Literatura Española del Siglo XX: Modernismo, Vanguardias y Generaciones del 27 y 98

La Poesía Española: Del Modernismo a las Vanguardias

La poesía desde el Modernismo a las vanguardias, incluyendo el Futurismo, Ultraísmo y Surrealismo, marcó un periodo de profunda transformación en la literatura hispana.

El Modernismo (1888-1916)

El Modernismo fue un movimiento literario que surgió entre 1888 y 1916. Buscaba la belleza a través de un lenguaje cuidado y musical, con temas como el amor, lo exótico y lo mitológico. En Hispanoamérica, su principal representante fue Rubén Darío con obras como Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. En España, se desarrolló una versión más profunda, con autores como Antonio Machado. La poesía de Antonio Machado muestra un paso del Modernismo hacia una poesía más íntima y reflexiva. Sus primeros poemas muestran influencias modernistas, pero luego adopta un tono más sobrio, centrado en el paisaje y en la vida interior. Obras destacadas suyas son Soledades y Campos de Castilla.

Juan Ramón Jiménez evolucionó desde el Modernismo hacia una poesía más pura y esencial. Defendió la “poesía desnuda”, que buscaba expresar la emoción sin adornos. Su obra Diario de un poeta recién casado es un ejemplo de esta etapa.

Las Vanguardias (a partir de 1918)

Las Vanguardias, que surgieron a partir de 1918, rompieron con las formas tradicionales y apostaron por la innovación. Cada corriente vanguardista aportó una visión única:

  • El Futurismo exaltó la velocidad y la técnica.
  • El Cubismo jugó con la disposición visual de las palabras.
  • El Dadaísmo se rebeló contra la lógica y usó lo absurdo.
  • El Ultraísmo, en Hispanoamérica y España, combinó imágenes atrevidas y sorprendentes.
  • El Creacionismo, impulsado por Vicente Huidobro, defendía que el poeta debía crear su propia realidad.
  • Finalmente, el Surrealismo buscó liberar el lenguaje y expresar el subconsciente.

Autores representativos de estas corrientes son Marinetti, Guillaume de Torre, Vicente Huidobro (El espejo de agua), César Vallejo (Los heraldos negros), Juan Larrea (Versión celeste) y Gerardo Diego (Manual de espumas).

El Dadaísmo se rebeló contra la lógica y usó lo absurdo. El Ultraísmo, en Hispanoamérica y España, combinó imágenes atrevidas y sorprendentes. El Creacionismo, impulsado por Vicente Huidobro, defendía que el poeta debía crear su propia realidad. Finalmente, el Surrealismo buscó liberar el lenguaje y expresar el subconsciente.

Autores representativos de estas corrientes son Marinetti, Guillaume de Torre, Vicente Huidobro (El espejo de agua), César Vallejo (Los heraldos negros), Juan Larrea (Versión celeste) y Gerardo Diego (Manual de espumas).

Evolución Poética de un Autor Clave: Etapas y Estilo

Antes de la Guerra Civil, el desarrollo poético del autor se divide en varias etapas claramente marcadas por sus obras y estilos.

Etapas Poéticas Antes de la Guerra Civil

Primera Etapa (1926-1927)

En su primera etapa, destacan las obras Primeras canciones (1926), Ejecución unidad (1927) y El alba del alhelí (1927). Durante este periodo, se observa una revisión del libro poético tradicional. El yo poético cobra protagonismo y se refleja una búsqueda de sentido del dolor de uno mismo. También hay un claro simbolismo relacionado con la naturaleza y el agua. La expresión lírica es contenida, con un lenguaje pulido y una cuidada sonoridad. La influencia del modernismo y del simbolismo es evidente. En esta etapa se incluyen poemas como “No amemos el amor”, “Todo está consumado” y “La canción del anochecer”.

Etapa de las Elegías (1932)

La siguiente etapa está marcada por la obra Elegías y Elegía (1932), en la que se profundiza en el dolor, la tristeza, la muerte y el deseo. La poesía se vuelve más emotiva e íntima. Las formas métricas son clásicas, como el verso endecasílabo, pero se incorpora un tono más personal. Se observa la influencia de Garcilaso de la Vega, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Esta etapa se caracteriza también por el uso de imágenes dolorosas, así como por una mayor carga simbólica. Un poema representativo de esta etapa es “Elegía”.

Etapa Surrealista (1929-1931)

En la etapa surrealista, destacan las obras Un río, un amor (1929) y Los placeres prohibidos (1931). Aquí, el poeta abandona la lógica y la estructura tradicional del poema para dejarse llevar por la libertad del subconsciente. La expresión poética se vuelve más libre y fragmentada, se multiplican las imágenes irracionales y oníricas. Hay un enfrentamiento entre la realidad y el deseo, presente en todos los poemas, con una visión amarga del amor. La comparación entre amor y muerte es frecuente, y aparece un lenguaje más violento y provocador. Los poemas “La noche”, “Un río, un amor”, “Un cuerpo es el mejor poema” y “Si mi voz muriera esta noche” forman parte de esta etapa.

Etapa de Depuración: Donde habite el olvido (1934)

Posteriormente, con Donde habite el olvido (1934), el estilo del poeta alcanza una mayor depuración. Cambia la concepción romántica del amor y del mundo por una visión más amarga y compleja. Se abandona la métrica tradicional y se utilizan versos libres, sin rima ni estrofas fijas, así como repeticiones y pausas bruscas. Hay una búsqueda de autenticidad y de expresión sincera del sentimiento amoroso. Poemas como “Donde habite el olvido I y II”, “Si tú me dices ven”, “Ya no es ayer” y “Adolescente, fui en días idénticos” son característicos de esta fase.

Etapa de Reconciliación: Invocaciones (1934-1935)

Finalmente, con la obra Invocaciones (1934-1935), el poeta se reconcilia con la vida. Se trata de una poesía más abierta al mundo y al compromiso, donde la figura del poeta deja de centrarse en el yo para abrirse a los demás. Hay referencias a la naturaleza, al trabajo y a lo colectivo. El estilo es más directo, aunque sigue habiendo profundidad lírica. Se destacan los poemas “Nacimiento último”, “No es el amor quien muere” y “Soliloquio del farero”.

Etapas Poéticas Después de la Guerra Civil y en el Exilio

Etapa de Transición: Las nubes (1937-1940)

Durante su etapa de transición (1937-1940), con la obra Las nubes, el poeta aborda temas como la guerra, el exilio y el dolor por España, expresados con una nostalgia idealizada. Se trata de una poesía reflexiva y meditativa, que marca la madurez del autor. En estos textos, el poeta se refleja en personajes históricos o conocidos, con los que se identifica. El lenguaje se aleja de lo coloquial y se acerca a una sobriedad retórica. En cuanto a la forma, utiliza una métrica variada, con versos sin rima y estrofas abiertas; emplea heptasílabos, endecasílabos, alejandrinos y versos libres. Poemas representativos de esta etapa son “Elegía española [I]”, “Impresión de destierro”, “Gaviotas en los parques” y “Un español habla de su tierra”.

Poesía Reflexiva y Trascendente (1940-1944)

En la etapa siguiente, correspondiente a la segunda poesía del exilio, se inicia la poesía reflexiva y trascendente (1940-1944), representada en obras como Como quien espera el alba. En esta etapa, el poeta desarrolla una poesía de tono introspectivo que le sirve para conocerse a sí mismo y al ser humano. Se acepta la idea de la muerte y del paso del tiempo, que ya aparecerá más claramente en poemarios posteriores. También se tratan temas como la eternidad, la trascendencia, el amor propio y la identificación con personajes aislados o solitarios. Predomina la segunda persona, que funciona como un diálogo del poeta consigo mismo.

El lenguaje se vuelve sencillo y musical, utilizando recursos como el encabalgamiento y combinaciones métricas variadas. En un contexto marcado por la Segunda Guerra Mundial, el autor expresa una doble esperanza: por un lado, el final de la guerra y, por otro, el deseo de una luz interior. Esta etapa incluye poemas más extensos, en forma de poema-canción, y otros más breves. Obras destacadas son “Tierra nativa”, “Góngora”, “El indolente” y “Amando en el tiempo”.

Poesía del Exilio Americano (1944-1949)

Entre 1944 y 1949, se desarrolla una fase de poesía centrada en el exilio americano, en la que destacan las obras Vivir sin estar viviendo y Los sonetos del final. Los temas principales son el exilio, la pérdida del tiempo y la ruptura con la juventud. El título Vivir sin estar viviendo remite a un verso de Santa Teresa de Jesús y refleja una profunda crisis espiritual. El poeta se enfrenta a la realidad del tiempo que todo lo destruye y expresa el deseo de que la juventud perdida pueda regresar. También se acepta con resignación la idea de la muerte. Algunos poemas de esta etapa son “Señor de Sanseruja” y “Viendo volver”.

Poesía de Recapitulación: Con las horas contadas (1950-1956)

Posteriormente, entre 1950 y 1956, llega la etapa de Con las horas contadas, marcada por una poesía reflexiva y de recapitulación. El poeta se dirige a sí mismo a través de la segunda persona, en un estilo que recuerda el “monólogo dramático”. Aparece el uso de la parábola y se percibe una clara aceptación de la muerte.

El tono se vuelve coloquial, sencillo, sincero, con una expresión que se aproxima a una especie de autobiografía lírica. Se da un enfrentamiento entre el yo del pasado y el yo del presente, en un intento de entender su experiencia vital. También se dirige a personas que lo despreciaron o lo olvidaron, y expresa su conexión con México, país donde residía en ese momento. La métrica es variada, predominando las sextillas sin rima de pie quebrado, junto con versos endecasílabos y heptasílabos. Algunos de los poemas destacados de esta etapa son “Nocturno yanqui”, “In memoriam A. G.”, “Otra fecha”, “Sombra de mí” y “Precio de un cuerpo”.

Epílogo y Balance Final: Desolación de la quimera (1956-1962)

Finalmente, entre 1956 y 1962, el autor escribe Desolación de la quimera, un libro añadido a una edición póstuma en 1964. Esta etapa se conoce como el epílogo y balance final. Aquí se hace un repaso de toda su experiencia vital y una reflexión sobre la cercanía de la muerte. El estilo se caracteriza por el tono coloquial, con poemas que adoptan forma de canciones breves, junto a otros más intensos y emotivos. El poeta muestra una mirada desengañada sobre el mundo, criticando la hipocresía, el egoísmo y el olvido. Se nota una sensación de derrota, pero también un intento de reconciliación con sus enemigos y con su país. Otros temas importantes en esta etapa son la memoria de la infancia, el paso del tiempo y el extrañamiento con su patria. Se alternan versos cortos y largos, con variedad métrica (heptasílabos, endecasílabos), versos libres y sin rima. Algunos de los poemas más representativos son “Birds in the night”, “Niño tras un cristal”, “Pregunta vieja, vieja respuesta”, “Pregón” y “Despedida”.

La Generación del 27: Etapas y Características

El grupo poético del 27, también conocido como la “Generación del 27” o “generación de la amistad”, estuvo formado por un conjunto de poetas que compartieron no solo inquietudes estéticas comunes, sino también una profunda amistad personal. Muchos de ellos convivieron en la Residencia de Estudiantes y participaron en actividades conjuntas, como el homenaje a Luis de Góngora en 1927, un acto clave que simbolizó su unión. Estos poetas colaboraron en revistas literarias como Litoral, Verso y Prosa o Carmen, y participaron activamente en proyectos culturales durante la Segunda República. La mayoría pertenecía a una clase media culta y había recibido formación universitaria. Tuvieron como guía y maestro a Juan Ramón Jiménez, quien les sirvió de referencia estética y moral. Una de las principales características de su poesía fue la capacidad para conjugar la vanguardia y la tradición, es decir, supieron equilibrar la innovación formal con el respeto por los clásicos. En sus obras se encuentra una síntesis entre lo culto y lo popular, como los romances y sonetos de Lorca o Diego, junto con la influencia del folclore andaluz y gallego, la poesía popular y el estilo gongorino. Así, convivían en sus versos la tradición española (desde el romancero hasta Bécquer) con las nuevas corrientes europeas, como el futurismo, el creacionismo o el surrealismo.

Etapas de la Generación del 27

Estéticamente, su evolución se divide en tres etapas:

  1. Inicios (hasta 1927)

    Durante esta primera etapa, la poesía del grupo estuvo influida por el modernismo, Bécquer, Juan Ramón Jiménez y el posmodernismo. Los poetas exploraban formas clásicas como el soneto y mostraban una preferencia por una poesía pura, muy centrada en lo estético. Aunque buscaban la perfección formal, también comenzaron a introducirse en los movimientos de vanguardia, como el futurismo y el ultraísmo. Su poesía podía considerarse “deshumanizada”, con un enfoque más formalista que sentimental.

    Algunas obras destacadas de esta etapa son Imagen de Gerardo Diego, Fábula de Equis y Zeda de Alberti, Soria de Jorge Guillén, Presagios de Pedro Salinas, Surtidor de Concha Méndez y Marinero en tierra de Alberti. También aparecen obras influidas por lo popular y lo tradicional, como Romancero gitano de Federico García Lorca o Cal y canto de Vicente Aleixandre.

  2. Plenitud (1927-1936)

    Durante esta etapa se produce una clara influencia del surrealismo, que aporta una rehumanización de la poesía. Esto se traduce en una mayor libertad expresiva, en la liberación del verso y de la palabra, y en una poesía que conecta con los sentimientos más hondos, las inquietudes sociales y políticas, y el compromiso humano.

    La revista Caballo verde para la poesía fue uno de los principales medios de difusión de estas nuevas ideas.

    Entre las obras destacadas de este período están La voz a ti debida y Razón de amor de Pedro Salinas, Cántico de Jorge Guillén, Espadas como labios de Vicente Aleixandre, Poeta en Nueva York y Sonetos del amor oscuro de Lorca, Sobre los ángeles y El poeta en la calle de Alberti, y Donde habite el olvido de Luis Cernuda.

  3. Disgregación tras la Guerra Civil

    La Guerra Civil española marcó un punto de inflexión para el grupo. Federico García Lorca fue asesinado, y el resto de los poetas se exiliaron o murieron en el exilio, como ocurrió con Aleixandre, Alonso y Diego. La dispersión del grupo fue inevitable, y muchos de sus integrantes comenzaron a desarrollar una poesía más íntima y humanizada, donde predominaban temas como la nostalgia, el exilio y la pérdida de la patria.

    Los poetas del exilio reflexionaron sobre el dolor, la ausencia y la esperanza, mientras que otros que se quedaron en España cultivaron una poesía más existencialista.

    Entre las obras más representativas de esta etapa se encuentran Clamor de Jorge Guillén, Entre el clavel y la espada y Baladas y canciones del Paraná de Alberti, Las nubes y Desolación de la Quimera de Cernuda, Alondra de verdad de Gerardo Diego, Hijos de la ira de Dámaso Alonso, Sombra del paraíso de Aleixandre y Mujer sin edén de Concha Conde.

En conjunto, la Generación del 27 supo integrar tradición y modernidad, individualidad y compromiso, sensibilidad y rigor formal. Fue uno de los grupos más influyentes de la poesía española del siglo XX y dejó una huella profunda tanto por la calidad de sus obras como por su experiencia vital marcada por la historia.

La Novela Española (1900-1939): La Generación del 98

La Generación del 98 estuvo formada por jóvenes autores con un fuerte espíritu crítico que reaccionaron contra las corrientes narrativas del siglo XIX, especialmente el realismo y el naturalismo. En su lugar, defendieron una narrativa más subjetiva y con un claro compromiso de protesta frente a las costumbres decadentes de la sociedad. Su obra literaria se caracteriza por una profunda preocupación por el sentido de la existencia, el paso del tiempo y la figura de Dios. Estos autores buscaron también la esencia de España, explorando su paisaje (particularmente Castilla), su historia, sus mitos y sus raíces literarias, como el romancero y autores como Cervantes o Larra.

En cuanto al estilo, los autores del 98 optaron por una prosa sobria, introspectiva y clara, con un léxico preciso y connotativo. Un año clave fue 1902, cuando se publicaron obras fundamentales como La voluntad de Azorín y Amor y pedagogía de Unamuno. En 1911 se consolidó el grupo con el homenaje a Galdós.

Autores Clave de la Generación del 98

  • Miguel de Unamuno: Creó la “nivola”, una forma novedosa de novela que renunciaba a la planificación tradicional, con escasas descripciones y muchos diálogos. Sus personajes enfrentan conflictos existenciales y el lenguaje que utiliza es expresivo e innovador. Algunas de sus obras más importantes son Niebla, San Manuel Bueno, mártir y La Tía Tula.
  • Pío Baroja: Presentó una concepción abierta de la novela, combinando elementos diversos y con un estilo más expresivo que cuidado. Entre sus obras destacan Camino de perfección y El árbol de la ciencia.
  • Azorín (José Martínez Ruiz): Cultivó un estilo impresionista, descriptivo y lírico, con un tono filosófico. Algunas de sus novelas más representativas son La voluntad y Antonio Azorín.
  • Carmen de Burgos: Además de periodista, fue novelista comprometida con el pensamiento regeneracionista. Entre sus obras figuran La misión social de la mujer y Puñal de claveles.
  • Concha Espina: Aportó lirismo y rigor estético a la narrativa de la época, como se aprecia en su obra Altar mayor.
  • Ramón María del Valle-Inclán: Se distinguió por su estilo barroco y simbolista, con una narrativa crítica y de denuncia, como en Sonatas o Tirano Banderas.

Este grupo sentó las bases de una novela moderna en España, abordando los grandes temas humanos desde una perspectiva introspectiva y existencial, sin dejar de lado el análisis profundo de la realidad española.

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