La Novela Española entre 1939 y 1975
La novela española entre 1939 y 1975 estuvo marcada por la censura y la evolución del contexto histórico-social.
La Inmediata Posguerra (1939-1945)
Durante la inmediata posguerra (1939-1945), predominó una novela evasiva y triunfalista, pero hubo excepciones clave. Camilo José Cela inauguró el tremendismo con La familia de Pascual Duarte (1942), una narración violenta y pesimista sobre la marginación y el destino trágico de su protagonista. Más tarde, La colmena (1951) ofrece un retrato coral de la sociedad madrileña de posguerra, mediante una estructura fragmentada e innovadora.
Los Años 50: La Novela Social
En los años 50, la novela social cobró fuerza con obras como El Jarama (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio, que empleó técnicas objetivistas para reflejar la lucha por la supervivencia en la España de la época. Miguel Delibes aportó un realismo más humanizado, con Cinco horas con Mario (1966), donde, a través del monólogo interior, exploró la mentalidad de la España franquista. Ana María Matute también destacó en esta corriente con novelas que abordaban la marginación y la infancia en contextos duros.
Los Años 60 y 70: Experimentación y Exilio
Durante los años 60 y 70, la narrativa evolucionó hacia una mayor experimentación formal. Juan Marsé, con Últimas tardes con Teresa (1966), combinó crítica social y sátira al retratar el contraste entre la burguesía catalana y la juventud marginal. Los novelistas del exilio desarrollaron una literatura de gran importancia. Ramón J. Sender escribió Crónica del Alba (1942-1966), una extensa obra autobiográfica, y Réquiem por un campesino español (1953), donde se sintetizó la tragedia de la guerra civil en la historia de Paco del Molino. Francisco Ayala, por su parte, exploró el exilio y la crítica política en obras como La cabeza del cordero (1949) y Muertes de perro (1958).
La Novela Española Post-Franco (Desde 1975)
La muerte de Franco en 1975 y el inicio de la Transición democrática marcan el comienzo de una nueva etapa para la narrativa española. La desaparición de la censura, la apertura a influencias internacionales y la recuperación de libertades propiciaron una renovación profunda tanto temática como formal. Eduardo Mendoza es quien inaugura este nuevo periodo con La verdad sobre el caso Savolta (1975), una obra que mezcla intriga policiaca, documento histórico y experimentación, devolviendo a la literatura española el placer de narrar. En paralelo, Antonio Muñoz Molina destaca por su indagación en la memoria histórica y personal en novelas como El invierno en Lisboa (1987) y El jinete polaco (1991), donde combina género negro y lirismo. Juan José Millás desarrolla una narrativa intimista que explora la identidad y la percepción de la realidad, como se aprecia en El desorden de tu nombre (1988). También Luis Mateo Díez aporta una voz singular mediante la creación de mundos míticos en obras como La fuente de la edad (1986).
Arturo Pérez-Reverte renueva la novela de aventuras e histórica con El maestro de esgrima (1988), demostrando que es posible combinar calidad literaria y éxito comercial. Por su parte, Almudena Grandes alcanza notoriedad con Las edades de Lulú (1989), novela erótica galardonada con el premio «La Sonrisa Vertical», y evoluciona hacia una narrativa de mayor ambición histórica con su ciclo Episodios de una guerra interminable. Javier Marías se consolida como una de las figuras centrales con Corazón tan blanco (1992), una obra marcada por la reflexión sobre el lenguaje y las relaciones humanas. La memoria histórica es abordada por Rafael Chirbes en La larga marcha (1996) y por Julio Llamazares en Luna de lobos (1985), ambas con un enfoque crítico y lírico. Javier Cercas renueva el acercamiento a la guerra civil en Soldados de Salamina (2001) mediante la fusión de investigación y ficción. Finalmente, Marta Sanz representa una nueva generación comprometida con la experimentación formal y la reflexión sobre la realidad contemporánea.
La Literatura Hispanoamericana del Siglo XX
Durante el siglo XX, la literatura hispanoamericana experimenta un gran auge, reflejando los cambios sociales y políticos de la región.
Poesía Hispanoamericana
La poesía alcanza una de sus cumbres con Pablo Neruda, que evoluciona del posmodernismo de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) al compromiso social de Canto General (1950). Octavio Paz, con Piedra de sol (1957) y el ensayo El laberinto de la soledad (1950), combina tradición y modernidad para explorar la identidad latinoamericana.
Narrativa Hispanoamericana: Pre-Boom
En narrativa, Horacio Quiroga sienta las bases del cuento moderno con Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917). Jorge Luis Borges revoluciona el relato breve en Ficciones (1944) y El Aleph (1949), fusionando filosofía y literatura. Juan Rulfo, con Pedro Páramo (1955), y José Lezama Lima, con Paradiso (1966), introducen elementos fantásticos y barrocos que anticipan el realismo mágico.
El Boom Latinoamericano
El Boom de los años sesenta internacionaliza la narrativa latinoamericana. Gabriel García Márquez lidera este fenómeno con Cien años de soledad (1967), símbolo del realismo mágico, y confirma su talento en obras como Crónica de una muerte anunciada (1981). Mario Vargas Llosa renueva la novela con La ciudad y los perros (1963) y Conversación en La Catedral (1969). Julio Cortázar, con Rayuela (1963), rompe las estructuras tradicionales, mientras Carlos Fuentes explora la identidad mexicana en La muerte de Artemio Cruz (1962).
Después del Boom
Tras el Boom, la narrativa se diversifica. Manuel Puig incorpora la cultura popular en El beso de la mujer araña (1976) e Isabel Allende retoma el realismo mágico en La casa de los espíritus (1982). Esta literatura se caracteriza por la innovación formal, la reflexión identitaria y la fusión de lo real y lo fantástico, marcando profundamente la narrativa en español.