Poesía y Teatro en España: De la Posguerra a la Actualidad

Panorama Literario Español Tras la Guerra Civil

La Guerra Civil sumió a España en un periodo de profunda crisis económica y cultural. La penuria que vivió el país provocó un vacío literario al que contribuyeron varios hechos decisivos: la muerte de poetas como Federico García Lorca, Antonio Machado y Miguel Hernández; la censura y la represión del régimen, que limitaron la libertad creadora y persiguieron a los disidentes; y el exilio de figuras como Juan Ramón Jiménez y gran parte de la Generación del 27. Los grupos literarios se disgregaron y la creación tomó caminos distintos.

La Poesía de Posguerra y su Evolución

Década de los 40: Evasión y Existencialismo

En la década de los 40 surgieron los garcilasistas, entre los que se encontraban José García Nieto y Jesús Revuelta. Defendían una poesía formalista, de evasión y de corte clásico, entroncando con parte de la estética de la Generación del 27. Por otro lado, se desarrolló una poesía de tono existencial en la que predominaron dos tendencias: la poesía arraigada y la poesía desarraigada.

  • Poesía Arraigada: Los poetas arraigados se acogieron a la fe religiosa, buscaron expresar esperanza y serenidad, y compartieron la estética formalista de los garcilasistas, pero se diferenciaron por su actitud existencial, que giraba en torno a tres temas: Dios, la familia y la tierra. La mayoría se agrupó en torno a la revista Escorial. Destacan autores como Luis Rosales (La casa encendida), Leopoldo Panero (Escrito a cada instante) y Luis Felipe Vivanco.
  • Poesía Desarraigada: Con la publicación en 1944 de Hijos de la ira de Dámaso Alonso, quedó patente el tono amargo, la visión de un mundo en descomposición y el hondo sufrimiento del ser humano contemporáneo. Esta fue la línea de la poesía desarraigada, que enfrentó la realidad y expresó, con tono violento, su dolor existencial. Otros autores de esta línea fueron Blas de Otero, con Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia (obras previas a su giro social posterior), Victoriano Crémer (Cárcel de amor) y Carmen Conde.

Años 50: El Auge de la Poesía Social

A fines de los 40 y hasta mediados de los 50, se consolidó la poesía social, concebida como un arma de combate. Surgió como reflejo de las consecuencias de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Pretendía llegar a la «inmensa mayoría» (como diría Blas de Otero) y despertar la conciencia de los individuos al denunciar la injusticia social. Era una poesía para los demás, que exigía la solidaridad y la lucha colectiva. Marcaron el inicio de este movimiento obras como Cantos íberos (1955) de Gabriel Celaya, Pido la paz y la palabra (1955) de Blas de Otero y Quinta del azadón de José Hierro.

Finales de los 50 y Años 60: Hacia una Nueva Sensibilidad

Hacia finales de los 50 se produjo cierto agotamiento y una superación de la poesía social más explícita. Sin renunciar al compromiso, los poetas de la llamada «Generación del 50» o «del medio siglo» indagaron en la problemática existencial del ser humano desde una perspectiva individual y colectiva, buscando, además, una mayor depuración estética y un lenguaje más cuidado. Comenzaron a publicar en torno a 1952 y alcanzaron su madurez creadora en los años 60. Entre ellos están Ángel González (Áspero mundo), Jaime Gil de Biedma (Compañeros de viaje) y Claudio Rodríguez (Alianza y condena).

Otras tendencias relevantes de la época fueron el grupo Cántico (Córdoba), que perseguía una poesía sensual, luminosa e intimista, y el Postismo, con figuras como Carlos Edmundo de Ory y Gloria Fuertes, que defendió lo experimental y vanguardista.

Años 70: Los Novísimos

En los años 70 irrumpieron los Novísimos (Nueve novísimos poetas españoles, antología de J.M. Castellet, 1970), con versos llenos de referencias culturales (filosóficas, literarias, cinematográficas, mitológicas e históricas). Se distanciaron de la poesía social directa y buscaron la experimentación formal y temática, a menudo con un tono esteticista e irónico. Recuperaron técnicas vanguardistas como la escritura automática o el collage y mostraron gran aprecio por autores extranjeros. Entre ellos destacan Guillermo Carnero (El azar objetivo) y Pere Gimferrer (Arde el mar).

Desde 1975 hasta la Actualidad: Diversidad de Voces

A partir de 1975, con el fin de la dictadura, la estética novísima empezó a declinar y surgieron múltiples tendencias poéticas:

  • La poesía de la experiencia: Centrada en lo cotidiano y biográfico, con lenguaje conversacional.
  • El neopurismo: Búsqueda de la esencialidad y la depuración (Clara Janés).
  • El neosurrealismo: Exploración del subconsciente (Blanca Andreu).
  • El neoerotismo: Tratamiento explícito del erotismo (Ana Rossetti).
  • La poesía clasicista: Retorno a formas métricas tradicionales.
  • La poesía trascendente o metafísica: Reflexión sobre el sentido de la existencia (Julio Llamazares).
  • La poesía elegíaca: Tono melancólico y reflexivo sobre la pérdida.

Desde el año 2000 hasta nuestros días, se han consolidado poetas de gran talento que continúan explorando la existencia humana, la memoria, el lenguaje y la muerte, como José Manuel Caballero Bonald (Manual de infractores), Dionisia García (Aun a oscuras) o Clara Janés (Río hacia la nada), entre muchos otros que han enriquecido y diversificado el panorama lírico español.


El Teatro Español Durante la Posguerra y su Desarrollo Posterior

El teatro fue, quizás, el género más desfavorecido durante la posguerra inmediata. La renovación iniciada por autores como Valle-Inclán y Lorca se vio truncada por la Guerra Civil: algunos dramaturgos murieron y otros, como Alejandro Casona (La dama del alba) y Max Aub, partieron hacia el exilio.

Años 40 y Principios de los 50: El Teatro de Evasión

La férrea censura franquista solo permitía la representación de dramas que no se opusieran a los valores del régimen ni a los intereses de los empresarios teatrales, quienes seguían apostando por un teatro convencional acorde a los gustos del público burgués. Por esto, en los años 40 y principios de los 50, triunfó en España el llamado teatro de evasión. Las principales tendencias fueron:

  • La comedia burguesa neobenaventina: Heredera del estilo de Jacinto Benavente, con tramas amables y diálogos ingeniosos, pero sin crítica social profunda. Destacaron autores como José María Pemán y Juan Ignacio Luca de Tena.
  • El teatro de humor: Sufrió un interesante proceso de renovación con Enrique Jardiel Poncela (Un marido de ida y vuelta), que introdujo situaciones inverosímiles y humor intelectual, y, sobre todo, con Miguel Mihura (Tres sombreros de copa, escrita en 1932 pero estrenada triunfalmente en 1952), maestro del humor absurdo y poético.

Años 50 y 60: Teatro Crítico, Social y Experimental

En 1949 se estrenó Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo, obra que inauguró una línea de teatro crítico e inconformista. Buero, máximo exponente del «posibilismo» (intentar la crítica dentro de los márgenes de la censura), llevó a escena problemas existenciales y sociales con un lenguaje realista y simbólico.

A mediados de los años 50, surgió con fuerza el teatro social, de denuncia explícita y compromiso político. Su autor más representativo fue Lauro Olmo (La camisa), que retrató la dura realidad de las clases trabajadoras.

Paralelamente, pervivía una línea heredera de la comedia burguesa, aunque actualizada, con autores de gran éxito comercial como Alfonso Paso (Vamos a contar mentiras), Antonio Gala y Jaime Salom.

Avanzada la década de los 60, dio comienzo un teatro experimental que se inspiró en los grandes renovadores del teatro europeo del siglo XX (Artaud, Brecht, Beckett…). Estos dramaturgos sustituyeron el realismo social por el simbolismo, el absurdo y la alegoría, y asimilaron recursos extraverbales inspirados en la pantomima, el circo y el rito. Dada la dificultad para estrenar estas obras bajo la censura, constituyeron una corriente de «teatro soterrado» (escrito, pero a menudo no representado). Entre los nombres más importantes figuran:

  • Fernando Arrabal: Creador del «teatro pánico», que buscaba conciliar lo trágico, lo cómico, lo absurdo y lo ritual (El cementerio de automóviles).
  • Francisco Nieva: Desarrolló un teatro de gran fuerza visual y verbal, mezcla de carácter onírico y esperpéntico, que denominó «teatro furioso» (Pelo de tormenta).

Como alternativa al teatro comercial y con afán experimentador y renovador, surgieron también los grupos de «teatro independiente» (Els Joglars, Tábano, Teatro Experimental Independiente – TEI…), que promovieron un teatro crítico y comprometido con la realidad, buscando nuevos lenguajes escénicos y convirtiendo su labor en una actividad profesional al margen de los circuitos comerciales convencionales.

Desde 1975 hasta la Actualidad: Nuevos Caminos para la Escena

A partir de 1975, la desaparición de la censura y el agotamiento de ciertos modelos teatrales presagiaron un fortalecimiento de la escena institucional. Surgió el teatro subvencionado, se crearon centros dramáticos nacionales y autonómicos, y se revitalizó la figura del director de escena. Se consolidó un grupo variado de directores profesionales y dramaturgos que ganaron premios relevantes. También los musicales experimentaron un auge que llega hasta nuestros días.

Los autores más significativos desde la Transición hasta la década de los noventa incluyeron a José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano), José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!), entre otros.

Desde los años 90 hasta la actualidad, los dramaturgos más innovadores y atrevidos cuentan también con el apoyo de salas alternativas (Sala Triángulo, Cuarta Pared…) para estrenar sus obras y darse a conocer. El panorama se caracteriza por una gran diversidad de estilos y temáticas. Autores como Juan Mayorga, Angélica Liddell, Alberto Conejero, Ana Diosdado, Alberto Miralles, y muchos más, han contribuido y siguen contribuyendo a enriquecer el género dramático español contemporáneo.

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