La novela española de 1939 a 1974: Del tremendismo al experimentalismo
Tras la Guerra Civil, se produce una ruptura con la narrativa novecentista. Se abandona el experimentalismo de la novela deshumanizada y de la novela esperpéntica de Valle-Inclán.
Años 40: La novela existencial y el tremendismo
En los años 40 destaca la novela existencial, que gira en torno a temas principales como la incertidumbre de la existencia, la dificultad de comunicación entre los hombres, las circunstancias cotidianas que rodean su vida, la cercana Guerra Civil, la frustración o la soledad.
Los personajes tienen una conducta violenta, viven angustiados y se desenvuelven en ambientes urbanos. De Carmen Laforet destacamos Nada, Premio Nadal en 1945, que marca el inicio de una nueva narrativa. Con un lenguaje muy sencillo, presenta a una joven que va a estudiar a Barcelona y se encuentra, dentro de la familia que la acoge, con un mundo sórdido y mezquino.
De Camilo José Cela destacamos en esta época La familia de Pascual Duarte, la historia de un campesino extremeño quien, condenado a muerte, escribe la historia de su sórdida vida, llena de asesinatos y violencia gratuita.
Esta obra tiene influencias de la novela picaresca y de las obras de ambiente rural y primitivo de Valle-Inclán.
La técnica desgarrada de un realismo exagerado, unida a la violencia verbal, crea una nueva estética que en la época se denominó tremendismo.
Finalmente, Miguel Delibes, cuya obra posee un tono ético y humanista de base cristiana, combina el amor a la naturaleza con el rechazo a la deshumanización, el materialismo y el consumismo. En sus novelas destacan los personajes indefensos y los ambientes humildes. Su estilo es muy sencillo, pues subordina la técnica a los contenidos.
De esta etapa señalamos La sombra del ciprés es alargada (Premio Nadal), que desembocará en el realismo de ambiente rural con El camino, obra en la que su protagonista, Daniel, evoca sus vivencias en el pueblo antes de marchar a la ciudad.
Años 50: El realismo social
En los años 50 se desarrolla el realismo social, cuyo propósito es dar testimonio de las condiciones de vida de los españoles. Se desplaza el interés de lo individual a lo colectivo. Los temas principales son la soledad, el fracaso, la alienación individual y colectiva, las duras condiciones de vida del campesino y las bolsas urbanas de miseria.
Aparecen también novelas de temas burgueses que presentan una juventud despreocupada, como Juegos de manos de Juan Goytisolo, o aquellas que evocan la Guerra Civil y sus efectos sobre niños y adolescentes, como Primera memoria de Ana María Matute.
El inicio de esta etapa está marcado por La colmena de Camilo José Cela. Es una novela social, porque es testimonio de la insolidaridad y la alienación del pueblo tras la guerra, pero también existencial por su pesimismo y porque recoge el desamparo humano. Lo más original es el personaje colectivo: más de 300 personajes representativos de todas las clases sociales (buscavidas, mendigos, prestamistas, bohemios y soñadores).
La acción se desarrolla mediante una condensación temporal durante dos días de invierno madrileño en el café de doña Rosa, y tiene un carácter de novela abierta, sin argumento ni final, como la vida real.
Dentro del realismo social hay dos tendencias:
- El objetivismo, en el que el narrador intenta ser neutral. Un ejemplo es El Jarama de Sánchez Ferlosio, una novela sobre el tedio que invade a una sociedad gris y sin alicientes.
- El realismo crítico, donde el narrador pretende denunciar las injusticias sociales, como en Fin de fiesta de Juan Goytisolo, que denuncia la frivolidad y el egoísmo de la vida burguesa.
El contenido tiene prioridad; sin embargo, hay un esfuerzo considerable de construcción que se aprecia en la concentración en un espacio y un tiempo reducidos.
Esta corriente se caracteriza por el uso del personaje colectivo y el personaje representativo (síntesis de una clase o grupo). Predomina el diálogo, que busca recoger el habla viva.
Sobresalen autores como Aldecoa o Carmen Martín Gaite.
Años 60 y 70: La novela experimental
En los años 60 y 70 aparece la novela experimental o estructural. Se produce una importante renovación de fondo y forma. Adquieren gran protagonismo técnicas como el monólogo interior y el estilo indirecto libre, es decir, se narra la historia a través del pensamiento de uno o varios personajes.
Las características principales de esta renovación son:
- La narración no es cronológica.
- El argumento queda relegado a un segundo plano.
- La historia se organiza en secuencias separadas, no por capítulos.
- En el estilo, se inventan palabras, se suprimen signos de puntuación y se prescinde de la verosimilitud.
La novela que marca esta etapa es Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos, que trata la alienación y frustración que sufre el hombre contemporáneo.
Es una novela social, pero también intelectual, próxima al ensayo.
En el año 1966 aparecen tres novelas que suponen la asimilación del experimentalismo:
- Señas de identidad de Juan Goytisolo.
- Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé.
- Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, un largo monólogo interior en el que Carmen, una mujer conservadora, mientras vela a su marido muerto, muestra su disconformidad con él, un católico progresista.
Una novela que marca un hito en la trayectoria de nuestra novela contemporánea es La saga/fuga de J.B. de Gonzalo Torrente Ballester, que es a la vez un tributo al experimentalismo y una parodia del mismo.
El teatro español anterior a 1939: Entre la tradición y la renovación
En las primeras décadas del siglo XX predomina en los escenarios un teatro comercial y de diversión, alejado de las nuevas corrientes dramáticas que se desarrollaban en Europa. También existe un teatro renovador que, adoptando nuevos enfoques ideológicos o aportando nuevas técnicas (o ambas cosas), no cuenta con el favor ni del público ni de los empresarios.
El teatro de éxito comercial
Dentro del llamado teatro de éxito destacamos:
La alta comedia o comedia benaventina
Su máximo exponente es Jacinto Benavente, quien muestra, desde una suave crítica y en un tono elegante y distinguido, los pequeños vicios de la burguesía. En este teatro interesa más el retrato social; los personajes responden al esquema de los personajes-tipo y destaca la naturalidad de los diálogos. Obras representativas son La Malquerida y Los intereses creados.
El teatro poético
En su origen, hay obras que reflejan la sensibilidad modernista mediante la palabra poética, la música y los decorados. Posteriormente, en España, triunfaron aquellas escritas en verso e inspiradas en el drama romántico histórico, como Las hijas del Cid de Eduardo Marquina, La leona de Castilla de Villaespesa o las obras de los hermanos Machado.
El teatro costumbrista
Responde a una visión idealizada y tópica de la vida popular. Los personajes son esquemáticos, sin profundidad psicológica, tipos populares que resuelven conflictos cotidianos. Lo más innovador es la incorporación del lenguaje popular, lleno de equívocos y malentendidos. Los autores más representativos son Carlos Arniches con El santo de la Isidra, los hermanos Álvarez Quintero y Pedro Muñoz Seca con La venganza de don Mendo, una parodia del drama histórico romántico y creador del género cómico del “astracán”.
El teatro renovador: Hacia la vanguardia
Las obras renovadoras quedaron reducidas a círculos minoritarios, con figuras clave como VALLE-INCLÁN y GARCÍA LORCA.
Ramón María del Valle-Inclán
La trayectoria dramática de Valle-Inclán evoluciona a través de varias etapas:
- Etapa modernista: Destaca El marqués de Bradomín, adaptación de su novela Sonata de Otoño.
- Ciclo mítico: Las Comedias bárbaras presentan una Galicia rural y atemporal, con personajes arrastrados por grandes pasiones como la lujuria, la avaricia, la violencia y la muerte. A esta etapa pertenece también Divinas palabras, una tragicomedia rural.
- Farsas: Mezclan lo sentimental con lo grotesco para desmitificar la sociedad tradicional, como en La marquesa Rosalinda.
- Esperpentos: Suponen una nueva estética basada en la distorsión, una deformación sistemática de la realidad para mostrar el lado absurdo de la vida. Su mejor obra dramática y cumbre de esta estética es Luces de bohemia.
Federico García Lorca
Lorca plantea en su teatro, en general, un único tema: el enfrentamiento entre el individuo y su entorno, de cuyo conflicto surge el drama, resuelto casi siempre con la destrucción del individuo y de sus sueños.
- De su etapa de teatro poético modernista destacamos El maleficio de la mariposa y el drama histórico Mariana Pineda.
- Con El Público, experimenta un teatro vanguardista caracterizado por su profundo simbolismo, dentro de sus “comedias imposibles”.
- Su obra más conocida se encuentra en el grupo de las tragedias rurales, como Bodas de sangre y Yerma. Estas obras pueden considerarse dramas trágicos por la intervención de fuerzas antagónicas que entran en conflicto sin posibilidad de conciliación y que conducen inexorablemente a la muerte.
Otros autores renovadores: Generación del 98 y del 27
En la renovación del teatro también hay que destacar a los noventayochistas. Es el caso de Unamuno (Fedra), que desarrolla los conflictos humanos que le obsesionaban, y de Azorín, que en la línea de lo real y simbólico hace un teatro antirrealista (Lo invisible), donde aborda el misterio de la muerte.
Incluimos también en este teatro renovador los intentos vanguardistas de autores como Ramón Gómez de la Serna (Los medios seres), cuyos personajes aparecen con su cuerpo pintado de negro por la mitad como símbolo de la búsqueda incansable de la felicidad completa que a todos nos falta. El hombre es un “medio ser” imperfecto. También destacan autores de la Generación del 27 como Salinas, Alberti y Miguel Hernández (con un teatro en la guerra, social y de combate, con menos preocupación estética), que contribuyeron a depurar el “teatro poético” y al acercamiento de la actividad teatral a las clases populares.
Por último, hacia los años 30, Jardiel Poncela y Miguel Mihura intentarán la renovación del teatro cómico, aunque su producción será mayoritaria después de la guerra.
