La casa de Bernarda Alba personajes principales y secundarios

Personajes en La casa de Bernarda Alba

Como personajes visibles se distinguen:
Bernarda, sus hijas, Mª Josefa y la Poncia como principales, y Criada, mendiga, prudencia, muchacha y mujeres como secundarios. En los invisibles (no aparecen en escena) encontramos a Pepe el romano, la hija de Librada y los segadores. Y en los aludidos (se menciona alguna particularidad) son Antonio Mª Benavides, Enrique Humanes y Paca la Roseta.

En la relación señora/criada domina el odio y el resentimiento de clase. Tanto Poncia como la Criada odian a Bernarda, murmuran contra ella y desean su mal. Sin embargo, la temen y no se atreven a enfrentarse directamente con ella. Peculiares son las relaciones  entre Poncia y Bernarda. Poncia lleva treinta sirviendo en casa de Bernarda y por ello se permite ciertas confianzas, pero Bernarda las corta cuando considera que se extralimita. La relación madre e hijas está presidida por autoritarismo y la rigidez de un educación tradicional y basada en el miedo y en la negación de la libertad. Sólo Adela se rebela. La relación entre hermanas es de odio y envidia. Angustias es odiada por todas sus hermanas y envidiada por su riqueza y matrimonio con Pepe. Por otro lado, las vecinas temen a Bernarda y la odian por su rigidez moral y su carácter altivo.

Lorca utiliza varias técnicas para la caracterización de personajes: a través del dialogo, cuando todavía no ha salido a escena. Así, Poncia y la criada nos presentan a Bernarda como “autoritaria”, “mandona” o “dominanta”. Conocemos a los personajes por su comportamiento y sus palabras. Bernarda contrasta con la actitud sumisa de sus hijas y criadas. El lenguaje es caracterizador por los insultos y vulgarismos de Poncia, el lenguaje conminativo (autoritario) de Bernarda y el lenguaje surrealista y simbólico de Mª Josefa. Los movimientos de Bernarda son vigorosos y violentos: da golpes en el suelo con su bastón, arroja al suelo el abanico de Adela, etc. El dinamismo de Bernarda contrasta con el estatismo de sus hijas, casi siempre sentadas, en actitud de espera. Ese estatismo y los movimientos pausados de las mujeres dotan a la obra de un ritmo lento que transmite sensación de monotonía, de vidas apagadas y sombrías. Cuatro de los personajes poseen objetos significativos: Bernarda el bastón (poder), Adela un abanico con flores y traje verde (rebeldía) y las flores en la cabeza y en el pecho de Mª Josefa (rebeldía, libertad y amor).

El personaje central es Bernarda, caracterizada por rasgos negativos: autoritaria, dominanta, orgullosa, agresiva, violenta, mezquina, hipócrita… Pertenece a la burguésía acomodada. Es temida no sólo por su carácter agresivo, sino por el conocimiento que tiene de la vida íntima y del pasado de sus vecinos. El bastón encarna la represión. Es estricta, de mentalidad tradicional e intolerante, represiva. Es tiránica y ciega a las consecuencias. Esa autoridad es irracional. Es un personaje clavado en la tierra de la España rural y antigua y defiende el orden antiguo. Reconoce la importancia de las críticas y de las apariencias “Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armónía familiar” ello va unido a la conciencia de pertenecer a una capa social superior. Tales ideas corresponden a la concepción tradicional de papel de la mujer, frente al del hombre, que Bernarda también defiende: “Aquí se hace lo que yo mando. Hilo y aguja para las hembras, látigo y mula para el varón”. Obsesionada por la decencia, la honra y la virginidad. Cierra la obra como su primera aparición en escena: exigiendo silencio y dando órdenes. Para Bernarda la realidad ha de ser como ella quiera. Esto le hace tomar los deseos por realidades, y a no admitir lo que va en contra de su voluntad.

Las cinco hijas de Bernarda coinciden en la búsqueda de varón y en la necesidad de amor: Angustias (la mayor), Magdalena (aprecia mucho a Adela), Amelía (la más simple), Martirio (encarna el resentimiento y la envidia) y Adela (pasión amorosa, llamada del instinto y deseo de libertad; victima de poder de Bernarda). Todas ellas viven entre la reclusión impuesta y el deseo del mundo exterior. El luto de ocho años se trata de una exageración de una costumbre real.  Las hijas encarnan una serie de actitudes que van desde la sumisión o la resignación a la plena rebeldía, representada por Adela. La primera y única vez que las mujeres pueden salir a la calle es en el linchamiento de la hija de librada. Todas tienen deseos eróticos o la necesidad de amar, y todas se vigilan. Sólo  Amelía  y magdalena están relativamente al margen de la lucha que mantienen las otras hermanas.

Adela es la más joven, hermosa, apasionada y franca. Su vitalismo se manifiesta en el color verde del traje que se pone. Representa la única posibilidad de amor que vemos en la obra. Está llena de fuerza y pasión. Rompe con su rebelión las normas establecidas de su sociedad y lo hace sabiendo perfectamente lo que esto significa. Desafía la moral establecida y se convierte en amante de Pepe el romano. El momento culminante será aquel en que rompe el bastón de Bernarda. Esto supone no sólo la rebelión personal, sino la ruptura de la aceptuación de la autoridad de Bernarda. Su suicido es coherente con la actitud que había adoptado. Estaba dispuesta a aceptara su condición de amante, al margen de la ley. Lo que no podía aceptar era la muerte del Romano. En conclusión, es una pobre joven, rebelde, víctima de la mentira, del odio y la represión perversa de su propia familia.

Martirio manifiesta una auténtica rivalidad con su hermana Adela. Resentida, porque pudo haberse casado si su madre no se hubiera opuesto. Su actitud ante los hombres presenta un doble rostro. De un lado, oímos decir: “es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo”. Por otro lado, encarna la envidia, la veremos arden con una pasión que la lleva a actuar con vileza. No para de vigilar a Adela y con su falsa mentira(decir que pepe el romano muere) desencadena la muerte de Adela.

Amelía se muestra resignada, tímida, se caracteriza por la sumisión y el temor a su madre. Participa en menor grado en las conversaciones y junto con Magdalena no está tan implicada en la lucha que mantienen las otras hermanas. Asume la marginación de la condición femenina: “Nacer mujer es el mayor castigo”. Se resigna a que el paso del tiempo es cíclico y sin esperanza para ellas, porque seguirán recluidas. Se caracteriza también por un pudor ingenuo ante los hombres.

Magdalena da muestras por una parte de resignación. Cuando Adela se niega a acostumbrarse al luto, Magdalena le responde: “¡Ya te acostumbrarás!”; pero puede sorprender con amargas protestas. Es la que habla francamente sobre la situación de Angustias con Pepe el romano, y la que le recrimina a Martirio su mentira sobre la muerte de Pepe el romano, llamándola “¡Endemoniada!”

Angustias es hija del primer matrimonio y heredera de una envidiable fortuna que no tarda en atraer (a pesar de su edad y falta de encantos) a un pretendiente, Pepe el Romano. Para ella el matrimonio supone la salida de la casa. Aunque hay avisos de que el Romano no la quiere y es amante de su hermana Adela, parece no querer darse cuenta.

Otros personajes

Pepe el romano, es un personaje invisible. Representa el mito de la pasión vital, además de la simulación del amor. Es el hombre más atractivo del lugar. Un silbido es la única señal física de su existencia. Es el causante de todos los comportamientos o actitudes. Cualquier alusión a pepe el romano provoca unas reacciones en torno a lo erótico.

Mª Josefa ve y comenta desde su locura, la pasión de las mujeres. Su locura es simbólica y, desde el principio, ella es la única que se enfrenta a Bernarda, rompiendo el silencio y saltándose sus normas. Asume un papel profético. Manifiesta el deseo común de querer salir al exterior.  A través de su lenguaje dislocado se transmite el deseo de maternidad, fecundidad , matrimonio etc. Es la única voz que suena en la casa con entera libertad.

Poncia coincide en algunos rasgos con Bernarda: tiene misma edad, de moral tradicional, vive preocupada por la moral y el qué dirán, pero está sometida a Bernarda por su posición social. Posee una lengua agresiva, maliciosa y afilada, no siente afecto alguno por Bernarda, a la que sirve por necesidad pero odia. Asume su condición de sumisa y fiel, con el símbolo del perro. Interviene en las conversaciones, en los conflictos, hace advertencias, augurios, da consejos, amenaza  y hasta tutea a Bernarda. Sin embargo, no deja de recordarle las distancias que las separan. Con Bernarda se muestra provocativa, insinuante… hasta que es humillada y pasa a la defensiva. Domina a las hijas de Bernarda hasta que Adela le pierde el respeto. La definición que hace Adela de Poncia corresponde a la de Celestina (vieja marrana). Caracterizada por su modo descarado de hablar, por sabiduría rústica, por su habla llena de intenciones y por sus chispazos poéticos

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