aquel escenario imperaba el machismo: el hombre dominaba la sociedad y los poderes culturales y económicos, y la mujer era poco menos que un objeto al que se exigía diligencia en el hogar, obediencia y capacidad reproductora. Si alguna tenía interés en aprender o cursar una carrera, enseguida se la desacreditaba y si quería libertad, rápidamente se la tachaba de perdida. Las otras opciones eran hacerse monja o trabajar (pero la mujer trabajadora ganaba muy poco y no podía disponer de independencia). A menudo, la insatisfacción marital o los problemas económicos llevaban a la esposa al adulterio. Y este, si se descubría, significaba ensuciar la honra de por vida. Ante este tenebroso panorama, Galdós, como escritor de una línea ideológica progresista, aboga por una consideración de la mujer totalmente distinta de la que había entonces. Y eso empezaba por la educación. Se consideraba que la educación, los conocimientos, no eran cosa de mujeres; no sabían ellas qué hacer con ellos. Con esta idea cerril, estaba claro que la mujer nunca podría progresar (y de hecho, tampoco los varones se libraban de un concepto educativo totalmente absurdo, solo sostenido en conocimientos inútiles, memorizados, y no así, hilados o interpretados con capacidad crítica). En este aspecto, el personaje de Marcelina Polo da plenamente el perfil de lo que combate Galdós: una beata superficial sin capacidad alguna de razonamiento que, sin ser monja, vive como tal y que culpa a Amparo como inductora de la pasión de Pedro por ella (en esa idea tan propia del catolicismo más reaccionario y misógino de la mujer como pervertidora).
La Búsqueda de la Felicidad
Si por algo las novelas de Galdós aún se mantienen actuales es porque nos hablan de sentimientos, contradicciones, frustraciones, deseos…, de todo aquello que rodea nuestra vida. Sus personajes, al fin y al cabo, intentan encontrar la felicidad como cualquiera de nosotros. Amparo vive miserablemente a las órdenes de la cruel Rosalía. Es apocada y no tiene aspiraciones. Pero cuando aparece en su vida Agustín, germina en ella la esperanza de una vida mejor con un hombre que la quiere y la respeta. Caballero tiene, por su parte, las ideas claras: quiere alguien con una personalidad sencilla, sin dobleces, que se proponga una vida tranquila y ordenada. Pedro, en cambio, va desorientado por el mundo: sacerdote sin vocación, solo empujado por las circunstancias, comete el error de enamorarse de una muchacha hermosa pero débil de carácter. Rosalía vive en su mundo de sueños aristocráticos, pero se manifiesta mezquina, egoísta, soberbia y, como hemos señalado, se le pasa por la cabeza la hipótesis de que con su marido enterrado podría pretender a Caballero, que es rico. Con todo, Galdós aún tiene esperanzas en que las personas pueden cambiar a mejor por vías legítimas (como les sucede a Amparo y Agustín con su decisión final), que el destino rige el azar, que nos hace comportarnos de forma gloriosa o miserable, siempre en el conflicto entre la realidad y el deseo, entre lo que somos y lo que nos gustaría ser.