El Teatro Español Posterior a 1936
El Teatro de los Años 40: Comedia Burguesa y Teatro Cómico
El teatro de la primera posguerra cumplió básicamente dos funciones: entretener y transmitir ideología. Así, se negaron las aportaciones más relevantes de la preguerra; se estrenaron obras que exaltaban los valores de los vencedores y se programaron clásicos como referentes de épocas gloriosas. Se estableció un férreo control sobre las obras nuevas.
La actividad teatral fue muy abundante. Las dos líneas que triunfaron eran la comedia burguesa y el teatro del humor, casi absurdo, aunque también se representaban algunos sainetes costumbristas y teatro musical de variedades. A este teatro se sumaron dramaturgos como José María Pemán o Juan Ignacio Luca de Tena.
La Comedia Burguesa o de Salón
Función de entretener y educar mediante el elogio de la virtud. Se caracteriza por la perfecta construcción y por su intranscendencia, con ciertas dosis de humor y ternura.
Persiguen un fin moralizador en torno a los temas del amor y la exaltación de la familia, el matrimonio y el hogar. Técnicamente, se caracterizan por la construcción dramática que alterna escenas cómicas y melodramáticas, y por los personajes poco complejos. Se suelen desarrollar en interiores en los que reina el confort y, con final feliz. Algunos críticos incluyen como continuador del teatro benaventino a Alejandro Casona, quien publicó sus obras más importantes en el exilio: La sirena varada y La dama de Alba.
El Teatro Humorístico
En el teatro humorístico destacan dos autores, Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Tras la guerra, ambos suavizaron la crítica.
Enrique Jardiel Poncela tuvo éxito con Angelina o el honor de un brigadier, sobresale en su nueva etapa con comedias de humor inverosímil, llenas de personajes cuyos objetivos son el amor y el dinero. Entremezcla en ellas el humor verbal y el de situación. Intentó “renovar la risa”. Destacan Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Eloísa está debajo de un almendro. La primera es una de sus comedias más populares, donde se refleja la vida que, para Jardiel, es una aventura caótica de la que hay que reírse siempre, donde amor, verdad, belleza, tiempo y muerte fluyen habitualmente.
Eloísa está debajo de un almendro conjuga la locura, el amor, la familia, el crimen y el misterio. Dividida en un prólogo y dos actos, narra las peripecias de una pareja de enamorados y el encuentro de sus peculiares familias, encuentro que se verá marcado por el misterio de la desaparición años atrás de Eloísa.
Otro autor es Miguel Mihura, cuyas comedias denuncian lo absurdo de la vida cotidiana. En sus obras destacan el humor inverosímil, la postura inconformista ante las convenciones sociales y un lenguaje lleno de ingenio que le convierte, al igual que Poncela, en un precedente del teatro del absurdo. Su obra más conocida es Tres sombreros de copa, donde proyecta experiencias personales, a través del humor y de la tristeza. Lo más sorprendente es su tratamiento formal. El tema, disfrazado de tono ridículo, es trágico, la frustración absurda, reflejo de un mundo y dos concepciones de la vida: la burguesa y el mundo de Paula. El humor de Tres sombreros de copa se adelantó a su tiempo, fue un antecedente de ciertas formas muy actuales de la farsa.
Al concluir esta década, comienza a revelarse un teatro grave, preocupado, inconformista, que se inserta, al principio, en una corriente existencial. Dos fechas claves: 1949, estreno de Historia de una escalera, de Buero Vallejo, y 1953 con Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.
El Realismo Social de los Años 50: Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre
En los 50, el teatro comercial aún seguía siendo escaso debido a la pobreza generalizada. Fueron los años de mayor éxito de Miguel Mihura, quien consiguió al fin estrenar Tres sombreros de copa. Al público burgués, se une un público nuevo, juvenil y universitario, que solicita otro teatro. La censura se relaja levemente y tolera algunos enfoques críticos. Y todo ello sucede cuando en literatura se fragua el concepto de Realismo Social, cuya temática se centra en la Injusticia Social, con autores que muestran actitud de testimonio y protesta. Resultó ser un teatro de corte existencial y social, que apenas llegó a los escenarios. Podemos hablar de un teatro visible, el que accede a los escenarios, y un teatro soterrado, que intentaba responder a nuevas exigencias sociales o estéticas, que apenas logró mostrarse en los escenarios y que, en ocasiones, se redujo al ámbito universitario.
Dos obras marcaron el inicio del Realismo Social y una ruptura estética e ideológica: el estreno en 1949 de Historia de una escalera, obra de Antonio Buero Vallejo, y en 1953 la representación de Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre. El Teatro del Realismo Social combina el contenido existencial de los 40 con la preocupación social de los 50.
Pretende mostrar la sociedad española con temas como la injusticia social, la opresión del poder y las buenas costumbres. Técnicamente, crearon personajes coherentes y complejos psicológicamente que presentaban tipos habituales de la época. Las tramas contienen conflictos de la vida real a través de un lenguaje coloquial, con incorrecciones o vulgarismos.
Antonio Buero Vallejo (1916-2000)
Es la figura más importante del teatro español de posguerra. Su teatro se centra en los grandes interrogantes de la condición humana y en los problemas del hombre contemporáneo, con referencias críticas a España. Suele decirse que sus primeras obras son más existenciales, las siguientes más sociales y las últimas, las más innovadoras; todas contienen la preocupación existencial y social, por lo que une lo social y lo existencial, con un mensaje ético. Según los motivos dramáticos, pueden clasificarse en realistas, de crítica y denuncia de la sociedad (Historia de una escalera); obras históricas; obras simbolistas y experimentales, como La fundación. Los temas, que giran sobre la condición humana, están tratados con un amplio humanismo existencial que suele dejar una pequeña puerta abierta a la esperanza. Buero emplea múltiples recursos escénicos (luz, oscuridad, música, ruidos) para convertir las escenografías más realistas en simbólicas. Recurso frecuente en sus obras es el de los denominados efectos de inmersión. Ejemplos conocidos son escenas de En la ardiente oscuridad, los cambios escénicos de La Fundación. Son habituales los personajes con taras físicas o mentales. Sus obras sintetizan realismo y simbolismo, y en ellas opone personajes contemplativos a personajes activos con relaciones conflictivas entre ellos. Utiliza personajes antagonistas que reflejan la ambigüedad humana. Recuperó la función catártica de la tragedia griega. Es decir, a través del sufrimiento de los personajes, los espectadores se identifican con ellos, se apiadan y se emocionan.
Desde un Enfoque Existencial, con una Técnica Realista y considerable Crítica Social, destaca Historia de una escalera, obra con la que nace el drama realista español, aunque hay quienes sostienen que se inicia en 1956 con Hoy es fiesta. Posteriormente, en 1967 y en 1974, escribirá El tragaluz y La fundación.
Alfonso Sastre
Formó el Teatro de Agitación Social y posteriormente el «Grupo de Teatro Realista». Aunque en los años cuarenta escribió un teatro metafísico, se caracteriza por una actitud de denuncia social animada por una fuerte voluntad de renovación formal. Él mismo, en su ensayo Drama y sociedad, pide un teatro de testimonio y denuncia. Su larga producción teatral apenas fue representada por problemas de censura y porque no conectó con gran parte del público.
Tras Buero y Sastre aparecerán autores y obras interesantes como Rodríguez Méndez con Los inocentes de Moncloa, Carlos Muñiz con El tintero, Lauro Olmo con La camisa y Martín Recuerda con Los salvajes en Puente San Gil. Todos ellos intentaron crear un teatro comprometido con los problemas de España, pero sufrieron grandes dificultades para la difusión de sus obras.
El Teatro desde los Años 60 hasta 1975: Comercial, Social y Experimental
Fue apareciendo un teatro más innovador que el realista y social anterior. Se autorizaron algunas representaciones de este último. En los años 60 triunfó el teatro representado por la nueva comedia burguesa. Es un teatro inmovilista, que repite esquemas del pasado, personajes alejados de las circunstancias sociales del momento.
Teatro Comercial
En este teatro comercial encontramos a Alfonso Paso, en el que los temas básicos son la búsqueda de la felicidad y la defensa del amor romántico. Miguel Mihura siguió estrenando con éxito sus obras de humor. Jaime de Armiñán, autor de comedias de enredo, con golpes de ingenio; Juan José Alonso Millán, crea un teatro disparatado; Antonio Gala, cuya primera comedia fue Los verdes campos del edén; y Ana Diosdado.
Teatro Social
Se desarrolló un teatro social, porque un grupo de autores jóvenes que, siguiendo los planteamientos realistas de Buero y Sastre, ofrecieron una clara actitud de denuncia de las injusticias sociales con limitaciones de la censura. Se vale de un realismo directo y crítico con recursos del sainete, del esperpento y del simbolismo. Adopta un lenguaje sin eufemismos: se trata de una lengua directa, con formas populares y coloquiales, voces malsonantes o exclamaciones. Entre los temas destacan la intolerancia de las sociedades provincianas, el fracaso personal y la falta de solidaridad, la alienación y la burocracia (La camisa, 1962, de Lauro Olmo), las angustias de unos jóvenes opositores (Los inocentes de la Moncloa, de Rodríguez Méndez) o la brutalidad de unos aldeanos instigados por las fuerzas retrógradas.
Teatro Experimental
Lo más destacado de los 60 es el espíritu innovador de una nueva generación de autores. Buero creó un teatro simbolista e innovador en el que tienen un papel destacado la luminotecnia. El tragaluz (1967) es un drama simbólico en el que en un sótano se contempla la vida a través de un “tragaluz”. Juega con el tiempo y consigue una dimensión de “histórico” que obliga al espectador a entrar en acción y afrontar los problemas de su entorno. Estos dramaturgos se lanzan a las corrientes del teatro extranjero. En este teatro experimental, predominan elementos simbólicos y vanguardistas, lo grotesco y lo imaginativo, con dificultades para conectar con el gran público.
Las características generales de este nuevo teatro son: su radical antirrealismo, su antipsicologismo y su preferencia por lo grotesco, lo que permite la degradación, animalización o robotización del personaje y de la vida en general. Buero se aproximaría a estas nuevas técnicas, ya que nunca abandonaría la estética realista, ni llegaría a la deformación grotesca. Se refleja en La Fundación. Continúa con los contenidos sociales y políticos e incorpora experimentos escénicos. Se incluyen vanguardistas como Fernando Arrabal y Francisco Nieva, herederos del teatro del absurdo y del teatro de la crueldad que han creado originales dramaturgias con dificultades en el teatro español; simbolistas que se caracterizan por un marcado pesimismo y simbología animal, recurren temáticamente al opresor y emplean elementos provocadores; y el teatro independiente donde destaca el trabajo de grupos, compañías que potencian el elemento coreográfico, plástico, mímico o musical, tanto como el literario.
Durante los 50, Fernando Arrabal escribió obras próximas al teatro del absurdo. Pic-nic, su primera obra, es un alegato contra la guerra. En los 60, se aparta del teatro del absurdo y creó el “teatro pánico”, que crea fantasías escalofriantes a través de la mezcla entre realidad y pesadilla. A partir de los 70, vuelve al teatro “de la escritura”.
Teatro Independiente
Finalmente, hay que aludir al teatro independiente. Existían en España más de cien grupos teatrales. Algunas de estas agrupaciones alcanzaron una notable repercusión, como Los Goliardos, La Cuadra, Tábano con Castañuela 70, Els Joglars, Els Comediants. Son compañías autogestionadas de aficionados o semiaficionados, que rechazaban el poder establecido y el teatro convencional.
La Poesía Española Posterior a 1936
La Poesía durante la Guerra Civil y los Años 40: Arraigada y Desarraigada
Durante la guerra se publicó muchísima poesía, concebida como arma de guerra o de propaganda ideológica en las revistas de ambos bandos. Una figura de anclaje entre las Generaciones del 27 y 36 es Miguel Hernández, poeta del amor, del dolor y del pueblo. Admiró a los poetas de la G27, comparte la combinación de tradición y modernidad, y es a la vez punto de referencia para la poesía “humanizada” de posguerra. Su estilo poético se caracteriza por la forma auténtica y apasionada de expresar su mundo: destaca la originalidad de sus metáforas. Su poesía gira en torno a temas universales: la vida, el amor, la muerte, el compromiso político y la lucha por la justicia social. Su obra puede dividirse en tres etapas:
- Primera: publica Perito en Lunas (1934) y El rayo que no cesa (1936), destacan las metáforas tradicionales, imágenes vanguardistas y el soneto. Se alza la impresionante y grandiosa “Elegía a Ramón Sijé”.
- Segunda: su compromiso político durante la guerra queda plasmado en Viento del pueblo (1937), preocupación social en poemas como “El niño yuntero”.
- Tercera: a ella corresponden los poemarios escritos en prisión. El Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) trata temas como el amor, la libertad y la difícil situación de su familia. Este aspecto tiene como pieza clave las “Nanas de la cebolla”.
A partir de los años 40, la poesía lírica se encuentra con un panorama de silencio, dolor y muerte. Solo dos opciones poéticas, acuñadas por Dámaso Alonso, parecían posibles: la Poesía Arraigada y la Desarraigada.
Poesía Arraigada
Conformista, pertenecen a ella casi todos los autores de la Generación del 36, que se identifican con el régimen franquista, caracterizada por tener una visión del mundo distanciada de la realidad. Manifiestan religiosidad armónica en la que Dios les aporta serenidad y confianza. Predomina la métrica clásica, donde destaca el soneto. Poetas “arraigados” son Leopoldo Panero o Dionisio Ridruejo, pero quizás el más representativo sea Luis Rosales, marcado por su temática religiosa y quien orientó al grupo hacia el intimismo. Su obra La casa encendida (1949).
Poesía Desarraigada
Expresa la desorientación y el caos de la vida humana, se refleja la vivencia individual en tiempos de angustia y se lleva al extremo la tendencia a la rehumanización.
Las características principales de esta tendencia, incluida por Miguel Hernández, son el sentimiento de angustia y desesperación ante las circunstancias. Dios es la única posibilidad de salvación del hombre. En cuanto al estilo, se torna desgarrado, la métrica tradicional se sustituye a veces por el verso libre y el versículo. Los temas son verdaderas preocupaciones existenciales, como la muerte, la tristeza, la soledad y la desesperación, así como la búsqueda de fe o el amor.
A esta corriente pertenecen autores de diferentes épocas y procedencias, como Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, representantes de la G27, que evolucionarán posteriormente hacia la poesía social. Fue el caso de Gabriel Celaya y Blas de Otero, quien cultivó una poesía existencialista y estremecedora, que se centró en la búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia humana, y continuaría en Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951). Cabe destacar un poemario de Dámaso Alonso, Hijos de la ira (1944). Hubo otros interesantes grupos poéticos, apenas conocidos entonces, como el grupo “Cántico” y el postismo.
La Poesía Social de los Años 50: Gabriel Celaya y Blas de Otero
Durante los años 50, se desarrollará la literatura de compromiso, que dará testimonio de la situación de España. El poeta se convierte ahora en testigo de su época y utiliza su palabra para cambiar el mundo.
Se parte de la poesía “desarraigada”, se modificó la perspectiva, los poetas comprendieron que en lugar de lamentarse, tenían que promover un cambio social. Es así como nace la poesía social. A partir de 1950, denunciaron la marginación, el paro, la falta de libertad y exigieron la justicia y la paz para España, una patria amada y rota que se convertiría en protagonista de sus versos. Desde el punto de vista del contenido, intentó presentar con objetividad la vida y sus conflictos desde una actitud inconformista, con la denuncia de temas sociales. La preocupación patriótica pasó a primer plano, como se ve en Que trata de España o Canto a España. Es esencial el tema de España, tratado desde una perspectiva con tintes políticos.
Técnicamente, está marcada por el tono enérgico de protesta y la necesidad que siente el poeta de compartir sus versos con el pueblo. La poesía es sinónimo de comunicación, de testimonio, de herramienta de transformación, que ayuda a construir una sociedad más justa. Emplean frecuentemente los versos cortos del romance, el verso libre. Se trata de una poesía caracterizada por el uso de un lenguaje inmediato y desnudo de recursos retóricos. La publicación en 1955 de Cantos íberos de Gabriel Celaya, y Pido la paz y la palabra de Blas de Otero, marcará el comienzo de esta tendencia.
Gabriel Celaya
Defendió una poesía sencilla y transparente, de defensa de la solidaridad humana. En su poética, se distinguen cuatro etapas:
- En la primera, encontramos libros próximos a las vanguardias.
- Durante la posguerra, cultiva una poesía existencial.
- La tercera viene marcada por la poesía social, donde encontramos Cantos íberos.
- En sus últimos libros destacan poemas que tratan del enigma de nuestra existencia.
Blas de Otero
Pero el poeta más importante de esta tendencia fue Blas de Otero, cuya obra resume la evolución de la poesía española desde 1939 hasta su muerte. Como rasgos destacables en su lengua poética encontramos las reiteraciones, el uso de antítesis y oxímoron y los juegos de palabras.
En su primera etapa, cultiva una poesía desarraigada y existencial, donde destacan los sonetos. Se centró en la búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia humana, que continuaría en Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951). Se convirtió en una de las figuras más representativas de la poesía social. Utiliza un lenguaje coloquial y sencillo. A esta segunda etapa pertenece Pido la paz y la palabra (1955), preocupada por los hombres que desasosegadamente viven y mueren sin encontrar la paz ni la felicidad. La identidad de España y su porvenir se convierten en uno de los temas principales, junto a la capacidad de las palabras para hallar la paz. Concibe la poesía como lucha y construcción, reclama la paz, la justicia y la libertad. A esta etapa también pertenece Que trata de España. Los sonetos casi desaparecen y prefiere metros populares y el verso libre.
En su tercera etapa, intenta recuperar la palabra poética y retorna a lo íntimo. Utiliza básicamente el verso libre, opta por una liberación del lenguaje y algunos recursos del surrealismo. Otros autores destacables son Victoriano Crémer y Eugenio de Nora, creadores de la revista Espadaña.
La Poesía en los 60 y Primeros 70: Generación del 50 y Novísimos
Este nuevo grupo de poetas nacidos entre 1924 y 1936, comienza a publicar a finales de la década de los 50. Es la llamada Generación del 50, década en la que comienzan a escribir, aunque su madurez poética llegará en la siguiente, coincidiendo con el agotamiento del realismo social. Se pueden establecer rasgos comunes:
- Preocupación fundamental por el hombre, aunque en este caso, huyen de todo tratamiento patético.
- Cabe señalar a Antonio Machado y la influencia de Cernuda.
- Inconformismo frente al mundo en que viven, consolidan una poesía de experiencia personal.
- Sus temas retornan a lo íntimo: el tiempo, la evocación nostálgica de la infancia, lo familiar, el amor, la amistad.
- Estilo conversacional, exigente labor de depuración y de concentración de la palabra y empleo de la ironía. Hay ausencia de estrofas y rimas, estructura “narrativa” y usan mucho las reiteraciones y el léxico urbano.
Los principales representantes se suelen agrupar por su proximidad a Barcelona (Jaime Gil de Biedma) o Madrid (José Ángel Valente).
Generación del 50: Autores Destacados
José Ángel Valente es el poeta que más ha influido en la “poesía del silencio”. Entre sus obras destacan No amanece el cantor, escrito a partir de la muerte de su hijo, y Fragmentos de un libro futuro.
Jaime Gil de Biedma adoptó una actitud inconformista. Fue el poeta que más influyó en la moderna “poesía de la experiencia” junto a Luis Cernuda. Su breve obra se concentra en tres libros que reunió en Las personas del verbo (1975): Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos.
Los Novísimos o Generación del 68
Hacia mediados de la década de los 60, volvió a cambiar el rumbo de la poesía española. Un grupo de jóvenes poetas, nacidos entre 1939 y principios de los 50, manifiesta una actitud de ruptura con la estética anterior, actitud provocadora y esteticista. Son los llamados Novísimos o Generación del 68. Los novísimos adoptaron una actitud formalista, despreocupada de las normas preceptivas, basada en la libertad creativa y la autonomía del arte, marcada por las siguientes características:
- Ruptura con la poesía anterior.
- Modelos poéticos muy variados: recuperan la vanguardia, pero también les influyen el simbolismo francés, el modernismo y los poetas ingleses contemporáneos.
- Temáticamente, rechazan el realismo.
- Exhibicionismo cultural: introducen elementos de mitologías o de la cultura de masas. Los poemas se llenan de nombres de ciudades, de descripciones de vestidos, fiestas, etc.
- Experimentación lingüística: caracterizada por un lenguaje rico y barroco. Practican la escritura automática. Este uso de la intertextualidad hace del poema un objeto metaliterario cargado de referencias culturales.
Sus representantes más destacados se pueden agrupar en dos tendencias: onírica, Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero, y poesía muy elegante y culturista, también llamada tendencia surrealista, irracional y “veneciana”.
Destaca una posible tercera tendencia, la de los más jóvenes, hacia un lenguaje más coloquial que potencia la ironía y el humor.
Gimferrer escribió Arde el mar, que marca la ruptura con las poéticas anteriores. Se caracteriza por la musicalidad y las imágenes visionarias y por incorporar gran cultura popular moderna.
Posteriormente, la poesía española ha sido expresión de la experiencia personal, instrumento de comunicación o forma de conocimiento.