La novela después de la Guerra Civil

Desde el inicio de la Guerra Civil (1936) hasta la muerte de Franco (1975) se aprecian diferentes tendencias en la narrativa española. Las tres principales son las siguientes: la novela existencial de los años cuarenta, la novela social de los cincuenta y la novela experimental, que se desarrolla aproximadamente desde 1960 hasta 1975. Durante la Guerra Civil se produjo una novelística caracterizada por el maniqueísmo, la actitud combativa y el ataque al bando contrario. Según la crítica, una de las novelas más interesantes de ese periodo fue Madrid de Corte a checa, de Agustín de Foxá. Una visión opuesta sobre la guerra la ofrecen varios de los novelistas exiliados: Arturo Barea (La forja de un rebelde), Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español), Max Aub, Rosa Chacel o Francisco Ayala. Tras el fin de la guerra, el arranque de la novela valiosa se inicia con la publicación de La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen Laforet. Ambas pertenecen a la tendencia más importante de la década de 1940: la novela realista existencial, que se caracteriza por una visión pesimista y desoladora de la realidad. Los temas tratados suelen ser la incertidumbre, la soledad, la incomunicación, la frustración y el sufrimiento de los personajes. La novela de Cela inaugura el denominado tremendismo, corriente narrativa que plasma con un tono agrio y descarnado los aspectos más crudos y miserables de la realidad. 


La novela existencialista Nada relata el desengaño e insatisfacción de una joven que se ha trasladado a Barcelona a vivir con unos familiares. Esta novela y otras como La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes, y Los Abel, de Ana María Matute, retratan el ambiente de la sociedad española de la posguerra: hambre odio, tristeza, miseria. En la década de 1950 se desarrolla la novela social. Se caracteriza por un Realismo crítico y la presencia de frases cortas, un léxico sencillo y el predominio del diálogo sobre la narración. Los escritores denuncian la pobreza, las injusticias y las desigualdades sociales. Suelen reflejar la dureza del mundo rural, la explotación de la clase obrera o la hipocresía, el conformismo y el egoísmo de la burguésía. El protagonista ahora es la colectividad o individuos representativos de la sociedad: burgueses, obreros, campesinos, habitantes de los suburbios… La colmena de Cela, es la precursora de la novela social. A través de secuencias narrativas y costumbristas, su autor plasma la vida gris y mediocre de múltiples personajes de la sociedad madrileña de posguerra. Otros títulos significativos son los siguientes: La noria, de Luis Romero, obra que describe un día en la vida de Barcelona a través de más de treinta personajes; Los bravos, de Fernández Santos, narración en la que el autor refleja la dura vida del campo leónés; 


La mina, de Armando López Salinas, novela que denuncia las condiciones inhumanas en las que trabajan los mineros; Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, obra que refleja la hipocresía de la burguésía de una ciudad de provincias; y Primera memoria, de Ana María Matute, novela que refleja los lamentables efectos de la guerra en los niños y adolescentes. Otros narradores interesantes de esta época son Ignacio Aldecoa, García Hortelano, Juan Goytisolo, Caballero Bonald, y Miguel Delibes. Este último es considerado, junto a Cela, uno de los grandes narradores de la segunda mitad del Siglo XX. Suele abordar en sus novelas el mundo rural castellano denunciando el abuso de poder, la injusticia social y la destrucción del medio natural. En esta época escribe, entre otras, El camino, La hoja roja y Mi idolatrado hijo Sisí. Hay que resaltar también la novela El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. La importancia de la novela radica en que inicia el llamado neorrealismo, cuya carácterística principal es la presentación de la realidad por parte del narrador sin emitir juicios de valor. Desde 1960 y hasta 1975 aproximadamente, aunque no se abandona completamente la crítica y la preocupación social, prima la experimentación. En la novela experimental, el argumento pierde importancia, surgen nuevas formas de puntuación y tipografía, el lenguaje es más retórico y se emplean nuevas técnicas como el contrapunto, el perspectivismo y el monólogo interior  


 Aparecen, asimismo, digresiones del autor, desorden temporal y cambios constantes de narrador y registros lingüísticos. La obra que inaugura este nuevo ciclo de la novela española es Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. Esta narración no deja de ser una crítica a la sociedad burguesa, pero el autor se aleja del Realismo social y objetivista anterior. Otras novelas representativas de esta tendencia son, entre otras, Volverás a Regíón, de Juan Benet, Si te dicen que caí, de Juan Marsé, y Señas de identidad, de Juan Goytisolo. Las tres grandes figuras de la narrativa de la segunda mitad del Siglo XX también escriben novela experimental. Camilo José Cela publica San Camilo, 1936 y Oficio de tinieblas ; Miguel Delibes publica también dos de sus mejores obras: Las ratas y Cinco horas con Mario. Para terminar, otro autor destacable es Gonzalo Torrente Ballester. Deja atrás el Realismo, que predomina en su famosa trilogía Los gozos y las sombras, y marca un hito fundamental de la novela contemporánea española de los años setenta con la publicación de La saga-fuga de J.B., novela experimental construida con desbordante imaginación.

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