El Teatro Español del Siglo XX: Entre la Tradición y la Vanguardia
El teatro español del siglo XX se desarrolla, en sus inicios, de espaldas a la renovación teatral europea y mundial. En este primer período, podemos establecer dos grandes grupos de autores: por un lado, aquellos que realizan un teatro que cuenta con el favor del público, aunque son escasamente renovadores; y por otro, un segundo grupo que renueva las formas dramáticas.
Teatro Triunfante en España
Dentro del primer grupo, encontramos la comedia burguesa, continuadora del Realismo del siglo XIX, que renueva algunos aspectos. Su principal representante es Jacinto Benavente, quien optó por amoldarse a los gustos mayoritarios, limitándose en sus obras a censurar pequeños vicios sin realizar críticas totales. Destacan obras como Los intereses creados y La Malquerida.
También se desarrolla un teatro poético en verso, mezcla de Romanticismo y Modernismo, ideológicamente muy conservador y tradicional, con constantes alusiones a las pérdidas del Imperio español. Por su temática, se trata de un teatro histórico. Destacan Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina.
El teatro cómico, intrascendente, tiene como única intención hacer pasar un buen rato, siendo muy reiterativo en las formas de conseguir el humor: equívocos, juegos de palabras y regionalismos. Destacan los hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches, creador de la «tragedia grotesca» donde se juntan lo risible y lo conmovedor, como en La señorita de Trevélez; y el gaditano Pedro Muñoz Seca, inventor de un nuevo género, el «astracán», una parodia en verso del teatro posromántico, como en La venganza de don Mendo.
Por su parte, Jacinto Grau, Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela son los máximos exponentes de un grupo de autores que realiza una interesante labor de renovación en el teatro humorístico español, aunque los dos últimos alcanzan su máxima consideración tras la Guerra Civil.
Teatro Innovador
Además del teatro pensado para agradar al público, surge un teatro innovador que trataba temas difíciles de representar o inadecuados para su explotación comercial. Los mejores autores de esta corriente serán Valle-Inclán y Federico García Lorca, pero también destacan otros autores que plantearon un teatro distinto:
- Miguel de Unamuno escribe un teatro de ideas, con poca acción y casi total ausencia de elementos escénicos.
- Jacinto Grau, con obras como El señor de Pigmalión, o Ramón Gómez de la Serna, con Los medios seres, plantean también experiencias renovadoras.
- Pedro Salinas y Rafael Alberti, autores del 27, escriben un teatro interesante. Alberti destaca como autor y como director teatral.
Valle-Inclán y el Esperpento
El esperpento es creado por Valle-Inclán como una forma de ofrecer una visión grotesca y deformante de la realidad española de su tiempo. Para ello, el autor mira a sus personajes como seres infrahumanos, desde una perspectiva de distanciamiento. Se inició en el Modernismo con sus Sonatas, continuó con una etapa intermedia en la que escribió las Comedias Bárbaras, y una última etapa, la más lograda, la de los esperpentos. En este periodo sobresalen Divinas Palabras y Luces de Bohemia, ambas de 1920. España es, para Valle-Inclán, una deformación grotesca de la civilización europea, y afirma que “el sentimiento trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”: ese es el fundamento del esperpento.
Federico García Lorca: Cumbre de la Dramática Moderna
Federico García Lorca representa una de las más altas cumbres de la dramática española moderna. Su obra supone un intento constante de depuración, de búsqueda de la palabra evocadora, connotativa. Como dramaturgo, muestra un concepto renovador del arte escénico, convirtiéndose en el dramaturgo español más conocido de todos los tiempos. Su teatro parte de tres principios: depurar el teatro poético, incorporar las tendencias vanguardistas y acercar el teatro al pueblo.
La mujer es la protagonista del teatro lorquiano, representando el ansia de libertad en una sociedad patriarcal y machista, marcada por un destino trágico. Amor imposible, conflicto entre el deseo y la realidad, enfrentamiento de libertad y autoridad… El tema de la frustración es una constante en el teatro lorquiano: Bodas de sangre (amor frustrado), Yerma (maternidad frustrada) y La Casa de Bernarda Alba (amor y libertad frustrados). También cultiva un teatro puramente innovador de raíz surrealista, como El público.
Análisis de un Fragmento de «La Casa de Bernarda Alba»
El fragmento pertenece a la obra La casa de Bernarda Alba, texto literario de género dramático. Su autor, Federico García Lorca, además de ser uno de los máximos exponentes de la Generación del 27, es considerado una de las más altas cumbres de la literatura dramática moderna. En cuanto a la estructura externa, encontramos un diálogo entre [número] interlocutoras formado por [número] intervenciones. En cuanto a la estructura interna, estas intervenciones se organizan en [número] intercambios que comprenden una serie de ideas principales y secundarias que pueden verse en el siguiente esquema [insertar esquema si es posible]. Se deben destacar las acotaciones importantes, si las hay.
Al tratarse de un diálogo donde los personajes intervienen siguiendo los turnos de palabra naturales de una conversación, podemos afirmar que el texto sigue un orden cronológico lineal. Además, según la organización de las ideas presentadas, podemos afirmar que el texto presenta una estructura de contraste, ya que muestra las opiniones divergentes de [personajes].
La intención de [personaje] en este texto es concienciar sobre [idea principal]. Para ello, utiliza de manera destacada el recurso de [comparación/ejemplificación/ironía].
En el texto, el autor recurre a procedimientos de tipo gramatical como la elipsis, que puede apreciarse en la frase “[frase]”, en la/las línea/as [número], lo que contribuye a la máxima economía discursiva. También utiliza procedimientos de tipo léxico-semántico como la repetición, que puede apreciarse en la palabra “[palabra]”, en la/las línea/as [número], lo que supone el eje semántico y tópico del texto. Por todo ello, podemos afirmar que nos encontramos ante un texto coherente.