La Guerra Civil (1936-1939) terminó con la instauración de la Dictadura Franquista (1939-1975), que llevó a cabo una política represora acaparando los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, suprimiendo libertades y estableciendo una censura. La llegada al poder de los tecnócratas en 1957 provocó cierta expansión económica, lo que también generó un desgaste político durante los años 60. En 1973, la crisis del petróleo y el atentado contra Carrero Blanco dieron lugar al fin de la dictadura con la muerte de Franco en 1975, tras la cual comenzó la Transición y se implantó la democracia, que intentaron frustrar con el fallido golpe de Estado del 23-F. En 1978 se promulgó la nueva Constitución. Los años 80, con la victoria del PSOE, fueron una etapa de apertura y europeización, produciéndose la entrada de España en la CEE y la Movida Madrileña, aunque continuó el terrorismo de ETA. Finalmente, en los años 90 hubo cambios de Gobierno y consolidación del bipartidismo, la crisis económica de 2008, ETA abandonó las armas y nacieron nuevos partidos.
Teatro del Exilio
El Teatro del Exilio se caracterizó por su heterogeneidad de formas y temas, entre ellos la nostalgia o la visión crítica de su tiempo. Destacó Rafael Alberti, que combinó piezas de vanguardia con el teatro de urgencia en España, mientras que en Buenos Aires escribió una de sus obras más innovadoras, El Adefesio en 1944. También sobresalieron Alejandro Casona y Max Aub, quien evolucionó hacia un teatro histórico, social, crítico y documental que incorporó realidades como los campos de concentración, siendo un ejemplo El rapto de Europa.
Teatro de los Años 40
En el teatro de los años 40 dominó el teatro cómico y de evasión, y se diferenciaron dos tendencias:
La Comedia Burguesa
En la que se presentan conflictos amables, los personajes son arquetipos, se evita la crítica social, y predominan el humor y el ambiente burgués. Destaca Joaquín Calvo Sotelo con Historias de una casa.
El Teatro de Humor
Que se caracteriza por la transgresión de la lógica, juegos verbales que distorsionan la realidad y un final feliz. Sobresalen Enrique Jardiel Poncela con Eloísa está debajo de un almendro y Miguel Mihura con Tres sombreros de copa (escrita en 1932 pero estrenada en 1952). Mihura abordó con reflexión amarga el conflicto de la libertad del individuo frente a los límites existenciales de la sociedad.
Teatro de los Años 50
El teatro de los 50 fue un teatro social y comprometido, que reflejó de manera crítica la sociedad de posguerra. En él se puede diferenciar, por un lado, la crítica directa y explícita de Alfonso Sastre, y, por otro lado, el posibilismo de Antonio Buero Vallejo.
Subgéneros y Autores Destacados
Entre los subgéneros podemos distinguir la tragedia existencial, donde se combinó lo cotidiano de la posguerra con temas universales y aparecieron personajes y elementos con valor simbólico. Destaca Antonio Buero Vallejo con El tragaluz e Historia de una escalera (1949), quien sobresalió por sus tragedias modernas y su capacidad de construir obras con valor tanto social como existencial gracias al continuo simbolismo.
También se dio un drama social con lenguaje realista, objetivo ético y crítica directa y explícita, en el que destaca Alfonso Sastre con La mordaza (1954). En la producción dramática de Sastre se encuentran las tragedias existenciales con temas como la muerte o el sentido de la vida y obras como Escuadra hacia la muerte; dramas sociales que son didácticos y de carácter antiburgués (La mordaza); y tragedias complejas, en las que se practicó la deformación grotesca de ciertas situaciones y personajes, y surgieron obras como La taberna fantástica.
Por último, nos encontramos con un drama social expresionista que se caracteriza por la deformación grotesca de ciertos aspectos de la realidad, con obras como La pechuga de la sardina de Lauro Olmo.
Teatro de los Años 60
El teatro de los 60 se caracterizó por la continuidad del teatro social, el comercial y otro experimental e innovador.
El Teatro Social
Recogió planteamientos críticos de dramaturgos como Alfonso Sastre y sobresalió Lauro Olmo con La camisa, un duro drama social con pasajes cómicos en el que se retratan las miserias de la clase trabajadora.
El Teatro Comercial
Que es cómico y burgués, planteó tramas amables, de naturaleza sentimental y con personajes prototípicos. Sobresalió también Antonio Gala, con estilo poético y evocador, y recurrió a símbolos y a mitos, con obras como Carmen, Carmen.
El Teatro Innovador
Presentó rasgos como el rechazo del realismo, el empleo de signos con valor simbólico y la renovación verbal. Cabe mencionar a Francisco Nieva y a Fernando Arrabal, el creador del “teatro pánico”, donde expresó las emociones y angustias del individuo con un lenguaje excéntrico y poético. Escribió Pic-Nic en 1952.
El Teatro en la Democracia
Con la llegada de la democracia y la eliminación de la censura se abrió una nueva etapa en el teatro, que recibió el apoyo oficial con la creación de instituciones teatrales como CDN (Centro Dramático Nacional) o la CNTC (Compañía Nacional de Teatro Clásico), y el nacimiento de festivales. Además, surgieron ciertos grupos de teatro independiente, a menudo relacionados con “el teatro de calle”, destacando espectáculos montados por Els Comediants o La Cubana.
Dentro de este teatro podemos diferenciar tres grandes grupos:
- Por un lado, estaban los autores ya consagrados con anterioridad como Buero Vallejo, Sastre, Gala, Martín Recuerda o Fernando Fernán Gómez con su gran éxito Las bicicletas son para el verano (1982).
- Por otro lado, encontramos a dramaturgos que, aunque empezaron a escribir durante la dictadura, se dieron a conocer a partir de la Transición como Francisco Nieva, quien innovó y experimentó con su “teatro furioso”, Alonso de Santos, quien revitalizó la tradición del sainete en Bajarse al moro, y Sinisterra con un teatro histórico de corte realista (¡Ay, Carmela!).
- Por último, están los autores más jóvenes cuyas obras salieron a la luz en la democracia, caracterizadas por sus posturas realistas, la búsqueda de nuevas formas expresivas, la importancia del texto, y conectaron con un público joven y amplio. Destacan Dulce Chacón con Segunda Mano, Ernesto Caballero con Sentido del deber y Jordi Galcerán con El crédito.