El caballo blanco

¡Escribe tu texto aquí!José Saramago (1922) – Es uno de los novelistas portugueses modernos más Conocidos y apreciados en el mundo entero. En España la publicación en 1985 de El año de la muerte de Ricardo Reís es el inicio de un éxito que ha ido creciendo Con cada novela. Otros títulos importantes son: Manual de pintura y caligrafía (1977), Alzado del suelo (1980), Memorial del convento (1982), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989), El evangelio según Jesucristo (1991). Vive actualmente -en Lanzarote, desde donde participa activamente en la vida Cultural española. Un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente. Es el Primer casó de una «ceguera blanca» que se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos tendrán que Enfrentarse con lo que existe de más primitivo en la naturaleza humana: la Voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Ensayo sobre la ceguera es la ficción de un autor que nos alerta sobre «la Responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron». José Saramago traza En este libro una imagen aterradora -y conmovedora- de los tiempos sombríos que Estamos viviendo, a la vera de un nuevo milenio. En un mundo así, ¿cabrá alguna Esperanza? El lector conocerá una experiencia imaginativa única. En un punto Donde se cruzan literatura y sabiduría, José Saramago nos obliga a parar, cerrar Los ojos y ver. Recuperar la lucidez y rescatar el afecto son dos propuestas Fundamentales de una novela que es, también, una reflexión sobre la ética del Amor y la solidaridad. « Hay en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa Es lo que somos», declara uno de los personajes. Dicho con otras palabras: tal vez El deseó más profundo del ser humano sea poder darse a sí mismo, un día, el Nombre que le falta. 3 ENSAYO SOBRE LA CEGUERA 1995, José Saramago Y Editorial Caminho, S.A., Lisboa. De la traducción: Basilio Losada Título original: Ensaio sobre a Cegueira De la edición española: 1996, Santillana, S.A. Torrelaguna, 60-28043. Madrid ISBN: 84-204-2865-5 De esta edición: D.R. 1998, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. De C.V. Av. Universidad 767, Col, del Valle México, 03100, D.F. Teléfono 688 8966 Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taunis, Alfaguara, S.A. De C.V. Calle 80 10-23. Bogotá, Colombia. Santillana S.A., Avda San Felipe 731. Lima. Editorial Santillana S.A. Av. Rómulo Gallegos, Edif. Zulia ler. Piso Boleita Nte. Caracas 1071. Venezuela. Editorial Santillana Inc. P.O. Box 5462 Hato Rey, Puerto Rico, 00919. Santillana Publishing Company Inc. 2043 N. W. 87 th Avenue Miami, Fl., 33172 USA. Ediciones Santillana S.A.(ROU) Javier de Viana 2350, Montevideo 11200, Uruguay. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Beazley 3860, 1437. Buenos Aires. Aguilar Chilena de Ediciones Ltda. Pedro de Valdivia 942. Santiago. Santillana de Costa Rica, S.A. Apdo. Postal 878-1150, San José 1671-2050 Costa Rica. Primera edición en Alfaguara: Abril de 1996 Primera edición en México: Abril de 1998 ISBN: 968-19-0454-0 Diseño: Proyecto de Enríe Satué Ilustración de cubierta: La parábola de los ciegos. Pieter Brueghel Foto: Jorge Aparicio Impreso en México A Pilar A mi hija Violante 4 Se iluminó el disco amarillo. De los coches que se acercaban, Dos aceleraron antes de que se encendiera la señal roja. En el Indicador del paso de peatones aparecíó la silueta del hombre verde. La gente empezó a cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas En la capa negra del asfalto, nada hay que se parezca menos a la Cebra, pero así llaman a este paso. Los conductores, impacientes, con El pie en el pedal del embrague, manténían los coches en tensión, Avanzando, retrocediendo, como caballos nerviosos que vieran la fusta Alzada en el aire. Habían terminado ya de pasar los peatones, pero la Luz verde que daba paso libre a los automóviles tardó aún unos Segundos en alumbrarse. Hay quien sostiene que esta tardanza, Aparentemente insignificante, multiplicada por los miles de semáforos Existentes en la ciudad y por los cambios sucesivos de los tres colores De cada uno, es una de las causas de los atascos de circulación, o Embotellamientos, si queremos utilizar la expresión común. Al fin se encendíó la señal verde y los coches arrancaron Bruscamente, pero enseguida se advirtió que no todos habían Arrancado. El primero de la fila de en medio está parado, tendrá un Problema mecánico, se le habrá soltado el cable del acelerador, o se Le agarrotó la palanca de la caja de velocidades, o una avería en el Sistema hidráulico, un bloqueo de frenos, un fallo en el circuito Eléctrico, a no ser que, simplemente, se haya quedado sin gasolina, no Sería la primera vez que esto ocurre. El nuevo grupo de peatones que Se está formando en las aceras ve al conductor inmovilizado Braceando tras el parabrisas mientras los de los coches de atrás tocan Frenéticos el claxon. Algunos conductores han saltado ya a la calzada, Dispuestos a empujar al automóvil averiado hacia donde no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. El hombre que está Dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve Que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una Palabra, una no, dos, así es realmente, como sabremos cuando Alguien, al fin, logre abrir una puerta, Estoy ciego. Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre parecen Sanos, el iris se presenta nítido, luminoso, la esclerótica blanca, Compacta como porcelana. Los párpados muy abiertos, la piel de la Cara crispada, las cejas, repentinamente revueltas, todo eso que 5 Cualquiera puede comprobar, son trastornos de la angustia. En un movimiento rápido, lo que estaba a la vista desaparecíó tras los puños Cerrados del hombre, como si aún quisiera retener en el interior del Cerebro la última imagen recogida, una luz roja, redonda, en un Semáforo. Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación Mientras le ayudaban a salir del coche, y las lágrimas, al brotar, Tornaron más brillantes los ojos que él decía que estaban muertos. Eso Se pasa, ya verá, eso se pasa enseguida, a veces son nervios, dijo Una mujer. El semáforo había cambiado de color, algunos transeúntes Curiosos se acercaban al grupo, y los conductores, allá atrás, que no Sabían lo que estaba ocurriendo, protestaban contra lo que creían un Accidente de tráfico vulgar, un faro roto, un guardabarros abollado, Nada que justificara tanta confusión. Llamen a la policía, gritaban, Saquen eso de ahí. El ciego imploraba, Por favor, que alguien me lleve A casa. La mujer que había hablado de nervios opinó que deberían Llamar a una ambulancia, llevar a aquel pobre hombre al hospital, pero El ciego dijo que no, que no quería tanto, sólo quería que lo Acompañaran hasta la puerta de la casa donde vivía, Está ahí al lado, Me harían un gran favor, Y el coche, preguntó una voz. Otra voz Respondíó, La llave está ahí, en su sitio, podemos aparcarlo en la Acera. No es necesario, intervino una tercera voz, yo conduciré el Coche y llevo a este señor a su casa. Se oyeron murmullos de Aprobación. El ciego notó que lo agarraban por el brazo, Venga, venga Conmigo, decía la misma voz. Lo ayudaron a sentarse en el asiento de Al lado del conductor, le abrocharon el cinturón de seguridad. No veo, No veo, murmuraba el hombre llorando, Dígame dónde vive, pidió el Otro. Por las ventanillas del coche acechaban caras voraces, golosas De la novedad. El ciego alzó las manos ante los ojos, las movíó, Nada, Es como si estuviera en medio de una niebla espesa, es como si Hubiera caído en un mar de leche, Pero la ceguera no es así, dijo el Otro, la ceguera dicen que es negra, Pues yo lo veo todo blanco, A lo Mejor tiene razón la mujer, será cosa de nervios, los nervios son el Diablo, Yo sé muy bien lo que es esto, una desgracia, sí, una Desgracia, Dígame dónde vive, por favor, al mismo tiempo se oyó que El motor se ponía en marcha. Balbuceando, como si la falta de visión Hubiera debilitado su memoria, el ciego dio una dirección, luego dijo, No sé cómo voy a agradecérselo, y el otro respondíó, Nada, hombre, No tiene importancia, hoy por ti, mañana por mí, nadie sabe lo que le Espera, Tiene razón, quién me iba a decir a mí, cuando salí esta 6 Mañana de casa, que iba a ocurrirme una desgracia como ésta. Le Sorprendíó que continuaran parados, Por qué no avanzamos, Preguntó, El semáforo está en rojo, respondíó el otro, Ah, dijo el ciego, Y empezó de nuevo a llorar. A partir de ahora no sabrá cuándo el Semáforo se pone en rojo. Tal como había dicho el ciego, su casa estaba cerca. Pero las Aceras estaban todas ocupadas por coches aparcados, no Encontraron sitio para estacionar el suyo, y se vieron obligados a Buscar un espacio en una de las calles transversales. Allí, la acera era Tan estrecha que la puerta del asiento del lado del conductor quedaba A poco más de un palmo de la pared, y el ciego, para no pasar por la Angustia de arrastrarse de un asiento al otro, con la palanca del Cambio de velocidades y el volante dificultando sus movimientos, tuvo Que salir primero. Desamparado, en medio de la calle, sintiendo que Se hundía el suelo bajo sus pies, intentó contener la aflicción que le Agarrotaba la garganta. Agitaba las manos ante la cara, nervioso, Como si estuviera nadando en aquello que había llamado un mar de Leche, pero cuando se le abría la boca a punto de lanzar un grito de Socorro, en el último momento la mano del otro le tocó suavemente el Brazo, Tranquilícese, yo lo llevaré. Fueron andando muy despacio, el Ciego, por miedo a caerse, arrastraba los pies, pero eso le hacía Tropezar en las irregularidades del piso, Paciencia, que estamos Llegando ya, murmuraba el otro, y, un poco más adelante, le preguntó, Hay alguien en su casa que pueda encargarse de usted, y el ciego Respondíó, No sé, mi mujer no habrá llegado aún del trabajo, es que yo Hoy salí un poco antes, y ya ve, me pasa esto, Ya verá cómo no es Nada, nunca he oído hablar de alguien que se hubiera quedado ciego Así de repente, Yo, que me sentía tan satisfecho de no usar gafas, Nunca las necesité, Pues ya ve. Habían llegado al portal, dos vecinas Miraron curiosas la escena, ahí va el vecino, y lo llevan del brazo, pero A ninguna se le ocurríó preguntar, Se le ha metido algo en los ojos, no Se les ocurríó y tampoco él podía responderles, Se me ha metido por Los ojos adentro un mar de leche. Ya en casa, el ciego dijo, Muchas Gracias, perdone las molestias, ahora me puedo arreglar yo, Qué va, No, hombre, no, subiré con usted, no me quedaría tranquilo si lo dejo Aquí. Entraron con dificultad en el estrecho ascensor, En qué piso vive, En el tercero, no puede usted imaginarse qué agradecido le estoy, Nada, hombre, nada, hoy por ti mañana por mí, Sí, tiene razón, Mañana por ti. Se detuvo el ascensor y salieron al descansillo, Quiere 7 Que le ayude a abrir la puerta, Gracias, creo que podré hacerlo yo Solo. Sacó del bolsillo unas llaves, las tanteó, una por una, pasando la Mano por los dientes de sierra, dijo, Ésta debe de ser, y, palpando la Cerradura con la punta de los dedos de la mano izquierda intentó abrir La puerta, No es ésta, Déjeme a mí, a ver, yo le ayudaré. A la tercera Tentativa se abríó la puerta. Entonces el ciego preguntó hacia dentro, Estás ahí. Nadie respondíó, y él, Es lo que dije, no ha venido aún. Con Los brazos hacia delante, tanteando, pasó hacia el corredor, luego se Volvíó cautelosamente, orientando la cara en la dirección en que Pensaba que estaría el otro, Cómo podré agradecérselo, dijo, Me he Limitado a hacer lo que era mi deber, se justificó el buen samaritano, No tiene que agradecerme nada, y añadió, Quiere que le ayude a Sentarse, que le haga compañía hasta que llegue su mujer. Tanto celo Le parecíó de repente sospechoso al ciego, evidentemente, no iba a Meter en casa a un desconocido que, en definitiva, bien podría estar Tramando en aquel mismo momento cómo iba a reducirlo, atarlo y Amordazarlo, a él, un pobre ciego indefenso, para luego arramblar con Todo lo que encontrara de valor. No es necesario, dijo, no se moleste, Ya me las arreglaré, y mientras hablaba, iba cerrando la puerta Lentamente, No es necesario, no es necesario. Suspiró aliviado al oír el ruido del ascensor bajando. Con un Gesto maquinal, sin recordar el estado en que se hallaba, abríó la Mirilla de la puerta y observó hacia el exterior. Al otro lado era como si Hubiera un muro blanco. Sentía el contacto del aro metálico en el arco Superciliar, rozaba con las pestañas la minúscula lente, pero no podía Ver nada, la blancura insondable lo cubría todo. Sabía que estaba en Su casa, la reconocía por el olor, por la atmósfera, por el silencio, Distinguía los muebles y los objetos sólo con tocarlos, les pasaba los Dedos por encima, levemente, pero era como si todo estuviera Diluyéndose en una especie de extraña dimensión, sin direcciones ni Referencias, sin norte ni sur, sin bajo ni alto. Como probablemente ha Hecho todo el mundo, había jugado en algunas ocasiones, en la Adolescencia, al juego de Y si fuese ciego, y al cabo de cinco minutos Con los ojos cerrados había llegado a la conclusión de que la ceguera, Sin duda una terrible desgracia, podría ser relativamente soportable si La víctima conservara un recuerdo suficiente, no sólo de los colores, Sino también de las formas y de los planos, de las superficies y de los Contornos, suponiendo, claro está, que aquella ceguera no fuese de Nacimiento. Había llegado incluso a pensar que la oscuridad en que 8 Los ciegos vivían no era, en definitiva, más que la simple ausencia de Luz, que lo que llamamos ceguera es algo que se limita a cubrir la Apariencia de los seres y de las cosas, dejándolos intactos tras un velo Negro. Ahora, al contrario, se encontraba sumergido en una albura tan Luminosa, tan total, que devoraba no sólo los colores, sino las propias Cosas y los seres, haciéndolos así doblemente invisibles. Al moverse en dirección a la sala de estar, y pese a la prudente Lentitud con que avanzaba, deslizando la mano vacilante a lo largo de La pared, tiró al suelo un jarrón de flores con el que no contaba. Lo Había olvidado, o quizá lo hubiera dejado allí la mujer cuando salíó Para el trabajo, con intención de colocarlo luego en el sitio adecuado. Se inclínó para evaluar la magnitud del desastre. El agua corría por el Suelo encerado. Quiso recoger las flores, pero no pensó en los vidrios Rotos, una lasca larga, finísima, se le clavó en un dedo, y él volvíó a Gemir de dolor, de abandono, como un chiquillo, ciego de blancura en Medio de una casa que, al caer la tarde, empezaba a cubrirse de Oscuridad. Sin dejar las flores, notando que por su mano corría la Sangre, se inclínó para sacar el pañuelo del bolsillo y envolver el dedo Como pudiese. Luego, palpando, tropezando, bordeando los muebles, Pisando cautelosamente para no trastabillar con las alfombras, llegó Hasta el sofá donde él y su mujer veían la televisión. Se sentó, dejó las Flores en el regazo y, con mucho cuidado, desenrolló el pañuelo. La Sangre, pegajosa al tacto, le inquietó, pensó que sería porque no Podía verla, su sangre era ahora una viscosidad sin color, algo en Cierto modo ajeno a él y que, pese a todo, le pertenecía, pero como Una amenaza contra sí mismo. Despacio, palpando levemente con la Mano buena, buscó la fina esquirla de vidrio, aguda como una Minúscula espada, y, haciendo pinza con las uñas del pulgar y del índice, consiguió extraerla entera. Envolvíó de nuevo el dedo herido en El pañuelo, lo apretó para restañar la sangre, y, rendido, agotado, se Reclinó en el sofá. Un minuto después, por una de esas extrañas Dimisiones del cuerpo, que escoge, para renunciar, ciertos momentos De angustia o de desesperación, cuando, si se gobernase Exclusivamente por la lógica, todo él debería estar en vela y tenso, le Entró una especie de sopor, más somnolencia que sueño auténtico, Pero tan pesado como él. Inmediatamente soñó que estaba jugando al Juego de Y si fuese ciego, soñaba que cerraba y abría los ojos muchas Veces, y que, cada vez, como si estuviera regresando de un viaje, lo Estaban esperando, firmes e inalteradas, todas las formas y los 9 Colores, el mundo tal como lo conocía. Por debajo de esta certidumbre Tranquilizadora percibía, no obstante, la agitación sorda de una duda, Tal vez se tratase de un sueño engañador, un sueño del que Forzosamente despertaría más pronto o más tarde, sin saber, en aquel Momento, qué realidad le estaría aguardando. Después, si tal palabra Tiene algún sentido aplicada a una quiebra que sólo duró unos Instantes, y ya en el estado de media vigilia que va preparando el Despertar, pensó seriamente que no está bien mantenerse en una Indecisión semejante, me despierto, no me despierto, me despierto, no Me despierto, siempre llega un momento en que no hay más remedio Que arriesgarse, Qué hago aquí, con estas flores sobre las piernas y Los ojos cerrados, que parece que tengo miedo de abrirlos, Qué haces Tú ahí, durmiendo, con esas flores sobre las piernas, le preguntaba la Mujer. No había esperado la respuesta. Ostentosamente empezó a Recoger los restos del jarrón y a secar el suelo, mientras rezongaba Algo, con una irritación que no intentaba siquiera disimular, Bien Podrías haberlo hecho tú en vez de tumbarte a la bartola, como si la Cosa no fuera contigo. Él no dijo nada, protegía los ojos tras los Párpados apretados, súbitamente agitado por un pensamiento, Y si Abro los ojos y veo, se preguntaba, dominado todo él por una ansiosa Esperanza. La mujer se acercó, vio el pañuelo manchado de sangre, Su irritación cedíó en un instante, Pobre, qué te ha pasado, preguntaba Compadecida mientras desataba el vendaje. Entonces él, con todas Sus fuerzas, deseó ver a su mujer arrodillada a sus pies, allí, como Sabía que estaba, y después, ya seguro de que no iba a verla, abríó Los ojos, Vaya, has despertado al fin, dormilonazo, dijo ella sonriendo. Se hizo un silencio, y él dijo, Estoy ciego, no te veo. La mujer se Enfadó, Déjate de bromas estúpidas, hay cosas con las que no se Debe bromear, Ojalá fuese una broma, la verdad es que estoy Realmente ciego, no veo nada, Por favor, no me asustes, mírame, Estoy aquí, la luz está encendida, Sé que estás ahí, te oigo, te toco, Supongo que has encendido la luz, pero estoy ciego. Ella rompíó a Llorar, se agarró a él, No es verdad, dime que no es verdad. Las flores Se habían deslizado hasta el suelo, sobre el pañuelo manchado, la Sangre volvía a gotear del dedo herido, y él, como si con otras Palabras quisiera decir Del mal el menos, murmuró, Lo veo todo Blanco, y luego sonrió tristemente. La mujer se sentó a su lado, lo Abrazó mucho, lo besó con cuidado en la frente, en la cara, 10 Suavemente en los ojos, Verás, eso pasará, no estabas enfermo, Nadie se queda ciego así, de un momento para otro, Tal vez, Cuéntame cómo ocurríó todo, qué sentiste, cuándo, dónde, no, aún No, espera, lo primero que hay que hacer es llamar al médico, a un Oculista, conoces alguno, No, ni tú ni yo llevamos gafas, Y si te llevase Al hospital, Para ojos que no ven, seguro que no hay servicios de Urgencia, Tienes razón, lo mejor es que vayamos directamente a un Médico, voy a buscar uno en el listín, uno que tenga consulta por aquí. Se levantó, y preguntó aún, Notas alguna diferencia, Ninguna, dijo él, Atención, voy a apagar la luz, ya me dirás, ahora, Nada, Nada qué, Nada, sigo viendo todo igual, blanco todo, para mí es como si no Existiera la noche. Él oía a la mujer pasando rápidamente las hojas de la guía Telefónica, sorbíéndose el llanto, suspirando, diciendo al fin, Ése nos Irá bien, ojalá nos pueda atender. Marcó un número, preguntó si era el Consultorio, si estaba el doctor, si podía hablar con él, No, no, el doctor No me conoce, es un caso muy urgente, sí, por favor, comprendo, Entonces se lo diré a usted pero le ruego que avise inmediatamente al Doctor, es que mi marido se ha quedado ciego, de repente, sí, sí, tal Como se lo digo, de repente, no, no es enfermo del doctor, mi marido No lleva gafas, nunca las llevó, sí, tenía una vista excelente, como yo, Yo también veo bien, ah, muchas gracias, esperaré, esperaré, sí, Doctor, sí, de repente, dice que lo ve todo blanco, no sé cómo fue, ni Tiempo he tenido de preguntárselo, acabo de llegar a casa y lo Encuentro así, quiere que le pregunte, ah, cuánto se lo agradezco, Doctor, vamos inmediatamente, inmediatamente. El ciego se levantó, Espera, dijo la mujer, déjame que te cure primero ese dedo, Desaparecíó por un momento, volvíó con un frasco de agua oxigenada, Otro de mercurocromo, algodón y una caja de tiritas. Mientras le Curaba el dedo, le preguntó, Dónde has dejado el coche, y, Súbitamente, Pero tú así como estás no podías conducir, o ya estabas En casa cuando, No, fue en la calle, cuando estaba parado en un Semáforo, alguien me hizo el favor de traerme, el coche se quedó ahí, En la calle de al lado, Bueno, entonces bajaremos, me esperas en la Puerta y yo voy a buscarlo, dónde has dejado las llaves, No lo sé, él no Me las devolvíó, Él, quién, El hombre que me trajo a casa, fue un Hombre, Las habrá dejado por ahí, voy a ver, No vale la pena que las Busques, el hombre no entró, Pero las llaves han de estar en algún Sitio, Seguro que se olvidó de dármelas, las metíó en su bolsillo y se 11 Las llevó, Lo que faltaba, Coge las tuyas, luego veremos, Bien, vamos, Dame la mano. El ciego dijo, Si voy a quedarme así para siempre, me Mato, Por favor, no digas disparates, para desgracia basta ya con lo Que nos ha ocurrido, Soy yo quien está ciego, no tú, tú no puedes Saber lo que es esto, El médico te curará, ya verás, Ya veré. Salieron. Abajo, en el portal, la mujer encendíó la luz y le dijo al Oído, Espérame aquí, si aparece algún vecino háblale con naturalidad, Dile que me estás esperando, nadie que te vea pensará que estás Ciego, no tenemos por qué andar contándoselo a la gente, Sí, pero no Tardes. La mujer salíó corriendo. Ningún vecino entró ni salíó. Por Experiencia, el ciego sabía que la escalera sólo estaría iluminada Cuando se oyera el mecanismo del contador automático, por eso iba Apretando el disparador cada vez que se hacía el silencio. Para él la Luz, esta luz, se había convertido en ruido. No entendía por qué la Mujer tardaba tanto, la calle estaba allí mismo, a unos ochenta, cien Metros, Si nos retrasamos mucho va a marcharse el médico, pensó. No pudo evitar un gesto maquinal, levantar la muñeca izquierda y Bajar los ojos para ver la hora. Apretó los labios como si lo traspasara Un súbito dolor, y agradecíó a la suerte que no hubiera aparecido en Aquel momento un vecino, pues allí mismo, a la primera palabra que le Dirigiese, se habría deshecho en lágrimas. Un coche se paró en la Calle, Al fin, pensó, pero, de inmediato, le parecíó raro el ruido del Motor, Eso es diésel, es un taxi, dijo, y apretó una vez más el botón de La luz. La mujer acababa de entrar, nerviosa, Tu santo protector, esa Alma de Dios, se ha llevado el coche, No puede ser, seguro que no Miraste bien, Claro que miré bien, yo no estoy ciega, las últimas Palabras le salieron sin querer, Me habías dicho que el coche estaba En la calle de al lado, corrigió, y no está, o quizá lo dejó en otra calle, No, no, fue en ésa, estoy seguro, Pues entonces, ha desaparecido, O Sea que las llaves, Aprovechó tu desorientación, la aflicción en que Estabas, y nos lo robó, Y yo que no lo dejé que entrara en casa, por Miedo, si se hubiera quedado haciéndome compañía hasta que Llegases tú, no nos habría robado el coche, Vamos, está esperando el Taxi, te juro que daría un año de vida por ver ciego también a ese Miserable, No grites tanto, Y que le robaran todo lo que tenga, A lo Mejor aparece, Seguro, mañana llama a la puerta y nos dice que fue Una distracción, nos pedirá disculpas, y preguntará si te encuentras Mejor. 12 Se quedaron en silencio hasta llegar al consultorio del médico. Ella intentaba apartar del pensamiento el robo del coche, apretaba Cariñosamente las manos del marido entre las suyas, mientras él, con La cabeza baja para que el taxista no pudiera verle los ojos por el Retrovisor, no dejaba de preguntarse cómo era posible que aquella Desgracia le ocurriera precisamente a él, Por qué a mí. A los oídos le Llegaba el rumor del tráfico, una u otra voz más alta cuando se deténía El taxi, también ocurre a veces, estamos dormidos, y los ruidos Exteriores van traspasando el velo de la inconsciencia en que aún Estamos envueltos, como en una sábana blanca. Como una sábana Blanca. Movíó la cabeza suspirando, la mujer le tocó levemente la Cara, era como si le dijese, Tranquilo, estoy aquí, y él dejó que su Cabeza cayera sobre el hombro de ella, no le importó lo que pudiera Pensar el taxista, Si tú estuvieras como yo, no podrías conducir, Dedujo infantilmente, y, sin reparar en lo absurdo del enunciado, se Congratuló por haber sido capaz, en medio de su desesperación, de Formular un razonamiento lógico. Al salir del taxi, discretamente Ayudado por la mujer, parecía tranquilo, pero, a la entrada del Consultorio, donde iba a conocer su suerte, le preguntó en un Murmullo estremecido, Cómo estaré cuando salga de aquí, y movíó la Cabeza como quien ya nada espera. La mujer explicó a la recepcionista que era la persona que había Llamado hacía media hora por la ceguera del marido, y ella los hizo Pasar a una salita donde esperaban otros enfermos. Estaban un viejo Con una venda negra cubríéndole un ojo, un niño que parecía Estrábico y que iba acompañado por una mujer que debía de ser la Madre, una joven de gafas oscuras, otras dos personas sin Particulares señales a la vista, pero ningún ciego, los ciegos no van al Oftalmólogo. La mujer condujo al marido hasta una silla libre y, como No quedaba otro asiento, se quedó de pie a su lado, Vamos a tener Que esperar, le murmuró al oído. Él se había dado cuenta ya, porque Había oído hablar a los que aguardaban, ahora lo atormentaba una Preocupación diferente, pensaba que cuanto más tardase el médico en Examinarlo, más profunda se iría haciendo su ceguera, y por lo tanto Incurable, sin remedio. Se removíó en la silla, inquieto, iba a comunicar Sus temores a la mujer, pero en aquel momento se abríó la puerta y la Enfermera dijo, Pasen ustedes, por favor, y, dirigíéndose a los otros, Es orden del doctor, es un caso urgente. La madre del chico estrábico Protestó, el derecho es el derecho, ellos estaban primero y llevaban 13 Más de una hora esperando. Los otros enfermos la apoyaron en voz Baja, pero ninguno, ni ella misma, encontraron prudente seguir Insistiendo en su reclamación, no fuera a enfadarse el médico y les Hiciera pagar luego la impertinencia haciéndolos esperar aún más, que Casos así se han visto. El viejo del ojo vendado fue magnánimo, Déjenlo, pobre hombre, que está bastante peor que cualquiera de Nosotros. El ciego no lo oyó, estaban entrando ya en el despacho del Médico, y la mujer decía, Gracias, doctor, es que mi marido, y se Quedó cortada, en realidad no sabía lo que había ocurrido realmente, Sabía sólo que su marido estaba ciego y que les habían robado el Coche. El médico dijo, Siéntense, por favor, y él personalmente ayudó Al enfermo a acomodarse, y luego, tocándole la mano, le habló Directamente, A ver, cuénteme lo que le ha pasado. El ciego explicó Que estaba en el coche, esperando que el semáforo se pusiera en Verde, y que de pronto se había quedado sin ver, que había acudido Gente a ayudarle, que una mujer mayor, por la voz debía de serlo, dijo Que aquello podían ser nervios, y que después lo acompañó un Hombre hasta casa, porque él solo no podía valerse, Lo veo todo Blanco, doctor. No habló del robo del coche. El médico le preguntó, Nunca le había ocurrido nada así, quiero Decir, lo de ahora, o algo parecido, Nunca, doctor, ni siquiera llevo Gafas, Y dice que fue de repente, Sí, doctor, Como una luz que se Apaga, Más bien como una luz que se enciende, Había notado Diferencias en la vista estos días pasados, No, doctor, Y hubo algún Caso de ceguera en su familia, No, doctor, en los parientes que he Conocido o de los que oí hablar, nadie, Sufre diabetes, No, doctor, Y Sífilis, No, doctor, Hipertensión arterial o intracraneana, Intracraneana, No sé, de la otra sé que no, en la empresa nos hacen reconocimientos, Se dio algún golpe fuerte en la cabeza, hoy o ayer, No, doctor, Cuántos años tiene, Treinta y ocho, Bueno, vamos a ver esos ojos. El Ciego los abríó mucho, como para facilitar el examen, pero el médico lo Cogíó por el brazo y lo colocó detrás de un aparato que alguien con Imaginación tomaría por un nuevo modelo de confesionario en el que Los ojos hubieran sustituido a las palabras, con el confesor mirando Directamente el interior del alma del pecador. Apoye la barbilla aquí, Recomendó, y mantenga los ojos bien abiertos, no se mueva. La mujer Se acercó al marido, le puso la mano en el hombro, dijo, Verás cómo Todo se arregla. El médico subíó y bajó el sistema binocular de su lado, Hizo girar tornillos de paso finísimo, y empezó el examen. No encontró 14 Nada en la córnea, nada en la esclerótica, nada en el iris, nada en la Retina, nada en el cristalino, nada en el nervio óptico, nada en ninguna Parte. Se apartó del aparato, se frotó los ojos, luego volvíó a iniciar el Examen desde el principio, sin hablar, y cuando terminó, de nuevo Mostraba en su rostro una expresión perpleja, No le encuentro Ninguna lesión, tiene los ojos perfectos. La mujer juntó las manos en Un gesto de alegría, y exclamó, Ya te lo dije, ya te dije que todo se iba A resolver. Sin hacerle caso, el ciego preguntó, Puedo sacar la barbilla De aquí, doctor, Claro que sí, perdone, Si, como dice, mis ojos están Perfectos, por qué estoy ciego, Por ahora no sé decírselo, vamos a Tener que hacer exáMenes más minuciosos, análisis, ecografía, Encefalograma, Cree que esto tiene algo que ver con el cerebro, Es Una posibilidad, pero no lo creo, Sin embargo, doctor, dice usted que En mis ojos no encuentra nada malo, Así es, no veo nada, No Entiendo, Lo que quiero decir es que si usted está de hecho ciego, su Ceguera, en este momento, resulta inexplicable, Duda acaso de que yo Esté ciego, No, hombre, no, el problema es la rareza del caso, Personalmente, en toda mi vida de médico, nunca vi un caso igual, y Me atrevería incluso a decir que no se ha visto en toda la historia de la Oftalmología, Y cree usted que tengo cura, En principio, dado que no Encuentro lesión alguna ni malformaciones congénitas, mi respuesta Tendría que ser afirmativa, Pero, por lo visto, no lo es, Sólo por Prudencia, sólo porque no quiero darle esperanzas que podrían luego Resultar carentes de fundamento, Comprendo, Es así, Y tengo que Seguir algún tratamiento, tomar alguna medicina, Por ahora no voy a Recetarle nada, sería recetar a ciegas, Ésa es una observación Apropiada, observó el ciego. El médico hizo como si no hubiera oído, Se apartó del taburete giratorio en el que se había sentado para Efectuar la observación y, de pie, escribíó en una hoja de receta los ExáMenes y análisis que consideraba necesarios. Le entregó el papel A la mujer, Aquí tiene, señora, vuelva con su marido cuando tengan los Resultados, y si mientras tanto hay algún cambio, llámeme, La Consulta, doctor, Páguenla a la salida, a la enfermera. Los acompañó Hasta la puerta, musitó una frase dándoles confianza, algo como Vamos a ver, vamos a ver, es necesario no desesperar, y, cuando se Encontró de nuevo solo, entró en el pequeño cuarto de baño anejo y Se quedó mirándose al espejo durante un minuto largo, Qué será eso, Murmuró. Luego volvíó a la sala de consulta, llamó a la enfermera, Que entre el siguiente. 15 Aquella noche, el ciego soñó que estaba ciego. Al ofrecerse para Ayudar al ciego, el hombre que luego robó el coche no tenía, en aquel Preciso momento, ninguna intención malévolá, muy al contrario, lo que Hizo no fue más que obedecer a aquellos sentimientos de generosidad Y de altruismo que son, como todo el mundo sabe, dos de las mejores Carácterísticas del género humano, que pueden hallarse, incluso, en Delincuentes más empedernidos que éste, un simple ladronzuelo de Automóviles sin esperanza de ascenso en su carrera, explotado por Los verdaderos amos del negocio, que son los que se aprovechan de Las necesidades de quien es pobre. A fin de cuentas, no es tan grande La diferencia entre ayudar a un ciego para robarle luego y cuidar a un Viejo caduco y baboso con el ojo puesto en la herencia. Sólo cuando Estaba cerca de la casa del ciego se le ocurríó la idea con toda Naturalidad, exactamente, podríamos decir, como si hubiera decidido Comprar un billete de lotería por encontrarse al vendedor, no tuvo Ningún presentimiento, compró el billete para ver qué pasaba, Conforme de antemano con lo que la voluble fortuna le trajese, algo o Nada, otros dirían que actuó según un reflejo condicionado de su Personalidad. Los escépticos sobre la naturaleza humana, que son Muchos y obstinados, vienen sosteniendo que, si bien es cierto que la Ocasión no siempre hace al ladrón, también es cierto que ayuda Mucho. En cuanto a nosotros, nos permitiremos pensar que si el ciego Hubiera aceptado el segundo ofrecimiento del, en definitiva, falso Samaritano, en aquel último instante en que la bondad podría haber Prevalecido aún, nos referimos al ofrecimiento de quedarse haciéndole Compañía hasta que llegase la mujer, quién sabe si el efecto de la Responsabilidad moral resultante de la confianza así otorgada no Habría inhibido la tentación delictiva y hubiera facilitado que aflorase lo Que de luminoso y noble podrá siempre encontrarse hasta en las Almas endurecidas por la maldad. Concluyendo de manera plebeya, Como no se cansa de enseñarnos el proverbio antiguo, el ciego, Creyendo que se santiguaba, se rompíó la nariz. La conciencia moral, a la que tantos insensatos han ofendido y De la que muchos más han renegado, es cosa que existe y existíó Siempre, no ha sido un invento de los filósofos del Cuaternario, cuando El alma apenas era un proyecto confuso. Con la marcha de los Tiempos, más las actividades derivadas de la convivencia y los Intercambios genéticos, acabamos metiendo la conciencia en el color De la sangre y en la sal de las lágrimas, y, como si tanto fuera aún 16 Poco, hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro, Con el resultado, muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva Lo que estábamos tratando de negar con la boca. A esto, que es General, se añade la circunstancia particular de que, en espíritus Simples, el remordimiento causado por el mal cometido se confunde Frecuentemente con miedos ancestrales de todo tipo, de lo que resulta Que el castigo del prevaricador acaba siendo, sin palo ni piedra, dos Veces el merecido. No será posible, pues, en este caso, deslindar qué Parte de los miedos y qué parte de la conciencia abatida empezaron a Conturbar al ladrón en cuanto puso el coche en marcha. Sin duda, no Podría resultar tranquilizador ir sentado en el lugar de alguien que Sosténía con las manos este mismo volante en el momento en que se Quedó ciego, que miró a través de este parabrisas en el momento en Que, de repente, sus ojos dejaron de ver, no es preciso estar dotado De mucha imaginación para que tales pensamientos despierten la Inmunda y rastrera bestia del pavor, ahí está, alzando ya la cabeza. Pero era también el remordimiento, expresión agravada de una Conciencia, como antes dijimos, o, si queremos describirlo en términos Sugestivos, una conciencia con dientes para morder, quien ponía ante él la imagen desamparada del ciego cerrando la puerta, No es Necesario, no es necesario, había dicho el pobre hombre, y desde Aquel momento en adelante no podría dar un paso sin ayuda. El ladrón redobló la atención sobre el tráfico para impedir que Pensamientos tan atemorizadores ocuparan por entero su espíritu, Sabía bien que no debía permitirse el menor error, la mínima Distracción. La policía andaba por allí, bastaba que algún guardia lo Mandara parar, A ver, la documentación del coche, el carné, y otra vez A la cárcel, la dureza de la vida. Ponía el mayor cuidado en obedecer Los semáforos, nunca pasarse el rojo, respetar el amarillo, esperar con Paciencia hasta que aparezca el verde. A cierta altura se dio cuenta de Que estaba empezando a mirar las luces de forma obsesiva. Pasó Entonces a regular la velocidad de manera que pudiera coger la onda Verde, aunque a veces, para conseguirlo, tuviera que aumentar la Velocidad, o, al contrario, reducirla hasta el punto de provocar la Irritación de los conductores que venían detrás. Al fin, desorientado, Tenso a más no poder, acabó por dirigir el coche hacia una calle Transversal secundaria en la que no había semáforos, y lo estaciónó Casi sin mirar, que buen conductor sí era. Estaba al borde de un Ataque de nervios, con estas palabras exactas lo pensó, A ver si ahora 17 Me da algo. Jadeaba dentro del coche. Bajó las ventanillas de los dos Lados, pero el aire de fuera, aunque se movía, no refrescó la atmósfera Interior. Qué hago, se preguntó. El barracón al que debería llevar el Coche quedaba lejos, a las afueras de la ciudad, y con aquellos Nervios no iba a llegar nunca, Me atrapa un guardia, o tengo un Accidente, que todavía sería peor, murmuró. Pensó entonces que lo Mejor sería salir un rato del coche, dar una vuelta, airear las ideas, A Ver si me quito las telarañas de la cabeza, por el hecho de que el tipo Aquel se quedara ciego no me va a pasar lo mismo a mí, esto no es Una gripe que se pegue, doy una vuelta a la manzana y se me pasa. Salíó, no valía la pena cerrar el coche, estaría de vuelta en un Momento, y se alejó. Aún no había andado treinta pasos cuando se Quedó ciego. En el consultorio el último cliente atendido fue el viejo Bondadoso, el que había dicho palabras tan llenas de piedad por aquel Pobre hombre que se había quedado ciego de repente. Iba sólo para Que le dieran la fecha de la operación de catarata en el único ojo que Le quedaba, que la venda tapaba una ausencia y no tenía nada que Ver con el caso de ahora. Son cosas que vienen con la edad, le había Dicho el médico tiempo atrás, cuando la catarata esté madura la Quitamos, luego no va a reconocer el mundo en que vivíó, ya verá. Cuando salíó el viejo de la venda negra, y la enfermera dijo que no Había más pacientes en la sala de espera, el médico cogíó la ficha del Hombre que se había quedado ciego súbitamente, la leyó una, dos Veces, pensó durante unos minutos, y luego fue al teléfono y llamó a Un colega, con quien sostuvo la siguiente conversación, Oye, mira, he Tenido hoy un caso extrañísimo, un hombre que perdíó la vista de Repente, el examen no ha mostrado nada, ninguna lesión perceptible, Ni indicios de malformación de nacimiento, dice que lo ve todo blanco, Con una especie de blancura lechosa, espesa, que se le agarra a los Ojos, estoy intentando expresar del mejor modo posible la descripción Que me hizo, sí, claro que es subjetivo, no, el hombre es joven, treinta Y ocho años, tienes noticia de algún caso semejante, has leído, oíste Hablar de algo así, ya lo pensaba yo, por ahora no le veo solución, Para ganar tiempo le mandé que se hiciera unos análisis, sí, podemos Verlo juntos uno de estos días, después de cenar voy a echar un Vistazo a los libros, revisar bibliografía, a ver si se me ocurre algo, sí, Ya sé, la agnosis, la ceguera psíquica, podría ser, pero se trataría Entonces del primer caso de estas carácterísticas, porque de lo que no 18 Hay duda es de que el hombre está ciego, la agnosis, lo sabemos, es La incapacidad de reconocer lo que se ve, también he pensado en eso, O en que se tratase de una amaurosis, pero recuerda lo que te he Dicho, es una ceguera blanca, precisamente lo contrario de la Amaurosis, que es tiniebla total, a no ser que exista una amaurosis Blanca, una tiniebla blanca, por así decirlo, sí, ya sé, algo que no se ha Visto nunca, de acuerdo, mañana le llamo, le digo que queremos Examinarlo los dos. Terminada la conversación, el médico se recostó En el sillón, se quedó así unos minutos, luego se levantó, se quitó la Bata con movimientos fatigados, lentos. Fue al baño para lavarse las Manos, pero esta vez no le preguntó al espejo, metafísicamente, Qué Será eso, había recuperado el espíritu científico, el hecho de que la Agnosis y la amaurosis se encontraran identificadas y definidas con Precisión en los libros y en la práctica no significaba que no surgieran Variedades, mutaciones, si es adecuada la palabra, y ahora parecían Haber llegado. Hay mil razones para que el cerebro se cierre, sólo Esto, y nada más, como una visita tardía que encontrara clausurados Sus propios umbrales. El oftalmólogo tenía gustos literarios y Encontraba citas oportunas. Por la noche, después de cenar, le dijo a la mujer, Vino a la Consulta un hombre con un caso extraño, podría tratarse de una Variante de ceguera psíquica o de amaurosis, pero no consta que tal Cosa se haya comprobado alguna vez, Qué enfermedades son ésas, Lo de la amaurosis y lo otro, preguntó la mujer. El médico dio unas Explicaciones accesibles a un entendimiento normal y, satisfecha la Curiosidad, fue al estante, a buscar en los libros de la especialidad, Unos antiguos, de los años de Facultad, otros más modernos, algunos De publicación reciente que aún no había tenido tiempo de estudiar. Consultó los índices metódicamente, leyó todo lo que encontraba allí Sobre la agnosis y la amaurosis, con la impresión incómoda de Sentirse intruso en un terreno que no era el suyo, el misterioso campo De la neurocirugía, sobre el que sólo tenía escasas luces. Avanzada la Noche, apartó los libros que había estado consultando, se frotó los Ojos fatigados y se reclinó en el sillón. En aquel momento, la Alternativa se le presentaba con toda claridad. Si el caso era agnosis, El paciente estaría viendo ahora lo que siempre había visto, es decir, No habría sobrevenido disminución alguna de agudeza visual, Simplemente ocurría que el cerebro se habría vuelto incapaz de Reconocer una silla donde hubiera una silla, seguiría, pues, 19 Reaccionando correctamente a los estímulos luminosos a través del Nervio óptico, pero, para decirlo en lenguaje común, al alcance de Gente poco informada, habría perdido la capacidad de saber que Sabía, y, más aún, de decirlo. En cuanto a la amaurosis, no cabía la Menor duda. Para que lo fuese efectivamente, el paciente tendría que Verlo todo negro, salvando, desde luego, el uso de tal verbo, ver, Cuando de tinieblas absolutas se trata. El ciego había afirmado Categóricamente que veía, salvado sea también el verbo, un color Blanco uniforme, denso, como si, con los ojos abiertos, se encontrara Sumergido en un mar lechoso. Una amaurosis blanca, aparte de ser Etimológicamente una contradicción, sería también una imposibilidad Neurológica, visto que el cerebro, que no podría entonces percibir las Imágenes, las formas y los colores de la realidad, tampoco podría, por Decirlo así, cubrir de blanco, de un blanco continuo, como pintura Blanca sin tonalidades, los colores, las formas y las imágenes que la Misma realidad presentase a una visión normal, por problemático que Resulte hablar, con efectiva propiedad, de visión normal. Con la Conciencia clarísima de encontrarse metido en un callejón aparentemente sin salida, el médico movíó la cabeza desalentado y miró a su Alrededor. Su mujer se había retirado ya, recordaba vagamente que se Le había acercado un momento y que le había besado en el pelo, Me Voy a acostar, debíó de decir, la casa estaba ahora silenciosa, sobre la Mesa se veían los libros dispersos, Qué será esto, pensó, y de pronto Sintió miedo, como si también él fuera a quedarse ciego en el instante Siguiente y lo supiera ya. Contuvo la respiración y esperó. No ocurríó Nada. Ocurríó un momento después, cuando juntaba los libros para Ordenarlos en la estantería. Primero se dio cuenta de que había Dejado de verse las manos, después supo que estaba ciego. El mal de la muchacha de las gafas oscuras no era grave, tenía Sólo una conjuntivitis de lo más sencilla, que el remedio que le había Recetado el médico iba a resolver en poco tiempo. Ya sabe, durante Estos días sólo se tiene que quitar las gafas para dormir, le había Dicho. La broma era antigua, seguro que había pasado de generación En generación de oftalmólogos, pero el efecto se repetía siempre, el Médico sonreía al decirlo, sonreía el paciente al oírlo, y en este caso Valía la pena, pues la muchacha tenía bonitos dientes, y sabía cómo Mostrarlos. Por natural misantropía o por excesivas decepciones en la Vida, cualquier escéptico común, conocedor de los pormenores de la Vida de esta mujer, insinuaría que la belleza de la sonrisa no pasaba 20 De ser artimaña del oficio, pero sería una afirmación malvada y Gratuita, porque aquella sonrisa ya era así en los tiempos, no tan Distantes, en los que aquella mujer era una chiquilla, palabra en Desuso, cuando el futuro era una carta cerrada y aún estaba por nacer La curiosidad de abrirla. Simplificando, pues, se podría incluir a esta Mujer en la categoría de las llamadas prostitutas, pero la complejidad Del entramado de relaciones sociales, tanto diurnas como nocturnas, Tanto verticales como horizontales, de la época aquí descrita, aconseja Moderar cualquier tendencia a los juicios perentorios, definitivos, Manía de la que, por exagerada suficiencia, nunca conseguiremos Librarnos. Aunque sea evidente lo mucho que de nube hay en Juno, no Es lícito obstinarse en confundir con una diosa griega lo que no pasa De ser una vulgar masa de gotas de agua flotando en la atmósfera. Sin Duda, esta mujer va a la cama a cambio de dinero, lo que permitiría, Probablemente, y sin más consideraciones, clasificarla como prostituta, Pero, siendo cierto que sólo va cuando quiere y con quien ella quiere, No es desdeñable la probabilidad de que tal diferencia de derecho Deba determinar cautelarmente su exclusión del gremio, entendido Como un todo. Ella tiene, como la gente normal, una profesión, y, También, como la gente normal, aprovecha las horas que le quedan Libres para dar algunas alegrías al cuerpo y suficientes satisfacciones A sus necesidades, tanto a las particulares como a las generales. Si no Se pretende reducirla a una definición primaria, lo que en definitiva Debería decirse de ella, en sentido lato, es que vive como le apetece y, Además, saca de ello todo el placer que puede. Se había hecho de noche cuando salíó del consultorio. No se Quitó las gafas, la iluminación de las calles le molestaba, Especialmente la de los anuncios. Entró en una farmacia a comprar el Colirio que el médico le había recetado, decidíó no darse por aludida Cuando el dependiente dijo que es injusto que ciertos ojos anden Cubiertos por cristales oscuros, observación que, aparte de Impertinente en sí misma, y además expresada por un mancebo de Botica, imaginen, venía a contrariar su convicción de que las gafas Oscuras le daban un aire embriagador y misterioso capaz de provocar El interés de los hombres que pasaban, y, eventualmente, Corresponderles, de no darse hoy la circunstancia de que alguien la Está esperando, una cita que promete mucho, tanto en lo referente a Satisfacciones materiales como a satisfacciones de otro tipo. El Hombre con quien iba a verse era un conocido, no le importó que ella 21 Le dijera que no podría quitarse las gafas oscuras, aunque el médico No le había dado aún orden al respecto, el caso es que al hombre Hasta le hizo gracia, era una novedad. A la salida de la farmacia, la Muchacha llamó un taxi, dio el nombre de un hotel. Recostada en el Asiento, prelibaba ya, si se acepta el término, las distintas y múltiples Sensaciones del goce sensual, desde el primer y sabio roce de labios, Desde la primera caricia íntima, hasta las sucesivas explosiones de un Orgasmo que la dejaría agotada y feliz, como si la estuvieran Crucificando, dicho sea con perdón, en una girándula ofuscadora y Vertiginosa. Tenemos, pues, razones para concluir que la chica de las Gafas oscuras, si la pareja supo cumplir cabalmente, en tiempo y Técnica, con su obligación, paga siempre por adelantado y el doble de Lo que luego cobra. En medio de estos pensamientos, sin duda porque Había pagado hacía un momento una consulta, se preguntó si no sería Conveniente subir, a partir de hoy mismo, su tarifa, lo que, con risueño Optimismo, solía llamar su justo nivel de compensación. Mandó parar el taxi una manzana antes, se mezcló con la gente Que iba en la misma dirección, como dejándose llevar por ella, Anónima y sin ninguna culpa notoria. Entró en el hotel con aire natural, Cruzó el vestíbulo hacia el bar. Llegaba con unos minutos de adelanto, Y tendría que esperar, pues la hora de la cita había sido fijada con Precisión. Pidió un refresco y lo tomó sosegadamente, sin posar los Ojos en nadie, no quería que la confundieran con una vulgar cazadora De hombres. Un poco más tarde, como una turista que sube al cuarto A descansar después de haber pasado la tarde por los museos, se Dirigíó al ascensor. La virtud, habrá aún quien lo ignore, siempre Encuentra escollos en el durísimo camino de la perfección, pero el Pecado y el vicio se ven tan favorecidos por la fortuna que todo fue Llegar y se abrieron ante ella las puertas del ascensor. Salieron dos Huéspedes, un matrimonio de edad avanzada, ella entró y apretó el Botón del tercero, trescientos doce era el número que la esperaba, es Aquí, llamó discretamente a la puerta, diez minutos después estaba ya Desnuda, a los quince gemía, a los dieciocho susurraba palabras de Amor que ya no tenía necesidad de fingir, a los veinte empezaba a Perder la cabeza, a los veintiuno sintió que su cuerpo se desquiciaba De placer, a los veintidós gritó, Ahora, ahora, y cuando recuperó la Conciencia, dijo, agotada y feliz, Aún lo veo todo blanco. 22 Al ladrón del coche lo llevó un policía a casa. No podía el Circunspecto y compasivo agente de la autoridad imaginar que llevaba A un empedernido delincuente cogido por el brazo, y no para impedir Que se escapara, como habría ocurrido en otra ocasión, sino, Simplemente, para que el pobre hombre no tropezara y se cayera. En Compensación, nos es muy fácil imaginar el susto de la mujer del Ladrón cuando, al abrir la puerta, se encontró ante ella con un policía De uniforme que traía sujeto, o así le parecíó, a un decaído prisionero, A quien, a juzgar por la tristeza de la cara, debía de haberle ocurrido Algo peor que la detención. Por un instante, pensó la mujer que Habrían atrapado a su hombre en flagrante delito y que el policía Estaba allí para registrar la casa, idea ésta, por otra parte, y por Paradójico que parezca, bastante tranquilizadora, considerando que el Marido sólo robaba coches, objetos que, por su tamaño, no se pueden Ocultar bajo la cama. No duró mucho la duda, pues el policía dijo, Este Señor está ciego, encárguese de él, y la mujer, que debería sentirse Aliviada porque el agente venía al fin sólo de acompañante, percibíó la Dimensión de la fatalidad que le entraba por la puerta cuando un Marido deshecho en lágrimas cayó en sus brazos diciendo lo que ya Sabemos. La chica de las gafas oscuras también fue conducida a casa de Sus padres por un policía, pero lo picante de las circunstancias en que La ceguera se manifestó, una mujer desnuda, gritando en un hotel, Alborotando a los clientes, mientras el hombre que estaba con ella Intentaba escabullirse embutíéndose trabajosamente los pantalones, Moderaba, en cierto modo, el dramatismo obvio de la situación. La Ciega, corrida de vergüenza, sentimiento en todo compatible, por Mucho que rezonguen los prudentes fingidos y los falsos virtuosos, Con los mercenarios ejercicios amatorios a que se dedicaba, tras los Gritos lacerantes que dio al comprender que la pérdida de visión no era Una nueva e imprevista consecuencia del placer, apenas se atrevía a Llorar y lamentarse cuando, con malos modos, vestida a toda prisa, Casi a empujones, la llevaron fuera del hotel. El policía, en tono que Sería sarcástico si no fuera simplemente grosero, quiso saber, Después de haberle preguntado dónde vivía, si tenía dinero para el 23 Taxi, En estos casos, el Estado no paga, advirtió, procedimiento al que, Anotémoslo al margen, no se le puede negar cierta lógica, dado que Esas personas pertenecen al número de las que no pagan impuestos Sobre el rendimiento de sus inmorales réditos. Ella afirmó con la Cabeza, pero, estando ciega como estaba, pensó que quizá el policía No había visto su gesto y murmuró, Sí, tengo, y para sí, añadió, Y ojalá No lo tuviera, palabras que nos parecerán fuera de lugar, pero que, si Atendemos a las circunvoluciones del espíritu humano, donde no Existen caminos cortos y rectos, acaban, esas palabras, por resultar Absolutamente claras, lo que quiso decir es que había sido castigada Por su mal comportamiento, por su inmoralidad, en una palabra. Le Dijo a su madre que no iría a cenar, y ahora resulta que iba a llegar Muy a tiempo, antes incluso que el padre. Diferente fue lo que pasó con el oculista, no sólo porque estaba En casa cuando le atacó la ceguera, sino porque, siendo médico, no Iba a entregarse sin más a la desesperación, como hacen aquellos Que de su cuerpo sólo saben cuando les duele. Hasta en una situación Como ésta, angustiado, teniendo por delante una noche de ansiedad, Fue aún capaz de recordar lo que Homero escribíó en la Ilíada, poema De la muerte y el sufrimiento sobre cualquier otro, Un médico, sólo por Sí, vale por varios hombres, palabras que no vamos a entender como Directamente cuantitativas sino cualitativamente, como Comprobaremos enseguida. Tuvo el valor de acostarse sin despertar a La mujer, ni siquiera cuando ella, murmurando medio dormida, se Movíó en la cama para sentirlo más próximo. Horas y horas despierto, Lo poco que consiguió dormir fue por puro agotamiento. Deseaba que No terminara la noche para no tener que anunciar, él, cuyo oficio era Curar los males de los ojos ajenos, Estoy ciego, pero al mismo tiempo Quería que llegase rápidamente la luz del día, con estas exactas Palabras lo pensó, La luz del día, sabiendo que no iba a verla. Realmente, un oftalmólogo ciego no serviría para mucho, pero tenía Que informar a las autoridades sanitarias, avisar de lo que podría estar Convirtiéndose en una catástrofe nacional, nada más y nada menos Que un tipo de ceguera desconocido hasta ahora, con todo el aspecto De ser muy contagioso y que, por lo visto, se manifestaba sin previa Existencia de patologías anteriores de carácter inflamatorio, infeccioso O degenerativo, como pudo comprobar en el ciego que había ido a Verle al consultorio, o como en su mismo caso se confirmaría, una Miopía leve, un leve astigmatismo, todo tan ligero que de momento 24 Había decidido no usar lentes correctoras. Ojos que habían dejado de Ver, ojos que estaban totalmente ciegos, pero que se encontraban en Perfecto estado, sin la menor lesión, reciente o antigua, de origen o Adquirida. Récordó el examen minucioso que había hecho al ciego, y Cómo las diversas partes del ojo accesibles al oftalmoscopio se Presentaban sanas, sin señal de alteraciones mórbidas, situación muy Rara a los treinta y ocho años que el hombre había dicho tener, y hasta En gente, de menos edad. Aquel hombre no debía de estar ciego, Pensó, olvidando por unos instantes que también él lo estaba, hasta Este punto puede llegar la abnegación, y esto no es cosa de ahora, Recordemos lo que dijo Homero, aunque con palabras que parecen Diferentes. Cuando la mujer se levantó, se fingíó dormido. Sintió el beso que Ella le dio en la frente, muy suave, como si no quisiera despertarlo de Lo que creía un sueño profundo, quizá había pensado, Pobrecillo, se Acostó tarde, estudiando aquel extraordinario caso del infeliz hombre Ciego. Solo, como si se fuera apoderando de él lentamente una nube Espesa que le cargase sobre el pecho y le entrase por las narices Cegándolo por dentro, el médico dejó brotar un gemido breve, permitíó Que dos lágrimas, Serán blancas, pensó, le inundaran los ojos y se Derramaran por las mejillas, a un lado y a otro de la cara, ahora Comprendía el miedo de sus pacientes cuando le decían, Doctor, me Parece que estoy perdiendo la vista. Llegaban hasta el dormitorio los Pequeños ruidos domésticos, no tardaría la mujer en acercarse a ver si Seguía durmiendo, era ya casi la hora de salir para el hospital. Se Levantó con cuidado, a tientas buscó y se puso el batín, entró en el Cuarto de baño, orínó. Luego se volvíó hacia donde sabía que estaba El espejo, esta vez no preguntó Qué será esto, no dijo Hay mil razones Para que el cerebro humano se cierre, sólo extendíó las manos hasta Tocar el vidrio, sabía que su imagen estaba allí, mirándolo, la imagen lo Veía a él, él no veía la imagen. Oyó que la mujer entraba en el cuarto, Ah, estás ya levantado, dijo, y él respondíó, Sí. Luego la sintió a su Lado, Buenos días, amor, se saludaban aún con palabras de cariño Después de tantos años de casados, y entonces él dijo, como si los Dos estuvieran representando un papel y ésta fuera la señal para que Iniciara su frase, Creo que no van a ser muy buenos, tengo algo en la Vista. Ella sólo prestó atención a la última parte de la frase, Déjame Ver, pidió, le examinó los ojos con atención, No veo nada, la frase Estaba evidentemente cambiada, no correspondía al papel de la mujer, 25 Era él quien tenía que pronunciarla, pero la dijo sencillamente, así, No Veo, y añadió, Supongo que el enfermo de ayer me ha contagiado su Mal. Con el tiempo y la intimidad, las mujeres de los médicos acaban También por entender algo de medicina, y ésta, tan próxima en todo a Su marido, había aprendido lo bastante para saber que la ceguera no Se pega sólo porque un ciego mire a alguien que no lo es, la ceguera Es una cuestión privada entre la persona y los ojos con que nacíó. En Todo caso, un médico tiene la obligación de saber lo que dice, para eso Ha ido a la Facultad, y si éste, aparte de haberse declarado ciego, Admite la posibilidad de que le hayan contagiado, quién es la mujer Para dudarlo, por mucho de médico que sea. Se comprende, pues, Que la pobre señora, ante la evidencia indiscutible, acabara por Reaccionar como cualquier esposa vulgar, dos conocemos ya, Abrazándose al marido, ofreciendo las naturales muestras de dolor, Y Ahora, qué vamos a hacer, preguntaba entre lágrimas, Tenemos que Avisar a las autoridades sanitarias, al ministerio, es lo más urgente, si Se trata realmente de una epidemia hay que tomar providencias, Pero Una epidemia de ceguera es algo que nunca se ha visto, alegó la Mujer queriendo agarrarse a esta última esperanza, Tampoco se ha Visto nunca un ciego sin motivos aparentes para serlo, y en este momento hay, al menos, dos. Apenas había acabado de pronunciar la última palabra cuando se le transformó el rostro. Empujó a la mujer Casi con violencia, él mismo retrocedíó, Apártate, no te acerques a mí, Puedo contagiarte, y luego, golpeándose la cabeza con los puños Cerrados, Estúpido, estúpido, médico idiota, cómo no lo pensé, una Noche entera juntos, tendría que haberme quedado en el despacho, Con la puerta cerrada, e incluso así, Por favor, no hables de esa Manera, lo que haya de ser, será, anda, ven, te voy a preparar el Desayuno, Déjame, déjame, No te dejo, gritó la mujer, qué quieres hacer, andar por ahí dando tumbos, chocando contra los muebles, Buscando a tientas el teléfono, sin ojos para encontrar en el listín los Números que necesitas, mientras yo asisto tranquilamente al Espectáculo, metida en una redoma de cristal a prueba de Contaminación. Lo agarró del brazo con firmeza, y dijo, Vamos, amor. Era aún temprano cuando el médico acabó de tomar, Imaginemos con qué placer, su taza de café y la tostada que la mujer Se empeñó en prepararle, demasiado temprano para encontrar en su Sitio de trabajo a las personas a quienes debería informar. La lógica y 26 La eficacia mandaban que su participación de lo que estaba ocurriendo Se hiciera directamente, comunicándolo lo antes posible a un alto Cargo responsable del ministerio de la Salud, pero no tardó en cambiar De idea cuando se dio cuenta de que presentarse sólo como un Médico que tenía una información importante y urgente que comunicar No era suficiente para convencer al funcionario medio con quien, por Fin, después de muchos ruegos, la telefonista condescendíó a ponerlo En contacto. El hombre quiso saber de qué se trataba, antes de Pasarlo a su superior inmediato, y estaba claro que cualquier médico Con sentido de la responsabilidad no iba a ponerse a anunciar la Aparición de una epidemia de ceguera al primer subalterno que se le Pusiera delante, el pánico sería inmediato. Respondía desde el otro Lado el funcionario, Me dice usted que es médico, si quiere que le diga Que le creo, sí, le creo, pero yo tengo órdenes, o me dice de qué se Trata, o cuelgo, Es un asunto confidencial, Los asuntos confidenciales No se tratan por teléfono, será mejor que venga aquí personalmente, No puedo salir de casa, Quiere decir que está enfermo, Sí, estoy Enfermo, dijo el ciego tras una breve vacilación, En ese caso, lo que Tiene que hacer es llamar al médico, a un médico auténtico, replicó el Funcionario, y, muy satisfecho de su ingenio, colgó el teléfono. El médico recibíó aquella insolencia como una bofetada. Sólo Pasados unos minutos tuvo serenidad suficiente para contar a la mujer La grosería con que le habían tratado. Después, como si acabase de Descubrir algo que estuviera obligado a saber desde mucho tiempo Antes, murmuró, triste, De esa masa estamos hechos, mitad Indiferencia y mitad ruindad. Iba a preguntar, vacilante, Y ahora qué Hago, cuando comprendíó que había estado perdiendo el tiempo, que La única forma de hacer llegar la información a donde convénía, y por Vía segura, sería hablar con el director de su propio servicio Hospitalario, de médico a médico, sin burócratas por medio, y que él Se encargase luego de poner en marcha el maldito engranaje oficial. La mujer marcó el número, lo sabía de memoria. El médico se Identificó cuando se pusieron al teléfono, luego dijo rápidamente, Bien, Gracias, sin duda la telefonista le había preguntado, Cómo está, Doctor, es lo que decimos cuando no queremos mostrar nuestra Debilidad, decimos, Bien, aunque nos estemos muriendo, a esto le Llama el vulgo hacer de tripas corazón, fenómeno de conversión Visceral que sólo en la especie humana ha sido observado. Cuando el Director atendíó el teléfono, Hola, qué hay, qué pasa, el médico le 27 Preguntó si estaba solo, si no había nadie cerca que pudiera oír, de la Telefonista nada había que temer, tenía más cosas que hacer que Escuchar conversaciones sobre oftalmopatías, a ella sólo le interesaba La ginecología. El relato del médico fue breve pero completo, sin Rodeos, sin palabras de más, sin redundancias, y hecho con una Sequedad clínica que, teniendo en cuenta la situación, incluso Sorprendíó al director, Pero realmente está usted ciego, preguntó, Totalmente ciego, En todo caso, podría tratarse de una coincidencia, Podría no ser realmente, en su sentido exacto, un contagio, De Acuerdo, el contagio no está demostrado, pero no se trata de que nos Quedáramos ciegos él y yo, cada uno en su casa, sin habernos visto, El hombre llegó ciego a mi consulta y yo me quedé ciego pocas horas Después, Cómo podríamos encontrar a ese hombre, Tengo su nombre Y su dirección en el consultorio, Mandaré inmediatamente a alguien, Un médico, Sí, claro, un colega, No le parece que tendríamos que Comunicar al ministerio lo que está pasando, Por ahora me parece Prematuro, piense en la alarma pública que causaría una noticia así, Por todos los diablos, la ceguera no se pega, Tampoco la muerte se Pega, y todos nos morimos, Bien, quédese en casa mientras trato el Caso, luego lo mandaré a buscar, quiero observarlo, Recuerde que Estoy ciego por haber observado a un ciego, No hay seguridad de eso, Hay, al menos, una buena presunción de causa a efecto, Sin duda, no Obstante, es aún demasiado pronto para sacar conclusiones, dos Casos aislados no tienen significación estadística, Salvo si somos ya Más de dos, Comprendo su estado de ánimo, pero tenemos que Defendernos de pesimismos que podrían resultar infundados, Gracias, Volveremos a hablar, Hasta luego. Media hora después, el médico, torpemente y con ayuda de la mujer, Había acabado de afeitarse. Sonó el teléfono. Era otra vez el director Del servicio oftalmológico, pero la voz, ahora, sonaba distinta, Tenemos aquí a un niño que también se ha quedado ciego de repente, Lo ve todo blanco, la madre dice que estuvo ayer con él en su Consultorio, Supongo que es un niño que sufre estrabismo divergente Del ojo izquierdo, Sí, No hay duda, es él, Empiezo a estar preocupado, La situación es realmente seria, El ministerio, Sí, claro, voy a hablar Inmediatamente con la dirección. Pasadas unas tres horas, cuando el Médico y su mujer estaban comiendo en silencio, él tanteando con el Tenedor las tajaditas de carne que ella le había cortado, volvíó a sonar El teléfono. La mujer lo atendíó, volvíó inmediatamente, Tienes que ir 28 Tú, es del ministerio. Le ayudó a levantarse, lo condujo hasta el Despacho y le dio el auricular. La conversación fue rápida. El ministerio Quería saber la identidad de los pacientes que habían estado el día Anterior en su consultorio, el médico respondíó que en sus respectivas Fichas clínicas figuraban todos los elementos de identificación, el Nombre, la edad, el estado civil, la profesión, el domicilio, y terminó Declarándose dispuesto a acompañar a la persona o personas que Fuesen a recogerlos. Del otro lado, el tono fue cortante, No lo Necesitamos. El teléfono cambió de mano, la voz que salíó de él era Diferente, Buenas tardes, habla el ministro, en nombre del Gobierno le Agradezco su celo, estoy seguro de que gracias a la rapidez con que Usted ha actuado vamos a poder circunscribir y controlar la situación, Entretanto, haga el favor de permanecer en su casa. Las palabras Finales fueron pronunciadas con expresión formalmente cortés, pero No dejaban la menor duda sobre el hecho de que eran una orden. El Médico respondíó, Sí, señor ministro, pero ya habían colgado. Pocos minutos después, otra voz al teléfono. Era el director Clínico del hospital, nervioso, hablando atropelladamente, Ahora Mismo acabo de recibir información de la policía de que hay dos casos Más de ceguera fulminante, Policías, No, un hombre y una mujer, a él Lo encontraron en la calle, gritando que estaba ciego, y ella estaba en Un hotel cuando perdíó la vista, una historia de cama, según parece, Es necesario averiguar si se trata también de enfermos míos, sabe Cómo se llaman, No me lo han dicho, Del ministerio han hablado ya Conmigo, van a ir al consultorio a recoger las fichas, Qué situación, Dígamelo a mí. El médico colgó el teléfono, se llevó las manos a los Ojos, allí las dejó como si quisiera defenderlos de males peores, al fin Exclamó sordamente, Qué cansado estoy, Duerme un poco, te llevaré Hasta la cama, dijo la mujer, No vale la pena, no podría dormir, Además, todavía no se ha acabado el día, algo más va a ocurrir. Eran casi las seis cuando sonó el teléfono por última vez. El Médico estaba sentado al lado, levantó el auricular, Sí, soy yo, dijo, Escuchó con atención lo que le estaban diciendo, y sólo hizo un leve Movimiento de cabeza antes de colgar. Quién era, preguntó la mujer, Del ministerio, viene una ambulancia a buscarme dentro de media Hora, Eso era lo que esperabas que ocurriera, Más o menos, sí, Adónde te llevan, No lo sé, supongo que a un hospital, Te voy a Preparar la maleta, algo de ropa, No es un viaje, No sabemos qué es. Lo llevó con cuidado hasta el dormitorio, lo hizo sentarse en la cama, 29 Quédate ahí tranquilo, yo me encargo de todo. La oyó moverse de un Lado a otro, abrir y cerrar cajones, armarios, sacar ropa y luego Ordenarla en la maleta colocada en el suelo, pero lo que él no pudo ver Es que, aparte de su propia ropa, había metido unas cuantas faldas y Blusas, ropa interior, un vestido, unos zapatos que sólo podían ser de Mujer. Pensó vagamente que no iba a necesitar tantas cosas, pero se Calló porque no era el momento de hablar de insignificancias. Se oyó El restallido de las cerraduras, luego la mujer dijo, Bueno, ya puede Venir la ambulancia. Llevó la maleta al vestíbulo, la dejó junto a la Puerta, rechazando la ayuda del marido, que decía, Déjame ayudarte, Eso puedo hacerlo yo, no estoy tan inválido. Luego se sentaron en el Sofá de la sala, esperando. Tenían las manos cogidas, y él dijo, No sé Cuánto tiempo vamos a tener que estar separados, y ella respondíó, No te preocupes. Esperaron casi una hora. Cuando sonó el timbre de la puerta, Ella se levantó y fue a abrir, pero en el descansillo no había nadie. Descolgó el interfono, Muy bien, ahora baja, respondíó. Se volvíó hacia El marido y le dijo, Que esperan ahí abajo, tienen orden expresa de no Subir, Por lo visto en el ministerio están realmente asustados, Vamos. Tomaron el ascensor, ella ayudó al marido a bajar los últimos Escalones, luego a entrar en la ambulancia, volvíó al portal a buscar la Maleta, la alzó ella sola y la empujó hacia dentro. Después subíó a la Ambulancia y se sentó al lado del marido. El conductor protestó desde El asiento delantero. Sólo puedo llevarlo a él, son las órdenes que Tengo, tiene usted que salir. La mujer respondíó con calma, Tiene que Llevarme también a mí, acabo de quedarme ciega. 30 La ocurrencia había brotado de la cabeza del ministro mismo. Era, por cualquier lado que se la examinara, una idea feliz, incluso Perfecta, tanto en lo referente a los aspectos meramente sanitarios del Caso como a sus implicaciones sociales y a sus derivaciones políticas. Mientras no se aclarasen las causas, o, para emplear un lenguaje Adecuado, la etiología del mal blanco, como gracias a la inspiración de Un asesor imaginativo la malsonante palabra ceguera sería designada, Mientras no se encontrara para aquel mal tratamiento y cura, y quizá Una vacuna que previniera la aparición de casos futuros, todas las Personas que se quedaran ciegas, y también quienes con ellas Hubieran tenido contacto físico o proximidad directa, serían recogidas Y aisladas, para evitar así ulteriores contagios que, de verificarse, se Multiplicarían según lo que matemáticamente es costumbre denominar Progresión geométrica. Quod erat demonstrandum, concluyó el Ministro. En palabras al alcance de todo el mundo, se trataba de poner En cuarentena a todas aquellas personas, de acuerdo con la antigua Práctica, heredada de los tiempos del cólera y de la fiebre amarilla, Cuando los barcos contaminados, o simplemente sospechosos de Infección, tenían que permanecer apartados cuarenta días, Hasta ver. Estas mismas palabras, Hasta ver, intencionales por su tono, pero Sibilinas por faltarle otras, fueron pronunciadas por el ministro, que Más tarde precisó su pensamiento, Quería decir que tanto pueden ser Cuarenta días como cuarenta semanas, o cuarenta meses, o cuarenta Años, lo que es preciso es que nadie salga de allí. Ahora hay que Decidir dónde los metemos, señor ministro, dijo el presidente de la Comisión de Logística y Seguridad, nombrada al efecto con toda Prontitud, que debería encargarse del transporte, aislamiento y auxilio A los pacientes, De qué posibilidades inmediatas disponemos, quiso Saber el ministro, Tenemos un manicomio vacío, en desuso, a la Espera de destino, unas instalaciones militares que dejaron de ser Utilizadas como consecuencia de la reciente reestructuración del Ejército, una feria industrial en fase adelantada de construcción, y hay También, y no han conseguido explicarme por qué, un hipermercado En quiebra, Y, en su opinión, cuál serviría mejor a los fines que nos Ocupan, El cuartel es lo que ofrece mejores condiciones de seguridad, Naturalmente, Tiene, no obstante, un inconveniente, es demasiado

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