Historia de la Literatura del Siglo XX
La Novela desde 1975 hasta nuestros días
Novela de la Democracia
Tras la muerte del general Franco (20 de noviembre de 1975), la cultura española empezó a desarrollarse en un ambiente de libertad. Esto permitió un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España. A ello contribuyó significativamente la desaparición de la censura, lo que supuso la publicación de novelas españolas que habían estado prohibidas, habían sido editadas en el extranjero, expurgadas o permanecían inéditas. También fue importante la recuperación de la obra de los escritores exiliados y el mayor conocimiento de la narrativa de otros países.
En resumen, dos son los aspectos más significativos de la novela española en los últimos treinta años:
- Carácter aglutinador: La novela acoge prácticamente todas las tendencias, modalidades, discursos, temas, experiencias y preocupaciones personales.
- Individualidad: Cada novelista elige la orientación que le resulta más adecuada para encontrar un estilo propio con el que expresar su mundo personal y su particular visión de la realidad.
Así, en las últimas décadas conviven:
- Novelistas importantes de toda la posguerra: Miguel Delibes, Camilo José Cela.
- Algunos novelistas de la “Generación del 50”: Juan Goytisolo, Juan Marsé.
- Los novelistas de la “Generación del 75”: Autores que siguen cultivando la novela experimental e intelectual, cuyo origen principal es Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. Se presta más atención a la forma que al contenido, hasta el punto de que el argumento llega casi a desaparecer. Abundan las historias fragmentadas y los monólogos interiores. Este tipo de novela está dirigida a un lector inteligente y culto, con formación suficiente para comprender las dificultades sintácticas que plantean los autores. Representan esta generación Eduardo Mendoza y Juan José Millás.
- Nuevos escritores dados a conocer después del franquismo: Manuel Vicent, Javier Marías.
Nuevas Tendencias Narrativas
Aunque no es fácil identificar corrientes o escuelas definidas, sí se pueden señalar algunas tendencias temáticas:
- Novela policíaca y de intriga: Resurge con especial fuerza. Destacan Manuel Vázquez Montalbán, autor de una serie protagonizada por el detective privado Pepe Carvalho, y Antonio Muñoz Molina, con novelas como El invierno en Lisboa y Beltenebros.
- Novela histórica: Ejemplos destacados son El hereje (1998) de Miguel Delibes y Soldados de Salamina (2001) de Javier Cercas. En los últimos años, abundan las novelas históricas ambientadas en épocas cercanas, especialmente en la Guerra Civil.
- Novela de la reflexión íntima: Se centra en la búsqueda personal y la reflexión sobre la existencia. Obras representativas son Mortal y rosa (1975) de Francisco Umbral, que es una sentida reflexión sobre la muerte escrita con brillante estilo, y El desorden de tu nombre de Juan José Millás, que combina introspección psicológica con reflexión literaria.
- Novela de la memoria y del testimonio: Aborda la memoria de una generación y el compromiso. Destacan Rosa Montero con Te trataré como a una reina (1981), una defensa de la condición femenina, y Luis Mateo Díez.
- Novela culturalista: Algunos autores jóvenes analizan y explican aspectos de la cultura occidental desde posturas eruditas. Ejemplos son Juan Manuel de Prada con Las máscaras del héroe y La tempestad.
- Novela sobre problemas de la juventud urbana: Trata los problemas de la juventud desde una estética cercana a la contracultura. Representantes son José Ángel Mañas con Historias del Kronen y Ray Loriga con Héroes.
Una nueva generación de narradores nacidos en torno a los años ochenta parece encabezar un giro novelístico. Bajo el nombre de Afterpop o generación “Nocilla” (por el título de los libros de Agustín Fernández Mallo: Nocilla experience y Nocilla dream), la crítica agrupa a una serie de escritores. Además de Fernández Mallo, se encuentra Germán Sierra. En ellos se percibe el influjo de la estética híbrida y fragmentaria de las nuevas tecnologías (blogs, wikis, YouTube, Facebook, chats).
El Teatro desde principios del siglo XX hasta 1939
Durante este período se distinguen dos grandes grupos de autores:
- Aquellos que realizan un teatro que cuenta con el favor del público, aunque escasamente renovador (teatro triunfante).
- Aquellos que renuevan las formas dramáticas (teatro innovador).
El Teatro Triunfante
Dentro de este teatro se pueden distinguir varias líneas:
- Teatro continuador del Realismo del siglo XIX: Renueva algunos aspectos. Su principal representante es Jacinto Benavente, ejemplo de concesiones al público burgués. Su primera obra, El nido ajeno, fue bien recibida por los jóvenes intelectuales pero mal acogida por la burguesía. Benavente optó por adaptarse a los gustos mayoritarios, limitándose a censurar pequeños vicios sin hacer críticas profundas. Sus mejores obras son Los intereses creados y La Malquerida. Recibió el Premio Nobel.
- Teatro poético en verso: Mezcla de Romanticismo y Modernismo, muy conservador y tradicional, con frecuentes alusiones a las glorias perdidas del Imperio español. Destacan Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina.
- Teatro cómico: Intrascendente, su intención es hacer pasar un buen rato, recurriendo a equívocos, juegos de palabras y regionalismos. Destacan los hermanos Álvarez Quintero (El genio alegre, La Puebla de las mujeres) y Carlos Arniches (La señorita de Trevélez), creador de la «tragedia grotesca».
El Teatro Innovador
Los mejores autores son Valle-Inclán y García Lorca, aunque también hay otros que plantearon un teatro distinto:
- Unamuno: Escribe un teatro de ideas, donde lo fundamental es el texto y el conflicto de los personajes, con poca acción y escasos elementos escénicos. Obras: Fedra y El Otro.
- Jacinto Grau (El señor de Pigmalión) y Ramón Gómez de la Serna (Los medios seres) también realizan experiencias renovadoras.
- Pedro Salinas y Rafael Alberti: Autores del 27 que escriben un teatro interesante. Alberti destaca como autor (Noche de guerra en el museo del Prado) y como director teatral.
- Jardiel Poncela y Miguel Mihura: Máximos exponentes de la «otra Generación del 27», renuevan el teatro humorístico español, alcanzando su máxima consideración tras la Guerra Civil.
Figuras Destacadas
- Ramón María del Valle-Inclán: Autor controvertido, riguroso y genial. Se inició en el Modernismo con las novelas de las Sonatas, memorias del marqués de Bradomín, combinando elegancia y provocación. En una etapa intermedia escribió las Comedias Bárbaras, de difícil representación por su longitud, cambios rápidos de escenario y extensas acotaciones. Su última etapa es la más lograda, con los esperpentos, donde sobresalen Divinas palabras y Luces de bohemia (1920). En esta obra, España aparece como una deformación grotesca de la civilización europea, y la tragedia solo puede representarse mediante una estética sistemáticamente deformada, fundamento del esperpento. Luces de bohemia narra la última noche del poeta Max Estrella, ciego y pobre, recorriendo las calles de Madrid y reflejando la crítica situación del país.
- Federico García Lorca: Representa una de las cumbres de la dramática española moderna. Su obra busca la depuración del teatro poético, la incorporación de tendencias vanguardistas y el acercamiento al pueblo. La mujer es protagonista en su teatro, representando el ansia de libertad en una sociedad patriarcal y machista. Sus obras tratan el tema de la frustración, como en Bodas de sangre (amor frustrado), Yerma (maternidad frustrada) y La casa de Bernarda Alba (amor y libertad frustrados). También cultiva un teatro innovador y de raíz surrealista en El público y Así que pasen cinco años.
El Teatro desde 1939 hasta nuestros días
Tras la Guerra Civil, el teatro español se enfrenta a una intensa crisis debido a las duras condiciones de la posguerra. Los autores escasean, la censura es férrea y tanto el público como los empresarios prefieren un teatro convencional y de mero entretenimiento. Además, el auge del cine introduce un competidor fuerte. Como consecuencia, el teatro de estos años se limita, en gran parte, a reproducir fórmulas anteriores sin apenas innovación.
Teatro Triunfante
En la inmediata posguerra, se consolida un teatro que sigue la línea marcada antes de 1936, particularmente influido por el estilo de Jacinto Benavente. Se desarrolla principalmente la alta comedia, un subgénero basado en el diálogo ingenioso y brillante, sin intención crítica ni innovadora. Entre sus principales representantes destacan José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, Claudio de la Torre, Joaquín Calvo Sotelo, José López Rubio y Víctor Ruiz Iriarte. Estos autores producen un teatro que busca el entretenimiento de un público burgués, evitando cualquier confrontación con la realidad social.
Teatro de Humor
Junto a la alta comedia, el teatro de humor adquiere especial relevancia en estos años. Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura son sus máximos exponentes.
Jardiel Poncela, en obras como Cuatro corazones con freno y marcha atrás o Eloísa está debajo de un almendro, crea situaciones absurdas e inverosímiles, aunque siempre adaptadas a la lógica final y a las limitaciones técnicas del teatro. Esta búsqueda de aceptación popular malogra a veces el potencial innovador de sus argumentos.
Por su parte, Miguel Mihura, cuya obra Tres sombreros de copa (escrita en 1932) no se representó hasta 1952 debido a su carga crítica, ofrece un humor más sutil y corrosivo. Su éxito posterior se consolidará con comedias como Maribel y la extraña familia y Ninette y un señor de Murcia.
Teatro Realista
En los años 50 aparece una nueva corriente teatral comprometida con los problemas sociales, impulsada por la necesidad de romper con las fórmulas anteriores. Surgen dos posturas enfrentadas: el posibilismo, representado por Antonio Buero Vallejo, y el imposibilismo, defendido por Alfonso Sastre.
Antonio Buero Vallejo apuesta por un teatro crítico pero moderado, capaz de superar la censura y llegar al público. En obras como Historia de una escalera o El tragaluz, Buero desarrolla el llamado teatro de inmersión, donde el espectador ve la historia desde la perspectiva de un personaje, como en La Fundación.
Alfonso Sastre, en cambio, considera que el teatro debe expresar libremente lo que el autor siente, aunque las obras sean censuradas. Concibe el teatro como un medio de denuncia social y reflexión, creando piezas trágicas como Escuadra hacia la muerte o La sangre y la ceniza.
A partir de los años 60, esta línea realista es continuada por autores como Antonio Gala (Anillos para una dama), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro) y Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano).
Teatro Vanguardista
De manera paralela al realismo, se desarrolla un teatro más innovador desde el punto de vista formal, encabezado por Fernando Arrabal, Francisco Nieva y Miguel Romero Esteo.
Fernando Arrabal inicia su carrera en España con Los hombres del triciclo, pero la falta de aceptación lo lleva a exiliarse en Francia, donde alcanza un gran prestigio internacional. Su teatro, influido por Quevedo, Valle-Inclán y el postismo, cultiva el absurdo, el esperpento y el llamado teatro pánico, que combina lo absurdo con lo cruel e irónico. Entre sus obras destacan Pic-Nic, Cementerio de automóviles y Los dos verdugos. Posteriormente, su producción adquiere un tono político más combativo, denominado teatro de guerrilla, que estuvo prohibido en España hasta la llegada de la democracia.
En estos años también florecen grupos teatrales innovadores como Els Joglars, Els Comediants, Fura dels Baus, La Cubana y La Cuadra, que introducen nuevos lenguajes escénicos y propuestas rompedoras.
Teatro más reciente
En las últimas décadas, destacan diversas propuestas de gran interés. José Sanchís Sinisterra consigue una importante consagración con ¡Ay, Carmela!, una obra que narra de forma agridulce la historia de dos actores atrapados en la Guerra Civil. También sobresale Emilio Ballesteros con La eternidad y el vampiro, un drama neorromántico de notable complejidad técnica y escénica.
Por su parte, Juan Antonio Mayorga se impone como una de las figuras más relevantes del teatro actual, con un teatro profundo, comprometido y metódico, en obras como El chico de la última fila.